domingo, 5 de septiembre de 2010

Reparaciones a la Iglesia Católica de Los Palacios

El día 30 de Agosto del año 2008, la iglesia católica del pueblo de Los Palacios resultó casi destruída por completo, por el huracán Gustav.


Finales del año 2011. Reparaciones de la Iglesia.
Todavía sin las campanas. Fotografía: Paul Díaz.

Finales del año 2011. Reparaciones de la Iglesia.
Todavía sin las campanas. Fotografía: Paul Díaz.


Reparaciones a la iglesia durante el mes de Julio, 2010.
Fotografía: Edel Valdés.

Otra vista de las reparaciones al edificio de la iglesia, durante el mes de
Julio, 2010.
Fotografía: Edel Valdés.

Vista de la iglesia después del paso del huracán.
Fotografía: Segundo Díaz.




domingo, 18 de julio de 2010

Nuevo Pueblo = CUBANACÁN


Situado al norte del Poblado de Paso Quemado (Barrio de Paso Real de San Diego), en la Carretera Norte hacia el Entronque de San Diego. Cerca del Embalse "La Juventud".

En tiempos antes de la Guerra de Independencia de Cuba, en este lugar que lleva por nombre Paso Quemado, existió otro poblado (antiguo) con el nombre de PASO REAL DE SAN DIEGO. Ya al comienzo del Siglo XIX Paso Real constituía un creciente caserío. Después del incendio del antiguo Paso Real de San Diego, los pobres desbandados y sin casa se trasladaron dos kilómetros hacia el sur, en la zona llamadas LOS POZOS, cerca de las paralelas del ferrocarril y allí comenzaron a construir sus nuevas viviendas y a fundar la NUEVA Paso Real, mientras lo que quedaba o habría resurgido de la antigua, había tomado el nombre de "Paso Quemado".


Edificios de Apartamentos.

Bodega en el Nuevo Pueblo - Cubanacán.
Otra vista del pueblo.

Otros edificios públicos y viviendas.





Varias vistas del Embalse "La Juventud"

Existen tres ríos importantes que atraviesan el Municipio de Los Palacios, de norte a sur, los cuales favorecen el drenaje natural y tienen su origen en lo interior del Grupo Montañoso y posee cada uno un embalse totalizando cerca de 200 millones de metros cúbicos de agua, lo que garantiza la fuente de abasto para los cultivos durante el período seco.

Las características principales de cada uno de estos ríos son:
Río Los Palacios: Se extiende de norte a sur desde la Sierra del Rosario hasta la Ensenada de Dayaniguas y está represado por el embalse de igual nombre, que tiene una capacidad de 45,4 millones de m3 y su fecha de explotación se reporta desde el año 1977. Sus aguas se dedican al arroz y cultivos varios.

Río San Diego: Es el tercero en importancia de la provincia con 88 Km. de largo, constituye el límite Oeste entre los municipios de Consolación del Sur y Los Palacios, se extiende de Norte a Sur, desde el extremo oriental de la Sierra de los Órganos hasta la Ensenada de Dayaniguas. Se encuentra represado en el Embalse "La Juventud", que tiene una capacidad de 105 millones de m3 y está en explotación desde 1973.

Sus aguas son utilizadas para el cultivo del arroz y los cultivos varios, siendo el mayor del municipio. Posee este río la particularidad de tener yacimientos de aguas minero-medicinales y termales, siendo las mismas utilizadas para el tratamiento a personas con afecciones de salud.

Río Bacunagua: Se extiende de Norte a Sur desde la ladera meridional de la Sierra del Rosario hasta la costa, constituye el límite entre San Cristóbal y Los Palacios y es represado por el Embalse Bacunagua, que está fuera del área municipal. Cuencas: En el territorio se ubican las cuencas de San Diego de los Baños, Los Palacios y Bacunagua, las cuales han sufrido grandes transformaciones debido al embalsamiento de sus ríos para el uso agrícola de sus aguas.

Se construyó la presa “La Juventud”, con una capacidad de 105 millones de metros cúbicos de agua; así como las presas de Los Palacios y Bacunagua, para beneficiar los cultivos en la llanura sur. Los Palacios cuenta con una red de acueductos para la población.

jueves, 24 de junio de 2010

El Espectro de Weiler Sobre Los Palacios

Información tomada del libro Jesús Nazareno de Los Palacios, 250 Años de Historia, por el P. Joaquín Gaiga.

El ejército español, enviado a Cuba en el año 1895, era el más grande enviado a América por la península ibérica y estaba integrado pora casi cien mil soldados que se añadían a los viente mil ya de estancia en la isla antes de estallar la guerra.


Alrededor de 16,000 presidieron diversos lugares de la provincia pinareña y participaron en varias batallas. Frente a ellos nunca el ejército mambí llegó a los 4,000 soldados y se encontraba más escaso en armamento y recursos. Tenía a su favor el mejor conocimiento del territorio y la adaptabilidad al clima, además de la colaboración de los coterráneos, aunque no siempre fue así. Por el contrario, los ibéricos carecían sobre todo de recursos tácticos y estratégicos suficientes para detener la invasión

EL TRÁGICO BANDO

Eso y otras causas, sobre todo la del fervor patriótico explican la derrota de los españoles frente al ejército mambí. Derrotas que exacerbaron al nuevo comandante de las fuerzas españolas, Valeriano Weiler (fotografía), y lo instigaron a decretar el famoso y trágico Bando de Reconcentración el 22 de Octubre del año 1896 que establecía: "Todos los habitantes en los campos o fuera de la línea de fortificación de los pueblos, se reconcentrarán en el término de 8 días en los poblados ocupados por las tropas. Será considerado rebelde y juzgado como tal todo individuio que, transcurrido este plazo, se encuentre despoblado".

De tal manera no sólo se privaba al ejército libertador de las provisiones necesarias que normalmente le suministraban los campesinos, sino que se entregaba al hambre, a las enfermedades y a la muerte la población misma.

El efecto del Bando dio pábulo a la viruela, la fiebre amarilla y otras pestes que hicieron perecer decenas de miles de pinareños. Detrás de las cercas de alambre y bajo los rifles españoles nuestros pueblos sufrieron en su propia carne un adelanto de los horrores de los campos de exterminio nazi.

"Los Palacios no quedó exento de esta catástrofe que en muy pocos meses llevó la mortalidad a escala nacional a 400,000 vidas fundamentalmente entre mujeres y niños".

El general Miró informó que Weiler pasó por Los Palacios después de haber abandonado Artemisa el 28 de Octubre, pasando antes por Candelaria y San Cristóbal, poco después de publicado el bando.

Describía Francisco P. Machado en el libro "Piedad": "En los cementerios infinidad de cadáveres permanecían insepultos...Paletadas de tierra cubrían para perecer eternamente a éstos mártires y héroes ignorados... Veíanse familias completas, madres llevando en su brazos criaturas escuálidas, niños de 13 y 14 años comidos por la miseria, chiquillos con las costillas salientes, andaban de un lado a otro, tendiendo las manos nudillas, en solicitud de socorro...".

Al final del inenarrable calvario, el hambre y el azote de las enfermedades desatadas por la Reconcentración, además que los estragos, incendios y devastaciones de la guerra, dejaban al municipio el siguiente y muy elocuente cuadro poblacional: POBLACIÓN: LOS PALACIOS: Año 1887, 6501, Año 1899, 2456. PASO REAL: Año 1887, 4920, Año 1899, 1871. SAN DIEGO DE LOS BAÑOS: Año 1887, 6317, Año 1899, 2419.

EL TERRIBLE AÑO 1897

Prácticamente la población palaceña quedaba reducida en dos tercios, no llegando a los 3,000 habitantes, de los cuales sólo 900 residían en el caso urbano. En los libros de entierros del archivo parroquial, las defunciones asentadas en los años precedentes eran inferiores o superaban en poco las cien anuales. Sin embargo, superaban las doscientos en el año 1896 y llegaban a casi 700 en el año 1897. Los días más luctuosos en Los Palacios fueron el 18 y el 20 de Marzo del año 1897, con 9 sepelios por cada uno de estos días y el 31 del mismo mes con 8 sepelios.

A las pérdidas humanas, hay que añadir los daños materiales a los cultivos, al poblado, a las estructuras habitacionales. Los campos y las vegas se habían quedado desolados, quemados, improductivos, los ingenios existentes en el territorio, el San Miguel en San Diego y el Nueva Empresa o Limones (en el actual Pitirre, al pie de la Loma del Toro), se quedaron destruídos y sus hacendados se vieron precisados a abandonar nuestro territorio.

El pueblo de Paso Real así como la parte oeste de los Palacios, fueron incendiados en el año 1896, por lo que gran parte de la población fue a parar a las zonas más intrincadas de los campos para cultivar lo que podían para subsistir. Como ya se ha explicado, Paso Real, antes de la Guerra de Independencia, se encontraba donde actualmente se encuentra Paso Quemado. Las familias que sobrevivieron a la guerra, a la quema del pueblo y a la Reconcentración, según testimonio de Leandro González Alcorta, se desplazaron algunos kilómetros más al sur y construyeron cerca de la línea ferrea la actual Paso Real.



sábado, 19 de junio de 2010

Primeros Signos de la Presencia
y Actividad de la Iglesia Católica en Los Palacios


(Información tomada del Libro Jesús Nazareno de Los Palacios, 250 Años de Historia, por el P. Joaquín Gaiga).


Iglesia Católica de Los Palacios, (Julio, 2011) todavía en
reparaciones. (Fotografía: Leonel Bárcenas).
Fotografía tomada en el mes de Julio del año 2010, por el palaceño Orlando Gotera, mostrando las reparaciones en el edificio de la Iglesia Católica de Los Palacios, que resultó dañado
considerablemente por el Huracán Gustav, daños que pueden apreciarse en las fotografías que siguen.




Dos fotografías de la Iglesia Católica de Los Palacios, mostrando
los efectos del Huracán Gustav, en el año 2008.
(Fotografías donadas por el palaceño Segundo Díaz)

La Iglesia Católica de Los Palacios, antes de la visita del Huracán Gustav. (Año 2007).
(Fotografía: Ángel González)


En las últimas décadas del Siglo XVII, los vegueros y otro tipo de agricultores encontraron entonces el apoyo de la Iglesia en su intento de establecerse y poblar el desierto territorio de la Vuelta Abajo no sin chocar a veces contra las pretensiones de los hateros que no querían perder sus vastas posesiones. Aquellos que formaban la clase acomodada, solían en la vejez sentirse atraídos por la necesidad de espiar pasadas culpas. Habían dado rienda suelta a malas pasiones, ahora buscaban abrirse la puerta de lo eterno. Uno de los medios que usaban para encaminarse a ese fin consistía también en la disposición de mandos piadosos. Así ocurrió que iglesias e instituciones se hicieron beneficiarios de ofrendas y poseedores de propiedades y rentas que les permitieron, además de realizar las estructuras para el culto y la instrucción cristiana, desarrollar también una preciosa obra de promoción social e instrucción, etc.

Con respecto a Los Palacios, existe precisa documentación de que el día 30 del mes de Marzo del año 1735, mediante nota testamentaria, la muy reverenda madre María del Tránsito, religiosa del Monasterio de Santa Catalina de Sena de la Ciudad de San Cristóbal de La Habana, mandó fundar una casa capellanía en el Hato del Ciego.

Veinticinco años después, precisamente el año 1760 se toma como el de la fundación del pueblo de Los Palacios. Lo recuerda también la fecha grabada en el escudo municipal. En aquel mismo año, el Obispo Morel de Santa Cruz fijó sus ojos en la Iglesia entonces auxiliar de Santa Cruz de los Pinos y la convirtió en parroquia. Existían en aquella época apenas 27 casas de guano, entre ellas, en una casa de vivienda se estableció también una ermita destruída en el año 1763 a causa de un incendio. Este accidente atrajo hacia el incipiente pueblecito de Los Palacios la benevolencia de unas generosas monjas de La Habana.

Desde el año 1762, un Cura, quizás itinerante, había empezado a quedarse, de vez en cuando, en sus viajes pastorales a cuestas de caballo en la Ermita de Los Palacios, donde catequizaba, celebraba los sacramentos de la iniciación cristiana y también matrimonios.


Documento (copia) de la donación del
terreno para la construcción de la Iglesia
Católica del pueblo de Los Palacios.
 En resumidas cuentas, las propias religiosas del convento de Santa Catalina de Sena propietarias del hato entonces nombrado Jesús de Nazareno del Ciego proponían al cura y sacristán que cuidaban la pequeña ermita, contigua a la casa de dicho hato, que habían regalado, de dejarla por las condiciones de indecencia y casi de ruina en que se encontraba y por lo cenagoso del sitio donde se hallaba.

Los invitaban además a emprender la fabricación de una Iglesia de tejas capas a un cuarto de legua distante de dicho hato en una lomita más cerca del rio nombrado Los Palacios. Para dicho fin se hizo la donación de dos caballerías de tierra para dicha iglesia. Las tierras para la urbanización de Los Palacios, no procedían entonces de la decisión de algún descarriado que quería enmendarse en el umbral de la vejez y de la eternidad, sino de la generosidad de almas elegidas, algunas de las cuales parecen hermanas e hijas de un hombre piadoso que había donado al Convento su propiedad.



2da., parte del documento (copia), de la
donación del terreno, para la
construcción de la iglesia católica
del pueblo de Los Palacios.

Según la tradición oral parece que cierto don Pedro o don Gregorio Hernández (1760) era capataz de la Hacienda del Ciego y habría sido él quien dio origen a la celebración de la Fiesta del Nazareno. Su devoción a Jesús Nazarero lo habría llevado hasta cambiar su apellido Hernández por el "de la Cruz" y todos su descendientes habrían tomado este apellido. La duda sobre si la persona con apellido Hernández que dio origen a esta tradición, se llamabra Pedro o Gregorio, es reforzada por el hecho de que ambos nombres se encuentran frecuentmente entre sus descendientes.

Adelantando algunas vicisitudes de la iglesia material, se puede decir, que al parecer en el año 1816 el templo atravesaba una situación que hizo necesaria una obra de radical reparación o mejor, una Pastoral del Obispo Espada, interesando a los fieles, lo que dio por resultado una reconstrucción. La nueva Iglesia, sin embargo, fue víctima de otro incendio en el año 1827. Fue nuevamente reconstruida resultando una de las más lindas de la Vuelta Abajo. Pero de nuevo fue destruida en el año 1896, durante la Guerra de Independencia. La actual Iglesia, en fin fue edificada a inicios del Siglo XX, inaugurada en ocasión de la fiesta patronal en el año 1902 y completada y abierta definitivamennte al culto en el al 1903.



Año 1957: La iglesia y su alrededor luego de la conclusión de los arreglos.

Año 1956: Después de la construcción de las aceras, se inició el trabajo del
arreglo del techo y el exterior de la iglesia.







Míseras condiciones de la habitación del cura cuando en 1954,  llegaba el P. Salvador.












Fueron también reparadas dos campanas y adquirida una
tercera en tiempos del P. Salvador.







Año 1956: Quedaban terminadas las construcciones del estudio
y del escritorio del P. Salvador. (Al este de la iglesia, al lado
de la antigua Calle San José), y la cocina (Oeste de la iglesia,
al lado de la antigua Calle 32. Es posible ver las condiciones
de estas calles, entonces sin aceras.

Bachilleres y Curas que celebraron oficios religiosos en la Ermita de Los Palacios, hasta el año 1860.

B. Felix Joseph Rodríguez de Ávila (1762-1772).
B. Isidro Rafael de Soto (1769-1772).
P. Francisco Henrrig Arzola (1775-1788).
D. Juan Jacinto Domínguez F. (1788-1800).
P. Manuel Rodríguez y Tamariz (1804-1822).
P. Tomás Juan Bautista Carvajal (1823-1844).
P. Diego García, De 27-9-1844 a 14-4-1845.
P. Justo Falcón (1845-1860).

A pesar de lo desconocido de su fatiga apostólica y celo pastoral, merecen el gran respeto por haber vivido de verdad la llamada del Maestro.

Otros sacerdotes que oficiaron en la Iglesia de Los Palacios:

P. Claudio Ojea, (12-1940 - 06-1946).
P. Joaquín Valdés Pérez (16-06-1946 - 15-10-1951).
P. Navarro Lozano (24-03-1951 - 12-04-1953). Interino.
P. Salvador Díaz Montoro (23-04-1953 - 10-07-1960).
P. Clemente Lombó (13-07-1960 - 20-08-1960).

Desde Noviembre del año 1954, hasta Septiembre del año 1959, por casi seis años, el P. Salvador Díaz Montoro publicó mensual un boletín de 4 fachadas con el título: "La Voz de la Parroquia". Hacia publicidad a tiendas, laboratorios, oficinas y otras entidades comerciales del pueblo, sirviendo así al autofinanciamiento del boletín mismo que se imprimía en la imprenta "El Esfuerzo".

En el boletín de los meses de Noviembre y Diciembre del año 1956, rendía cuenta de las muchas reparaciones hechas a la Iglesia y sus dependencias por un costo de 7,808.90 pesos; en Diciembre informaba detalladamente sobre los trabajos hechos. En el boletín del mes de Enero del año 1957, contaba que la parroquía se equipaba de algunos muebles. Una mesa para la sacristía cuya madera de cedro y playwood fue ofrecida por los generosos madereros de Fierro, Jorge Dancausse y Enrique H. Martín. Y un armario para el Archivo parroquial ofrecido por un amigo de La Habana.

En el boletín del mes de Febrero del año 1957, informaba de la feliz sorpresa traída por la Providencia el día 11 de Enero. Había comparecido cierto Doctor Bango con su camioneta llevando una campana y entregándosela al Padre Salvador con el máximo de la sencillez. "La campana que faltaba para que los tres huecos de la espadaña quedaran llenos".

Comité Parroquial y Liderazgo de Ofelia Valverde:

Presidente de honor el excelentísimo Mons. Evelio Díaz y Cía, Obispo de Pinar del Río. Doctores, Ramón de la Cruz, Manuel Dorta Duque, Mario Díaz Díaz, Santiago Gutierrez de Celis, Lucilo de la Peña Cruz y José Monte, Secretario.

Señoras: Georgina Martínez viuda de Álvarez, Celia Martínez de Fernández, Georgina Medel de Ajamil, Oilda Fernández de Hernández y Encarnación Viña Delgado.

Señor: Avelino Tapias Iglesias, Señora Aurora Cruz de Tapias, Señorita Ofelia Valverde, Emma Cruz Piñera, Mercedes Dorta Duque, Doctor Joaquín Carluch (Juez Municipal), Señora Ana María Cruz, viuda de Abreu, Señor Celestino Mayor y señora, Señora María Medel, viuda de Valverde, Clara Díaz de Díaz, Señora Petrona Capote. viuda de Grenier y Señora Amelia Alfonso de Viñas.

Según se publicó en el diario "Mundo Católico", la Iglesia Parroquial de Los Palacios se encontraba en muy mal estado. Su altar mayor tenía que ser sustituido, la sacristía amenaza ruinas, sus techos, paredes y pisos en pésimo estado. No tenia casa parroquial, ni colegio, teniendo terreno para ello.

En el período del año 1940 al año 1960, que es el período en que guiaron la comunidad religiosa de Los Palacios, el P. Claudio Ojea, el P. Joaquín Valdés y el P. Salvador Montoro, además de imprimirse el periódico "El Esfuerzo, además se imprimió, como vimos antes, "La Voz de la Parroquia". Ciertos acontecimientos e iniciativas de la parroquia de Los Palacios encontraron resonancia también en varios periódicos provinciales y nacionales.


Donantes de imágenes a la Iglesia Católica de Los Palacios:

La imagen de Jesús Nazareno, patrono principal de la parroquia, fue llevada al templo por el señor don Luis Díaz, católico ferviente, abuelo del Obispo diocesano, el excelentísimo Monseñor Evelio Díaz.
La imagen del Arcángel Rafael, fue traida desde Barcelona hacía más de 70 años, por lo esposos don Gregorio de la Cruz y doña Eugenia Díaz.
La imagen de la Merced fue donación de la señora Higinia de la Cruz, en reconocimiento por haberse restituido la salud a su hija Sofia.
La imagen de Nuestra Señora del Rosario fue donada por el Padre Pepe.
La imagen de Nuestra Señora de Fátima fue donado por el doctor Octavio Rivero Partagás.
La imagen de la Caridad del Cobre fue adquirida con ofrendas del mismo pueblo de Los Palacios.
La imagen de la Virgen del Carmen fue donada por su devoto el doctor Armando Valverde y su familia.
La imagen del Sagrado Corazón fue donada por las reverendas madres del Colegio de Buenos Aires y Calzada del Cerro, a través de la antigua alumna, señora Emilia Nieves Piñera y Pérez que presidió la Asociación del Apostolado de la Oración durante muchos años sucediéndole después la señora Fortuna Medel.


viernes, 18 de junio de 2010


Presencia Religiosa en el T.M., de Los Palacios

Por Jesús Marcos García Vázquez
Maestro Resp. Logia “Montecristi”


 La iglesia católica ha estado presente en cada uno de los grandes acontecimientos que han tenido lugar en Cuba desde su descubrimiento, colonización, ordenamiento social y su formación e idiosincrasia como nación.


Los Estados Unidos cada día hacían sentir más su influencia sobre la Isla de Cuba, motivado por su cercanía geográfica, el incipiente y cada vez más próspero comercio y por la constante presencia de cubanos en su extenso territorio en busca de mejores horizontes de vida o del refugio seguro que siempre han encontrado, ante persecuciones políticas. En estas influencias recibieron los cubanos nuevas formas de adorar a Cristo y practicar su doctrina en el seno de las llamadas iglesias evangélicas o protestantes, de gran arraigo estos cultos religiosos en Estados Unidos. Algunos palaceños se convirtieron a estas religiones y recibieron sus bautizos en iglesias protestantes.

Ya desde el año 1762 un Cura, quizás itinerante, había empezado a quedarse, de vez en cuando en sus viajes pastorales a cuestas de caballo en la Ermita de Los Palacios, donde catequizaba, celebraba los sacramentos de la iniciación cristiana y también matrimonios. Sobre la Iglesia Católica en Los Palacios y su fundación incluiremos un trabajo individual.


Iglesia Católica de Los Palacios, antes del Huracán Gustav.
Fotografía: Ángel González.
En el año 1929 es fundada en Los Palacios la primera iglesia protestante; la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en esta fundación participaron los masones; Emilio Girado y Calixto Arrebato. En ese propio año 1929 son bautizados: Felina Delgado, Magdalena Delgado, Rosa Arrebato, Matea Arrebato, Hortensia Martínez, Amparo Martínez Batlle (esposa de Emilio Girado), Eulogia Arrebato (esposa de Calixto) y Genoveva Arrebato. Los primeros cultos se veneraron en la vivienda de Emilio Girado, sita en la Calle 23, entre Calles 20 y 18, (antes Calle Antonio Maceo y Calle Warren y Calle Froilán Núñez). También funcionaron como iglesia en la esquina de la Calle 25, (antes Calle Luis A. Fernánez), donde estuvo la Funeraria Rodríguez; en la Calle 17, (antes Calle Aliño), lugar que fue la residencia del juez Carluch; en la esquina de la Calle 21, (antes Calle José Martí), casa donde vivieron Osvaldo Gotera y Gonzalo Casanova. Actualmente su sencillo y acogedor templo radica en la Calle 21, entre 20 y 22, (antes Calle José Martí y Calle Warren y Calle Ajuria), y contiguo al mismo la casa vivienda del pastor.

Las primeras expresiones de la religión bautista o baptista se reciben de pastores que a caballo predicaban por los campos del suelo palaceño. Los bautistas celebraron sus primeros cultos y bautizos en los hogares de sus fieles. De gran apoyo para la obra bautista en Los Palacios lo fue la Tía Jino Cargot, su familia y su vivienda en Paso Real.

La Iglesia Bautista de Los Palacios fue fundada en el año 1947, construyéndose su templo y casa pastoral en la Calle 21, esquina a la Calle 24, (antes Calle José Martí y Calle Céspedes). Fotografía: Luis J. Puentes (Pilingo).



A finales de los años cuarenta en las zonas rurales de Los Palacios comienzan a sentirse las primeras manifestaciones religiosas y proselitistas de la secta conocida por los Testigos de Jehová. Este grupo religioso cristiano fue fundado en el año 1872 en Pittsburg, Pensilvania, por el norteamericano Charles Taze Russell. La sede internacional de los Testigos de Jehová radica en Brooklyn, Nueva York. Los miembros de esta secta creen en la segunda venida de Cristo; se consideran seguidores de la cristiandad primitiva y ven en cada testigo a un ministro de Dios. Insisten en el conocimiento y estudio de la Biblia y en la absoluta obediencia a sus preceptos. Las enseñanzas de los Jehová son difundidas por sus miembros que predican de puerta en puerta y distribuyen folletos a los transeúntes en la calle. Las clases de estudios bíblicos son impartidas por lo general en hogares privados. Salones del Reino es el nombre que reciben los lugares donde celebran sus reuniones y asambleas.


Los Testigos de Jehová reconocen lealtad tan sólo al Reino de Jesucristo. Se niegan a saludar bandera alguna, aunque sea la de su patria, votar en elecciones, ser enrolados en el ejército, cumplir con el servicio militar o a expresar lealtad de cualquier modo a ningún gobierno. Este proceder les ha creado enfrentamientos y conflictos con las autoridades institucionales de muchos países. En el año 1954 en Los Palacios estableció un Salón del Reino en la Calle 25, (antes Calle Luis A. Fernández), en el lugar conocido por la Cuartería de Puentes. A partir de los años sesenta ante la negativa de sembrar tabaco, cumplir con el alistamiento en el servicio militar y otras leyes del Gobierno Revolucionario, fueron considerados enemigos de la revolución y una feroz persecución y acoso se cernió sobre ellos.


A los poseedores de tierras se les decomisó las mismas y obligados a vivir en lugares inhóspitos; los jóvenes que se negaban a ser reclutados en el servicio militar eran encarcelados. Todos aquellos, hombres o mujeres, que fueran sorprendidos predicando o en registros a sus viviendas se les encontrara la Biblia o materiales propios de su religión, además de ser decomisados estos materiales religiosos, fueron condenados a fuertes multas o privación de libertad, acusados del delito de posesión de impresos clandestinos.


Estas medidas represivas y de fuerza no lograron destruir o disminuir esta secta, que cada día crecían más en adeptos y se fortalecían en su fe. A partir del año 1990 una controlada tolerancia en las prácticas religiosas y de logias fraternales concedida por el Estado Cubano, también ha sido disfrutada por los Testigos de Jehová.


El metodismo, movimiento protestante fundado en Londres, Inglaterra el 1 de Mayo del año 1739 por el teólogo inglés John Wesley, llegó a territorio norteamericano muchos años antes de la Declaración de Independencia de este país el 4 de Julio del año 1776. De los Estados Unidos pasó a Cuba y al municipio de Los Palacios llegó en la década del año 1940. En Paso Real de San Diego se constituyó un templo para la práctica de esta religión en el año 1949. Siendo reconstruido totalmente por el pastor Ramiro Expósito en el año 1990. Fotografías: ARCHIVO (OGEPE).


El espiritismo que es un sistema por el cual se trata de establecer comunicación con los muertos, por lo general a través de un clarividente o médium, también tuvo asiento en Los Palacios y muchos, palaceños y transeúntes a veces, ejercieron de médium. Uno de los espiritistas que mayor tiempo estuvo ejercitando esta profesión en una consulta situada en la vetusta antigua colonia, en la Calle 23, (antes Calle Antonio Maceo), fue Domingo Fonte.


Muy en moda siempre estuvieron en Los Palacios los curanderos, que utilizaban para curar, además de la buena fe, una mezcla de medicina verde o natural ligada con rezos. Muy recordados en esta función Manuel Martínez y Antonio Martínez (Calinga el tintorero).


Nuevas formas de practicar el cristianismo en el seno de iglesias evangélicas llegaron a Los Palacios entre los años 1985 y 1990.

Se fundaron cuatro de estas iglesias en el municipio; dos en el casco urbano, una en Perico García y la otra en Paso Quemado. También en Paso Real existe un pequeño templo denominado “Los Guardianes de la Cruz de Cristo” y una casa de oración de esta religión en Los Palacios.


Bibliografía:- Alcedo, Antonio de. Diccionario geográfico-histórico de las Indias occidentales o América. 5 vols. Madrid: Imprenta de
-Benito Cano, Años 1786-1789.
- Periódico “El Esfuerzo”, Diciembre del año 1945. Año 3, No. 55.

viernes, 28 de mayo de 2010

Donde Nació el Primer Núcleo de Los Palacios...

Donde Nació el Primer Núcleo Poblacional de Los Palacios, Provincia de Pinar del Río

(Información tomada del libro "Jesús Nazareno de Los Palacios, 250 Años de Historia", del P. Joaquín Gaiga)

Escribía el destacado historiador pinareño Emeterio Santovenia: "Hasta la primera mitad del Siglo XVII en las ochenta leguas de extensión de la Vuelta Abajo reinaba la soledad. No había un sólo juez, ni un sólo sacerdote, ni un sólo pueblo. No se oía la voz de una sola campana. No se encontraba un sólo sitio destinado a labranzas de frutos comestibles. No existían caminos. Sólo existían las sendas abiertas por los cobrizos. Tiempos de cuero y de sebo fueran llamados aquellos en que únicamente la piel y la grasa de unas reses tenían valor comercial".

Sin embargo algo nuevo con respecto al desarrollo poblacional de nuestra provincia y nuestra zona ocurría en la primera mitad del Siglo XVIII, y vale la pena subrayarlo: el tabaco.

La producción tabacalera ya en el primer cuarto del Siglo XVIII era una de las fuentes de riqueza en Cuba. En el año 1717 se estableció la Real Factoría de Tabacos en La Habana. Pero hubo una reacción decidida a este proyecto de monopolio estatal de parte de los vegueros de los alrededores de La Habana. El capitán general Gregorio Guazo tuvo que reprimir con dureza la insurección de los vegueros. Algunos insurrectos fueron ejecutados y sus cadáveres colgados de los árboles en caminos muy frecuentados de la capital para público escarnio. El rigor de la sangrienta represión produjo el terror entre los labradores del tabaco más cercanos a la ciudad.

Muchos de ellos decidieron huir hacia la Vuelta Abajo; región donde la autoridad de la Corona apenas existía. "Criollos y naturales de Canarias encontraron en los campos de este territorio un terreno excelente para este cultivo".

Así no sólo se iba descubriendo lo que en adelante se habría revelado, sobre todo en la parte más occidental de la provincia, como la zona de producción del mejor tabaco del mundo, sino que "se actuaba una progresiva salida de la Vuelta Abajo de la etapa del pastoreo y, con el difundirse de las siembras de tabaco y otros cultivos, la población iba creciendo y vinculándose a la tierra". Se establecieron y fueron paulatinamente creciendo entonces los primeros pequeños asentamientos poblacionales. Pocas decenas de familias alojadas en humildes casas de tabla y de guano a transformarse, en poco más de dos siglos, en los pueblos o ciudades de decenas de miles de habitantes.

Ya antes del fín del Siglo XVII surgía Guanajay en el extremo oriental de la provincia, seguida por Consolación del Sur y Pinar del Río, en el occidente. ¿Y Los Palacios? Más o menos en aquel mismo período, en el Hato del Ciego se estableció un primer pequeño poblado del cual existen todavía huellas visibles, pero en el más completo abandono. Se trata de un sitio al este del pinar en la parte oriental de Los Palacios en un descampado de terreno baldío junto a pastos bastantes áridos. El terreno aparece además diseminado por las características piedras de la zona llamadas "mocorrero". Piedra muy compacta, áspera y porosa y con un alto contenido de hierro.

El lugar resultaría siniestro y escalofriante si alguien quisiese aventurarse en la noche. Entre zarzas de marabú y otros arbustos espinosos se ocultan antiguos pozos abandonados. Algunos de ellos ya completamente secos y transformados en macabros receptáculos de esqueletos de vacas y otros animales. En cierto punto de las inmediaciones se divisa como una pequeña plaza rodeada de restos, apenas visibles, de cimientos de antiguas casas hechas de la misma piedra, el "mocorrero" al cual aludimos antes. Por aquí y por allá se levanta alguna mata y el viento sacude el curioso follaje de la rara palma cana.

Uno de los pozos del antiguo asentamiento
del Hato del Ciego.
Aquí evidentemente vivieron nuestros antepasados europeos, primeros propietarios del Hato del Ciego o Sabana del Ciego que, si en el mes de Abril del año 1590 recibía como merced Juan Sánchez, en el año 1680 se encontraba bajo la juridiscción eclesiástica del sacerdote que ejercía los Santos Sacramentos en Consolación del Sur. Todavía la zona que se encuentra al sureste del pueblo de Los Palacios se llama "El Ciego" y, en la calle a la derecha del ferrocarril rumbo a La Habana, se encuentra todavía un pozo muy semejante a los descritos arriba y eficiente. En tiempo de sequía y falta de funcionamiento del acueducto público, se ha informado, que también sus vecinos lo aprovechan por lo menos para abastecerse de agua para lavar sus ropas o bañarse. Lástima que recientes obras de mantenimiento, hayan disminuido el nivel del agua que normalmente el pozo tenía. A causa de un incendio, ocurrido en el año 1705, quedaron destruídas las pocas casas de aquel primer humilde caserío y también una primera ermita edificada en el lugar. Cuando esto acontecía, según narra Esteban Pichardo, era arrendatario del Hato del Ciego Don Gaspar de la Cruz.

Un poco por el incendio, un poco más tarde por la llegada de los vegueros que se aprovechaban de las orillas del Río Macurijes (hoy Río Los Palacios), para regar su primeros cultivos de tabaco, el centro del nuevo pueblo naciente fue desplazándose siempre más hacia el oeste, es decir, más hacia las orillas del propio río.

Factores que Promovieron un Incremento Poblacional más Acelerado


Con el paso de los años, las sucesivas intervenciones y orientaciones favorecieron el incremento demográfico. Primero fue la publicación de dos reales Cédulas en el año 1798 que, en el marco de la dura pugna entre ganaderos y labradores que "constituía casi un estado de guerra en Cuba", ante todo estableció que "las tierras situadas en los márgenes de los ríos y precisamente las extensiones bañadas por las crecientes debían considerase bajo el dominio privativo de la Corona" y entonces podían ser adquiridas más fácilmente por los labradores".

En cuanto a que esta decisión favoreciera el incremento demográfico resultó el hecho que en 20 años (desde el año 1798 hasta el año 1818), la población de Nueva Filipina se triplicaba superando los 1,300 habitantes. Mientras Los Palacios alcanzaba los 593 habitantes y San Diego de Los Baños los 582. Otro hecho habría favorecido el aumento poblacional. Y fue exactamente, cien años después de la institución del monopolio de la Real Factoría, y su supresión por parte del Rey Fernando VII. Aunque los vegueros debían pagar al rey lo correspondiente a la vigésima parte de su cosecha, quedaban favorecidos con respecto a la situación precedente y alentados en su espíritu de iniciativa.

En fin, el incremento demográfico de la jurisdicción de occidente y del territorio de Los Palacios, encontró otro aliciente paradójicamente en la crisis que se produjo en Cuba a fines del primer cuarto del Siglo XIX (año 1825). A causa de la caída del precio del café y de ataques varios de piratas mexicanos y colombianos. Muchos labradores del café, cuyo cultivo se había extendido en la isla gracias, sobre todo, a la emigración de gente laboriosa de Santo Domingo, se iba difundiendo en la provincia en las lomas del Cuzco y en la Cordillera de los Órganos, y muchos labradores huyeron de los entornos de La Habana buscando mejores condiciones de trabajo en las vegas de la Vuelta Abajo.

Al sur y al norte, nuestro territorio resultaba hasta mediados del Siglo XIX, como el del "mayor desarrollo ganadero gracias a prósperas haciendas como las de Dayaniguas, San Juan del Guasimal, Puercos Gordos, Bacunagua, Santa Mónica, San Juan de Reyes, Limones y otros más al norte. Pero en la parte central del territorio empezaba la disolución de las haciendas ganaderas y el fomento de las vegas de tabaco. Nuestro buen tabaco denominado como de "Semi-Vuelta".

Según el Tomo XII de las Memorias de la Sociedad Patriótica de La Habana. (Ed. del año 1841): "Las riquezas de Los Palacios consisten en los productos de sus tabacos y colmenas y en la crianza de ganado mayor y menor. Las demás ramas de la agricultura del país están aquí en completo abandono". De hecho, la huida de los labradores del café hacia la Vuelta Abajo hizo redoblar y más que redoblar en 20 años los habitantes de Nueva Filipina.

El Río Los Palacios, Límite de las Jurisdicciones de Nueva Filipina y La Habana. Aumento poblacional del territorio


El tabaco, cultivo intenso y de minifundio, que requería muchos cuidados pero poco capital, y corto tiempo para que la hoja madurase y la cosecha pudiese ser recogida, fue preferido desde sus inicios comerciales por los hombres pobres del campo cubano que, siendo libres, podían decidir por si mismos su destino...Así surgieron pequeñas comunidades vegueras desde Guane hasta Mayarí. Las 4 mayores áreas tabacaleras tradicionales correspondían a: Vueltabajo (Pinar del Río); Partido (La Habana); Remedios (Las Villas) y Oriente (Bayamo y Marayí).

En el año 1758, se mencionaban las siguientes haciendas pertenecientes a Jesús de Nazarero del Ciego: Hacienda del Ciego, Bacunagua, La Sierra, El Sitio, Limones, Sabanilla, San Bartolomé, San Diego, El Hatillo, Macurijes, San Juan, Sacaleyes, Guaiquibá, Sabanas Nuevas, Guasimal, El Pinal y 3 Vegas.

Puente sobre el Río Los Palacios, en la Carretera
hacia el poblado de Paso Quemado. (Oeste).
Fotografía: Ángel González.

El día 23 del mes de Julio del año 1774, dictaba un decreto, el C. Gral., de Cuba, Marqués Felipe de Fonsdeviela, según el cual quedaba constituída la Jurisdicción de Filipina o Nueva Filipina que comprendía todo el territorio situado entre el Río Los Palacios y el Cabo San Antonio. El territorio al este del propio río pertenecía a la jurisdiccíon de La Habana. Por consecuencia además: el territorio palaceño al occidente del río pertenecía al Partido de Consolación del Sur y el ubicado al oriente del río, pertenecía al Partido de Santa Cruz de Los Pinos. Vale recordar que San Diego de los Baños, entonces pertenecía a la jurisdicción de Nueva Filipina. El río Los Palacios constituía el límite de las dos estructuras administrativas hasta el año 1847.
Vista del actual Río Los Palacios, a su paso por
el pueblo, con su caudal disminuído, debido a la
construcción del embalse.
Fotografía: Ángel González.
El río Los Palacios dividía al pueblecito de Los Palacios también en lo eclesiástico. Pues quedaban bajo Consolación del Sur los feligreses que vivían al oeste y bajo Santa Cruz de los Pinos los que vivían al este del río, que eran casi la totalidad. El río Los Palacios se transformaba en límite significativo también con relación al cultivo del tabaco. Pues "los tabacos más excelentes por fragancia y calidad se producían al oeste de dicho río, y un poco más ásperos resultan los que se producían al este".

jueves, 13 de mayo de 2010

Mapas, mapas y más mapas...

MAPAS, MAPAS Y MAPAS...

Mapa de la Provincia de Pinar del Río, antes de la década
de los años 1960's, hasta los Términos Municipales de
Guanajay y Mariel, por el Este.

Mapa de la Provincia de Pinar del Río, a partir de la década
de los años 1960's, hasta los Términos Municipales de
Bahía Honda y Candelaria, por el Este.



Actual mapa de la Provincia de Pinar del Río,
(Junio, 2010), con los límites por el Este con
la nueva creada Provincia de Artemisa, que sumó los
municipios pinareños de Candelaria, San Cristóbal
y Bahía Honda, que tendrán como capital
a Artemisa.


Sistema de asentamientos humanos (Comunidades),
 a partir de la década de los años 1960's., con el agrego de
San Diego de los Baños. Mapa del Término Municipal
de Los Palacios, enviado al Director del Censo en el
año 1943.






















Comunidades que abarca la Parroquia
Jesús Nazareno de Los Palacios,
incluyendo San Diego de los Baños.

Plano del Pueblo de Los Palacios, antes de la
década de los años 1960's.



Plano del Pueblo de Paso Real de San Diego,
antes de la década de los años 1960's.

domingo, 25 de abril de 2010

El "Humillante Albergue"...

El  ¨Albergue de las Brigadas Johnson¨

Una experiencia personal

Por Osvaldo Gotera Perugorría

Desde hace muchos, muchos años, hemos acariciado la idea, de escribir algo relacionado con este episodio en nuestra vida, que hubo de grabarse muy fuertemente en nuestra memoria, ya que en aquellos momentos nuestro futuro inmediato y el de nuestra familia, de pronto y sin esperarlo, aparecía en el limbo y que llamaremos “EL HUMILLANTE ALBERGUE”.  La idea en cuestión tomó un lugar muy por debajo en nuestras prioridades al llegar a los Estados Unidos (la ciudad de Chicago), en el año 1969. La necesidad de establecernos y encausar de nuevo nuestra vida en unión del resto de la familia, en un ambiente completamente distinto en muchos aspectos, distinto por completo al que teníamos en Cuba, como es natural pasó a ocupar toda nuestra atención. Ahora, treinta y cinco años después, me he decidido a llevar al papel lo ocurrido confiando en la memoria, que espero no nos falle.

Uno de los principales motivos para decidirme a escribir estos apuntes fue el de poder dejarle constancia escrita, a mi querido nieto Daniel Tomás, (My friend), de estos acontecimientos, para que en un futuro pueda mostrarle a sus hijos (mis biznietos), un episodio más de la existencia de la familia.

Nos ha resultado últimamente bastante difícil  encontrar  información en cualquier medio,  ya sea escrito,  electrónico,  etc.,  sobre la existencia de las llamadas Brigadas Johnson,  destinadas para las personas que solamente habían cometido el "delito" de haber presentado sus documentos para salir del país. Creemos firmemente, sin embargo, que estos  hechos tengan que ser registrados y mencionados para la historia. No pueden quedar en el silencio eterno.

Un poco de historia. En el año 1965, Fidel Castro dijo que abriría un pequeño puerto pesquero en el norte de la provincia de Matanzas que recibiría embarcaciones en las que podrían salir los cubanos que así lo desearan. El reto fue aceptado y en menos de una semana unas doscientas embarcaciones anclaban en Camarioca para recoger a los cubanos que  esperaban por abandonar la isla.

El festín duro poco más de un mes. Se registraron trágicos percances ocurridos en alta mar, donde perdieron la vida muchos cubanos que abandonaban el país por el Puerto de Camarioca.  En estas condiciones Washington y La Habana acordaron un Puente  Aéreo  entre Varadero y Miami que sacaba como promedio de la isla unas 3,500 personas mensuales y que cuando concluyó en el año 1973 había transportado hacia Estados Unidos más de doscientas cincuenta y cinco mil personas. Aquellos denominados ¨Vuelos de la Libertad¨, fueron paradójicamente la base sobre la que se establecieron por el régimen las Brigadas Johnson, un sistema de esclavitud que se extendió por años y que violentó los derechos de forma directa o indirecta a cientos de miles de cubanos.

Las Brigadas Johnson estaban integradas por hombres y mujeres solteros, o jefes de familia, que habían expresado su deseo de salir de Cuba y que habían cumplido ante las autoridades los trámites pertinentes. Los familiares que quedaban en las casas perdían sus empleos regulares y padecían en no pocas ocasiones el ostracismo de familias y amigos que no querían ser asociados con un traidor. Hubo muchos que siguieron siendo fieles al amor familiar y a  la amistad, pero es imposible negar que el miedo venció y transformó los buenos sentimientos de muchas personas. Entre aquellos hombres y mujeres estaba representada toda la sociedad cubana de la época. Profesionales, obreros, campesinos, amas de casa, estudiantes. Eran obligados a trabajar en faenas ajenas a sus funciones habituales, en su mayoría en labores agrícolas. Alojados en barracones que se encontraban en pésimas condiciones sanitarias. Vigilados y controlados a cambio de que le reconocieran el derecho de salir del país, cumplían un castigo que fluctuaba entre los tres y cinco años. Los alimentos eran pocos. El trabajo duro, pero en cierta medida preparó a aquellas personas para enfrentar las vicisitudes de una vida en una sociedad diferente, con lengua distinta y con grandes posibilidades de no poder, por lo menos por un período de tiempo, trabajar en lo que estaban preparados. Se les concedía un permiso cada dos semanas de trabajo continuo.  Solo entonces les era permitido reunirse con los familiares que no habían sido castigados.
 
Esta es nuestra historia. Terminándose el año 1965, residíamos en unión de mi querida Hilda y nuestro querido hijo Osvaldo Lázaro (Pupy), del cual estábamos muy orgullosos por su ejemplar carácter y sus condiciones personales y dedicación al estudio, en la calle Ramón Cruz No. 2001, (actual Calle 19), en el nunca olvidado pueblo de Los Palacios, en la Provincia de Pinar del Río, Cuba. Trabajaba en el Centro Regional de Acopios del vecino pueblo de San Cristóbal, cuyas oficinas se encontraban en la Calle Real (entonces Carretera Central Habana-Pinar del Río), frente a lo que en aquellos momentos era el policlínico local. Hilda, desempeñaba sus funciones entre otras actividades educacionales, en el Centro Escolar Fortuna Medel, situado en la esquina que formaban las calles Piñera y Ramón Cruz, (actuales Calles 26 y 19), como maestra de enseñanza primaria de segundo grado. Pupy asistía a la Escuela Secundaria, situada en local que ocupó el Ayuntamiento Municipal, en la Calle Antonio Maceo, (actual Calle 23).

Cuando el gobierno, a través de sus autoridades correspondientes dispuso, despúes de los trágicos percances ocurridos en alta mar, donde perdieron la vida muchos cubanos que abandonaban el país por el Puerto de Camarioca, cuando familiares venían a buscarlos en embarcaciones alquiladas, que todas las personas que deseaban salir del país, podían hacerlo mediante la presentación de los documentos correspondientes, (¨Vuelos de la Libertad¨), estipulando ciertos requisitos, como  la reclamación  de familiares residentes en los Estados Unidos, nuestra familia tomó la decisión de solicitar nuestra salida del país, a finales del año 1965, teniendo en cuenta que las condiciones políticas y educacionales existentes no nos eran favorables, de acuerdo con nuestros puntos de vista.

Aunque sabíamos que nuestra actitud traería consigo ciertas condiciones adversas para nuestra familia, nunca pensamos que se llegaría a los extremos a los cuales se llegó, con las personas que tan sólo abandonaban el país por convicciones propias, sin haber cometido delito alguno, eran enviados a realizar trabajos en la agricultura, para los cuales no estaban preparados. Para permitir el éxodo, una de las regulaciones estipulaba que los varones de edad militar (15 años cumplidos) no podían marcharse del país, lo cual hizo que se redujera la cantidad de personas que podían hacerlo, debido a que los padres con hijos de esa edad, o las esposas de estos, tampoco estaban en la disposición de abandonar a sus seres queridos. Considerando lo anterior, presentamos también nuestra solicitud de visa al gobierno español para nuestro hijo Osvaldo Lázaro, para nuestro sobrino Juan Carlos y para mí, para viajar a los Estados Unidos vía España, teniendo en cuenta que la salida por el Puente Aéreo podía demorarse (como así sucedió para el resto de la familia) y el permiso para nuestro hijo sería negado. Mencionaremos que nuestro hijo tenía catorce años y medio, cuando nos llegó el permiso de salida vía España.
 
Transcurrieron dos o tres meses en cierta “normalidad”, desempeñando todos nuestras acostumbradas actividades. De pronto, recibimos una citación para asistir a una reunión en el Club Hispano Cubano, situado en la Calle Antonio Maceo, (actual Calle 23), esquina con la calle Serafín García, (actual Calle 28), (la antigua sociedad, como le llamábamos), con el fin de formar el Cuerpo de Milicianos de la localidad. Entre los asistentes a la reunión se encontraban varios amigos y conocidos que también habían presentado sus documentos con el objeto de abandonar el país, entre ellos el hermano de la Resp. Logia “Montecristi” René Hernández (Renito), Manuel Hidalgo (El Chino), Juan Antonio Cabezas (Cuco el Moro), Roberto Fernández (Berto), Raúl Ramírez (Yuly), Minito Labrador y otros cuyos nombres escapan a nuestra memoria. Uno de los dirigentes de la reunión planteó al principio de la misma, que aquellos que tenían pensado abandonar el país, podían entregar las citaciones que habían recibido y podían marcharse. Así lo hicimos.

Seguimos desempeñando nuestro trabajo en el Centro Regional de Acopios como de costumbre. A la tercera semana de efectuada la referida reunión, presenciada por miembros del Partido Comunista Local, nuestro supervisor o jefe inmediato, que no era de la zona, cuyo nombre no recordamos, que dicho sea de paso, nos trató con respeto y en ningún momento puso en tela de juicio nuestra intención, nos comunicó que de acuerdo con disposiciones superiores, yo perdería mi trabajo por motivos de nuestra intención de abandonar el país, pero que él me agradecería que yo permaneciera en el trabajo hasta tanto tuvieran disponible a la persona que lo ocuparía en mi lugar. Teniendo en cuenta que en situaciones similares, se le exigía a quienes abandonaban el país, entregar lo que habían devengado correspondiente a sus salarios, durante el tiempo que permanecían en el trabajo desde su presentación hasta su salida, le hice la observación. Me comunicó que no había problemas, que cuando dejara el trabajo definitivamente, me entregaría una carta estipulando el motivo de mi extra permanencia. Un mes después, llegó mi sustituto, recogí mi carta y quedé sin trabajo. Poco tiempo después, Hilda fue dada de baja también como profesora, en unión de otros maestros y maestras, por el mismo motivo de abandonar el país. El documento de separación estipulaba que era "por ser traidor a su país" y "por unirse a las filas enemigas". Entre ellos Manuel Hidalgo, María de los Angeles Figueroa, Carmen Toledo, Maria Guerra y otros muchos más. También se me comunicó por el responsable de turno, que no podía seguir formando parte del comité que administraba el estadio de béisbol Coronel Rosendo Collazo, desde su fundación y por consiguiente del equipo de béisbol Deportivo Palacios. Poco a poco fuimos descubriendo lo que el sistema nos tenía reservado. Ante todo, se nos despedía de nuestros trabajos y quedábamos sin ingresos de ningún tipo.

En estas condiciones, sin entrada económica al perder nuestros trabajos, nos dedicamos, como muchos habitantes de Los Palacios, a buscar otros medios de subsistencia. Hilda, con nuestra ayuda tratando de encontrar los ingredientes necesarios que cada día resultaban más difícil encontrarlos, hacía batidos de frutas, panetelas, pudines, que vendíamos en la casa y a ciertos restaurantes de la localidad. Mucho hemos agradecido siempre a los hermanos masones José María Fernández, José C. Pedroso (Lencho) y Juan Remigio, propietarios de éstas “fondas”, por ayudarnos, comprando nuestros productos que vendían en sus locales. Recordamos a nuestro hijo, en bicicleta, repartiendo estos productos y vendiendo algunos a la hora del recreo en el Centro Escolar.


Mapa de la zonas señaladas.
Esta situación no pudo continuar por mucho tiempo, ya que los ingredientes y el combustible que necesitábamos para confeccionar estos productos, llegaron a desaparecer del mercado “negro y blanco”. Hicimos otros trabajos, entre ellos, recogida de abono en las polleras, (en unión de René Hernández, Carlos Vázquez y Evelio Chamizo). Comenzamos a trabajar con Francisco del Pino y su hermano Modesto, que se dedicaban a realizar trabajos de agrimensura y topografía, midiendo tierras, estableciendo los famosos “planes lecheros”, etc., etc., en varios lugares de la provincia de Pinar del Río, como Santa Mónica, Artemisa, Consolación del Sur, Alonso Rojas, Guanajay, Cayajabos y Mariel (Henequenera).

 
También trabajaba con los hermanos Pino, el hermano masón René Hernández (Renito). Formaba parte del grupo Leobel. Este último vivía en una de las construccíones más antiguas del pueblo, localizada en la Calle Antonio Maceo, (actual Calle 23), casi al frente de la Iglesia Católica y padecía de unos ataques epilépticos muy fuertes. A propósito, tiempo después, murió ahogado después de sufrir uno de esos ataques, cuando pescaba. Era un experimentado pescador submarino, utilizando una “rústica escopeta” con una fija puntiaguda. En varias ocasiones lo vimos hacer uso de sus cualidades en este sentido. Dos veces experimentamos situaciones no muy agradables, cuando hubo de sufrir dos de estos ataques epilépticos, cuando estábamos trabajando en Santa Mónica y en Artemisa.
Foto del Jeep, donde tuvimos el accidente.
Fotografía Archivo (OGEPE).
Entre situaciones difíciles que se presentaban y pequeños accidentes de miembros del grupo, especialmente por motivo del trabajo, sin tomar en ocasiones  ciertas precauciones, recordamos que sufrimos una lesión en la mano izquierda, cuando al bajarnos del jeep, el anillo que yo usaba se quedó insertado en uno de los tornillos que sobresalían de uno de los asientos del jeep que se encontraba en movimiento.  Cuando el jeep en definitiva se detuvo, ya el anillo me había cortado bastante profundo uno de los dedos. Regresamos al pueblo y tuve que ir al policlínico donde recibí las atenciones correspondientes.

A principios del año 1968, estando trabajando en la zona de Artemisa, recibimos notificación del departamento correspondiente, así como todos aquellos que habían presentado los documentos para salir del país, que debíamos presentarnos para ser enviados a trabajar en distintas granjas o cooperativas de la zona, que necesitaban ayuda para sus trabajos agrícolas, hasta que nos llegara la salida. Una vehículo tirado por un tractor, nos esperaba en ocasiones , en la popular Esquina de Bárcenas y nos llevaba a desarrollar el trabajo que se nos tenía asignado, exhibiéndonos por las calles principales del pueblo. Otras veces el trabajo se desarrollaba en la Granja Avícola, que se encontraba en la antigua carretera al Entronque de Los Palacios. Regresábamos por la tarde a nuestros hogares. La retribución por los trabajos realizados era la mínima.

Estuvimos haciendo estos trabajos agrícolas, en las mismas condiciones, por unos cuarenta y cinco días más o menos, de lunes a viernes. Este tipo de trabajo incluía siembra y saque de yuca, el riego de abono, guataqueo de plátanos, chapeo, descarga de camiones, etc. De este primer grupo de Los Palacios, recordamos a Minito Labrador, Crescencio Hano (Guay), Félix Puig (Chaveta), Juan A. Cabezas (Cuco el Moro), Roberto Fernández (Berto), Viera, Mantilla, los campesinos Ventura y Suárez y Caridad García.

A pesar de las condiciones existentes, en ocasiones todavía teníamos motivos para reirnos, tratando de olvidar un poco. Recordamos que entre el grupo de Los Palacios, los habían empleados, maestros, oficinistas, camioneros, campesinos, etc. La mayoría de nosotros no estaba acostumbrado a este tipo de trabajos, por lo cual en raras ocasiones podíamos terminar nuestra tarea diaria asignada, por nuestros solos esfuerzos. Esos surcos de 18 cordeles eran terribles. Las campesinos miembros de nuestro grupo, acostumbrados a este tipo de labor, no experimentaban problema alguno. Terminaban sus tareas y venían después a ayudarnos a terminar la nuestra. Gesto de gran hermandad, que mucho agradecíamos. Entre ellos, Ventura, Suárez, (hijo de Pelusio Suárez) y Caridad García.

Como se comprenderá, la producción agrícola disminuía con nuestra intervención así como resultaban dañadas las técnicas de cultivos, pero esto bien poco importaba a los "responsables", ya que el propósito era otro: la humillación era lo importante.

Un día se nos comunicó que debíamos asistir a una reunión en la antigua Sociedad de Recreo La Tertulia, en el pueblo de San Cristóbal y aunque ya sabíamos entonces que la reunión era para albergarnos, desconocíamos donde estaba localizado el local, y no fuimos muy preparados a la cita, en tal sentido. Esto nos consternó a todos y realmente comprendimos que nuestra situación era más difícil de lo que pensábamos, no teniendo otra alternativa que aceptar las condiciones que habían establecido, o poner en riesgo nuestra decisión de abandonar el país. En la reunión no solamente estaban presentes los vecinos del Término de Los Palacios, que querían abandonar el país, sino también aquellos de los vecinos pueblos de San Cristóbal y Candelaria.

Después de recibir instrucciones al respecto, nos condujeron en varios camiones al lugar que sería nuestro “Albergue”, hasta tanto nos llegara la salida del país. Estaba situado en el Término Municipal de San Cristóbal (lugar conocido por Los Tres Cuartos), que estaba hacia el sur, y se utilizaba para llegar a dicho lugar, la carretera que pasaba por el antiguo Central San Cristóbal. Una especie de “omnibus” adaptado, pasaba cerca del lugar diariamente, partiendo del pueblo de San Cristóbal.

El lugar comprendía una construcción que servía de-dormitorio, con paredes de madera sin divisiones, con techo de guano, con una puerta principal al frente y una puerta al fondo y varias ventanas. Este dormitorio estaba lleno de camas dobles de alambre, (literas) sin sábanas u otro tipo de ropa de cama. Al lado del terraplén que conducía al lugar y frente a nuestro “dormitorio” existían dos casas, donde vivian los que fueron nuestros “responsables” con sus respectivas familias. Estos “responsables” en definitiva no tenían malos sentimientos y tan sólo recibían órdenes. A uno de ellos le llamaban Perico, y según algunos de los albergados no sabía leer. Al fondo, a la izquierda del albergue, un inodoro, que tal parece correspondía a la construcción cuando era ocupada como vivienda personal. Bien al fondo, una construcción de solamente tres paredes, que servía como servicio sanitario y baños, sin techo. A la izquierda de la construcción principal existía un local que parecía haber sido una carnicería y al fondo de la misma, se encontraba el local que hacía las funciones de cocina. Hacia la izquierda del dormitorio, por el terraplén, existía una casa vivienda en la cual se vendían ciertos artículos.

Al bajar de los camiones se nos entregaron sacos que todavía contenían azúcar, para que lo utilizáramos como ropa de cama (almohadas y colchones) para dormir. Habia que sacudir fuertemente los sacos para sacarle toda la azúcar que todavía contenían. Muchos llenamos los sacos con hierba que crecía en los alrededores, para pasar aquellas primeras noches, hasta que pudiéramos conseguir algo mejor.

Nos despertaban temprano. La alimentación era poca, pésimamente elaborada. El desayuno: café, tan claro que podía verse perfectamente el fondo del jarro que utilizábamos para tomarlo. Salíamos a realizar el trabajo designado cada grupo en fila india, vigilados por los “responsables”. Regresábamos a “almorzar”. Volvíamos al campo y regresábamos tarde, para bañarnos y “comer”. La primera semana resultó bastante desagradable. Trabajábamos cinco días a la semana. Regresábamos a nuestros hogares, el sábado en la mañana y el domingo en la tarde teníamos que estar en un lugar determinado, donde nos esperaba un camión que nos llevaba de nuevo al albergue. En dos oportunidades tuvimos que estar albergados por quince días consecutivos sin venir a casa. No obstante, estábamos “mucho mejor” que muchos otros que fueron enviados más tarde a la zona norte de la provincia y hasta lugares más lejanos, y no regresaban a sus hogares hasta un mes y algunos más de dos meses.

Decíamos que la primera semana fue bastante difícil, porque cuando llegamos al albergue por primera vez, no estábamos preparados para la situación que se nos presentaba. El tiempo que teníamos libre en el fin de semana, lo utilizábamos para buscar ciertos alimentos y cocinarlos y llevarlos al albergue para comer en la semana siguiente. Muchos alimentos solamente podían durarnos hasta el martes o miércoles, pero conseguíamos otras cosas que nos ayudaban a pasar la semana sin depender solamente de lo que nos ofrecían en la cocina del albergue, lo cual no era precisamente algo de nuestro agrado. Los miembros del grupo que permanecíamos más unidos, es decir, los que estábamos más cerca unos de los otros en el albergue, por motivos que nuestras literas estaban cercas y porque nos conocíamos de antemano, hacíamos café después de comida y escuchábamos todas las noches la hora radial de la Voz de América, para conocer el movimiento de los números de los núcleos que estaban saliendo del país, así como cualquiera otra noticia, para ver si mencionaban nuestros números. Cuando le llegaba la salida a uno de los albergados lo celebrábamos y todos felicitaban al agraciado, deseándole buena suerte.También para la segunda semana conseguimos alguna ropa de cama como sábanas y colchones, etc.

El trabajo agrícola consistía más o menos, como cuando estábamos en Los Palacios, aunque en esta ocasión hubo de incluirse el corte de caña. También la siembra y guataqueo de caña, riego de abono, etc. Los trabajos no eran siempre en la zona cercana. En ocasiones nos llevaban en camiones el día completo y almorzábamos en comedores de las granjas. Precisamente, recordamos muy claramente, que en una de estas ocasiones, cuando el camión que nos llevaba atravezaba por el pueblo de San Cristóbal, experimentamos una de las emociones más tristes que recordámos de todo lo relacionado con el albergue. Nuestro hijo Osvaldo Lázaro, solía asistir a unas clases de música (saxofón) en San Cristóbal, dos veces a la semana. Él se encontraba en la parada de omnibus, esperando regresar a Los Palacios. Al verlo, tuve que hacer esfuerzos sobrehumanos para no permitir que las lágrimas invadieran mis ojos, pues nos sentimos muy emocionados, al pensar en nuestra difícil situación. El estado de ánimo en el albergue era en ocasiones bastante emotivo. En varias ocasiones, vimos a hombres que poseían un carácter sólido y fuerte, con lágrimas en los ojos, imposibilitados, al verse en una situación en la que no se vislumbraba una salida inmediata. Cuando se está en la cárcel, el preso sabe que en una fecha determinada saldrá en libertad. Nosotros no sabíamos que tiempo íbamos a estar en esta situación, ya que la salida del país, dependía de innumerables factores ajenos a nuestro conocimiento y control. Todo este proceso tenía el propósito mefistofélico de destruirnos mentalmente y humillarnos fisica, moral y espiritualmente, creando la inestabilidad en nuestro modo de vivir.

Pero, ¿saben qué? A pesar de todo, nosotros aprendimos bien pronto a adaptarnos a las nuevas y “especiales” condiciones y al cabo de cierto tiempo generar cierta “estabilidad”, y tener nuevas esperanzas para gran sorpresa de los “responsables”. También contábamos con el inmenso apoyo y respaldo del resto de nuestras familias, que era muy importante y resultó un factor decisivo en nuestra perseverancia.

El verano estaba en su apogeo. El calor era bastante intenso en el campo. Una semana, el trabajo que nos designaron era el de guataqueo de caña, algo así como voltear la paja de caña, que se calentaba sobremanera. El martes de esa semana comenzamos a experimentar una sensación de calor y picazón en la parte superior de los pies (empeine). Ya para el jueves tenía una apreciable inflamación en los dos pies, que estaban bastante colorados. Con tal motivo, solicité un permiso para ir al médico, que me fue otorgado por el responsable correspondiente. Cuando llegué a Los Palacios, fui enseguida a ver al Doctor Pozo, hermano masón, que me atendió y me recetó ciertas medicinas y fomentos, etc. etc., y sugiriéndome que descansara por una o dos semanas, y me extendió el certificado correspondiente que tenía que presentar en el albergue cuando regresara, según lo exigido por los responsables.

En uno de los comedores de los planes
lecheros. A la derecha, Renito.
Fotografía Archivo: (OGEPE).
Un sábado, precisamente cuando estaba acostado en la cama en mi casa descansando, llegó por la ventana del cuarto el cartero Rogelio, hijo de Marino Cruz, entregándome un telegrama que solicitaba que me presentara a la mayor brevedad posible en la Jefatura de Policía de Artemisa. No esperé para mañana, aunque no sabíamos de que se trataba. Salí enseguida para Artemisa, a pesar de no sentirme bien por completo. Presenté el telegrama y un miembro de inmigración me notificó que había sido trasladado a la Granja Patricio Lumumba (antigua Compañia Agrícola Las Vegas), y ponerme a la disposición del Ingeniero José del Río (Pepe), para realizar trabajos de topografía necesario en las granjas y cooperativas de la provincia.
 
Cuando nos albergaron al principio, habíamos hablado con Pepe, para que si tenía la oportunidad, hiciera cierta gestión con las autoridades correspondientes para solicitar nuestros servicios, teniendo en cuenta que yo ya había realizado este tipo de trabajo anteriormente y tenía cierta “experiencia”. Nuestro agradecimiento eterno para el estimado José (Pepe) del Río.
En la zona del Canal de Santa Mónica:
De izq., a derecha, Renito, el que suscribe,
Antonio Fiallo, Pablo y José Machó.
Fotografía Archivo: (OGEPE).
El domingo fui a ver a Pepe y el lunes ya comenzamos a trabajar en unión de los miembros del grupo: José Machó, Antonio Fiallo, (hijo de Titico), Machito (hijo de Machó el zapatero) y Cuqui Ruenes que manejaba el jeep. El primer trabajo fue en Alonso de Rojas, en unas siembras de arroz y planes lecheros. Teníamos que visitar las oficinas de la Granja Patricio Lumumba todos los lunes, para que supieran que estábamos trabajando en el lugar. También cuando regresábamos a casa al final de la semana. El trabajo era de lunes a viernes, aunque Pepe tenía absoluto control en el trabajo. Como es natural, nuestro ingreso económico era mucho mayor en esta situación, tanto cuando nos pagaban por el trabajo realizado o cuando nos pusieron a sueldo y teníamos que ir a cobrar a las oficinas correspondientes recibiendo en esta oportunidad una cantidad ya asignada de antemano, como resultó al final.

Para adelantar más en el trabajo, se trajeron unos caballos, (idea de Pepe), los cuales teníamos que bañar después de terminar los trabajos del día. Uno de estos caballos era propiedad de José Machó. Antonio y Machó llevaron los caballos desde Los Palacios, hasta la zona de Alonso Rojas, atravezando la zona de Paso Real, Santa Mónica y terrenos pertenecientes al Término Municipal de Consolación del Sur. Después de dejar la Granja Patricio Lumumba, nos dirigíamos hacia Alonso Rojas, donde Pepe, dejaba su automóvil en la casa de un amigo de apellido Llanes, antiguo cosechero de arroz, cuya hija y esposo, también tenían presentados sus documentos para salir del país. Desde allí en el jeep, íbamos tierra adentro hacia el sur, con terrenos ya de una nivelación igual al nivel del mar. El lugar donde dormíamos estaba bastante solitario. En esta ocasión, solamente existía un comedor, cuyos empleados, al caer la tarde, regresaban a sus casas en Alonso Rojas o Consolación. Regresábamos antes que el comedor cerrara. Se hizo después costumbre que lo primero que hacíamos cuando llegábamos a un lugar a realizar un trabajo, era preguntar donde estaba situado el comedor y establecer contacto con los cocineros y explicarles nuestra situación. En muchas ocasiones nos guardaban la comida, que después de un buen día de trabajo, nos sabía a gloria, cualquiera clase que fuera. El baño tenía lugar entonces tarde en la noche.

Estando en este lugar, si terminábamos temprano, regresábamos al dormitorio, nos bañábamos, comíamos, hacíamos un cafecito (café que conseguíamos en el pueblo entre todos) y nos íbamos a tratar de pescar algo en un arroyuelo que existía cerca del lugar. No podíamos estar mucho tiempo, ya que de pronto sentíamos un ruido que iba aumentando por momentos, procedente de la costa. Eran los mosquitos que venían en grandes cantidades y teníamos que correr y meternos bajo los mosquiteros en nuestras camas. En esta zona tan extensa, se realizaron innumerables y diferentes trabajos. Cuando estábamos bastante distante del comedor, Cuqui Ruenes en el jeep nos llevaba el almuerzo, si ello era posible. Cuando no teníamos utensilios para comer, pues hacíamos cucharas de la cáscara de la caña. En varias ocasiones pasamos mucha sed, pues nos alejábamos mucho del territorio que estaba habitado sin ríos ni arroyos y el agua que teníamos se nos terminaba. Se realizaron muchos trabajos en diferentes regiones de la provincia.

Queremos dejar constancia de algo que a simple vista no pueda tener mucha importancia para algunos, pero para nosotros fue y será siempre algo muy, muy importante. El pueblo sabía que nos íbamos del país, nuestra situación era muy especial. Cuando no teníamos trabajo por motivo de lluvias, etc., y estábamos en el pueblo, nos veíamos impedido de asistir a ciertos lugares, por motivo de que éramos visto mal por las autoridades. En ocasiones fuimos advertidos en ciertos lugares que acostumbrábamos a visitar, que nuestra presencia no era bien recibida, pues habían sido notificados al efecto por dichas autoridades. Un pueblo que tanto queríamos, nos rechazaba de cierta forma. Mucho aprendimos de la condición humana, maltratada por la política. Sin embargo, siempre contamos con el respaldo absoluto y el amor fraternal de los queridos hermanos de la Resp. y Meritoria Logia "Montecristi", a cuyas sesiones asistíamos todas las semanas. Descubrimos que varios de nuestros "amigos", nunca lo fueron. Hemos encontrado algunos en los Estados Unidos, algo "arrepentidos" de su forma de actuar en aquellos días.

En una ocasión, Pepe nos envió a Machó, Antonio y a mí, a medir un campo sembrado de arroz, por varios días. Él nos recogería al final de semana o enviaría a Cuqui Ruenes para hacerlo. Uno de esos días cuando estábamos en medio del campo de arroz, llegó un avión fumigando. No teníamos conocimiento de esto. Lo único que podíamos hacer era meternos hasta los hombros, en uno de los canales de riego que existían dentro del campo hasta que pasara el avión en uno de sus pases de riego de productos químicos. Nos ayudó que usábamos unos amplios sombreros. Tan pronto pasó el avión salimos corriendo hacia la orilla más cercana del campo. Esta situación presentó cierta condición peligrosa.

A principios del mes de Noviembre del año 1968, cuando llegamos al pueblo procedentes de Alonso de Rojas, al final de semana, cuando fuimos guardar parte de los equipos que utilizábamos haciendo nuestros trabajos, en la casa de los padres de Antonio Fiallo, se nos comunicó que habían visitado nuestra casa los miembros de inmigración y que nos había llegado el permiso de salida para España. Iniciamos  de inmediato el arreglo de los documentos correspondientes, pasajes, etc. El permiso de salida era para mi sobrino Juan Carlos, que tenía entonces 9 años de edad, nuestro hijo Osvaldo Lázaro y para mí.  El resto del núcleo tendría que esperar la salida por vía de Varadero, en los Vuelos de la Libertad, lo que ocurrió en el mes de Marzo de 1969.

La salida se señaló en definitiva para el día 3 del mes de Diciembre. Nos acompañaban en el vuelo nuestro querido amigo Manuel Hidalgo (el Chino), y su querida mamá Cristina. También uno de los albergados en San Cristóbal y su familia, que solamente recordamos con el nombre de Lin. En Madrid, España, dio comienzo otro episodio de nuestro peregrinaje.

Pese a la bruma del tiempo que lo desdibuja y a la benigna nostalgia con que suele mirarse el pasado, miles de mis contemporáneos todavía pueden evocar las pésimas situaciones experimentadas en “El Humillante Albergue”. Esparcidos por todo el mundo, residiendo en varios países, muchos han desaparecido de la faz de la tierra, sin haber podido regresar a su querida patria, pero han dejado sembrada la semilla del cubano digno, que prefirió emigrar y comenzar de nuevo, dejando detrás bienes y sobre todo familias, por no aceptar las condiciones existentes. Esta historia la vivieron tantos y tantos cubanos a lo largo y ancho de nuestra isla, en algunos casos con un trágico final, representado por pérdidas de vidas, de quienes sin cometer delito alguno se vieron expuestos a situaciones difíciles y humillantes.

Esta memoria, aunque parezca muy personal, es, sin embargo, parte de la historia colectiva de nuestra patria. El propósito que me ha motivado a narrarla es para que no se olviden sucesos de los que ya hoy raramente se habla, y que quede constancia de los muchos abusos de que fue objeto tan alto número de cubanos --entre los que nos contábamos-- por el sólo hecho de querer abandonar nuestro país, donde existía un sistema imcompatible con nuestro modo de pensar, derecho primordial e inalienable de todo ser humano.

Escribir sobre estas cosas no es fácil. Evocar estos años crea dolor. Nos hace daño, porque es casi volver a vivirlos. Fueron demasiado lacerantes. Si regresamos a aquella situación de la mano de los recuerdos, chocan los unos con lo otros, las ideas pierden su rumbo, algo nos oprime el pecho y no escribimos con claridad. La obsesión por narrar la experiencia con exactitud, reflejar el color del temor, el orgullo y el desafío, nos embarga.