PALACEÑOS (2)
Cayetano Guerrero González
Por Jesús Marcos García
En una oportunidad, en respuesta a una manifestación insolente, el Generalísimo Máximo Gómez, a cierto personaje le expresaba: “La Historia de Cuba en cualquier momento se puede escribir sin hacer mención de tu persona. Ahora, trate usted de escribir esta historia sin mencionar a este viejo”.
Así sucede, no solamente en la historia de una nación, sino también con la historia y desenvolvimiento de instituciones y organizaciones de proyecciones sociales, fraternales, educativas, recreativas, caritativas y de cuanto ha creado el hombre en su paso terrenal en busca de una vida más placentera y dinámica. Aún dentro de la célula más pequeña de una sociedad: La familia.
Es imposible hablar de sociedades, instituciones y familias omitiendo la labor destacada de algunos de sus miembros. Que por su esfuerzo, dedicación, sacrificio y conducta han engrandecido a este conglomerado humano y el recuerdo de sus buenas acciones siempre perdurará en la memoria de sus semejantes y en el engrandecimiento de la causa a la cual sirvió.
Para ocupar esta posición de privilegio en la sociedad y dentro de la familia hay que reunir ciertas virtudes espirituales que crean en el alma del ser humano un estado de plenitud, satisfacción y entusiasmo. Dentro de estas virtudes espirituales la principal es el OPTIMISMO.
El hombre optimista es un entusiasta de la vida. Es un hombre que alberga en su corazón la esperanza y la fe. Es fuente de espíritu y estas virtudes lo estimulan continuamente y hacen que su sistema endocrino segregue sustancias beneficiosas para su salud y su alma. Le ríe a la vida y se burla de todas las adversidades que la misma le presenta.
El escéptico o el pesimista, en cambio, es todo lo contrario al optimista. Es débil de espíritu, la esperanza y la fe han muerto en su corazón. No se hace ilusiones, ni abriga esperanzas y de la vida siempre se encuentra en espera de lo malo. Son cadáveres en vida y como dan lástima verlos deambular por nuestras calles desesperanzados, sin fe en el futuro y ensimismados en pensamientos infecundos.
¡Qué triste es vivir la vida sin hacerse ilusiones o abrigar esperanzas!. Es tristísimo por miedo a sufrir una decepción. El que es débil de espíritu necesita buscar comodidades que no necesita el fuerte. Las almas fuertes pueden remontarse a esa región de bellezas espirituales de la ilusión porque tienen fortaleza para soportar el desengaño si viniese, que no sólo les resulta inofensivo, sino que los torna más fuerte. El alma que renuncia a hacerse ilusiones no pasa de ser un gusanillo que se arrastra por la tierra y “que triste es ser gusanillo y renunciar a los privilegios de convertirse en mariposa”.
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Querido y Respetado Palaceño
Cayetano Guerrero González. |
Cayetano Guerrero perteneció a esa pléyade de hombres rebosantes de virtudes espirituales. Luchó por su familia y buscó el espacio en el entorno social que le tocó vivir. Vivió más de noventa años y sufrió grandes adversidades de la vida. Llevó una vida feliz y fue merecedor del respecto y la consideración de todos en el pueblo y orgullo de sus hermanos masones. Era de porte venerable, rostro apacible que reflejaba la serenidad y bondad del alma. Forma de hablar mesurada y respetuosa.
En cierte ocasión le pregunté: ¿Cuál era el secreto de esa vejez tan dulce, mente tan despejada y esa serenidad espiritual? Sin titubear me contestö: “Nunca le presté demasiada atención a las adversidades de la vida y me enfrenté a ellas con fe y entusiasmo. No dí cabida en mi corazón a resentimientos malévolos y jamás dejé que la ira se apoderara fácilmente de mí”.También estuvo de acuerdo en decirme, y lo exponía como una virtud personal, que tampoco practicó la mala costumbre de censurar y difamar a los demás.
Natural de San Vicente de la Barquera, Santander, España. Muy joven abandonó la decadente España, en un tiempo una de las principales metrópolis del mundo y dirigió sus pasos a Cuba, en busca de nuevos horizontes.
A la mayor de Las Antillas, llegó en la primera década del presente siglo. Primeramente residió en el occidental pueblo de San Juan y Martínez. En ese pueblo conoció a la joven sanjuanera Agustina Artigas Marimón, con la que unió su vida en matrimonio y en el mes de Junio del año 1919 fijó definitivamente su residencia en el pueblo de Los Palacios. En este pueblo le nació y se crió su prole.
Interesado en la masonería, dirigió sus pasos hacia la Resp. Logia “Fiat-Lux” de los valles de San Juan y Martínez, y solicitó iniciación en la misma. Exigencias masónicas de la época le impidieron su ingreso en “Fiat-Lux”, al considerársele que no era un hombre “enteramente libre” por no poseer independencia económica. En ese momento era un empleado.
Ya sedentario en el pueblo de Los Palacios, pidió su iniciación a la Logia “Montecristi”. La petición de iniciación la ejecuta el 10 de Junio del año 1925 y responden de su buena fe y méritos los palaceños José María Pérez y Emilio Girado. En estos tiempos residía en la Calle Antonio Maceo No. 5, (actual Calle 23, ) estaba casado, tenía 34 años de edad y era propietario de un pequeño comercio, en sociedad con su hermano Jacinto.
En el año 1926 fue el Adjunto al Tesorero. Del año 1927 al 1932 fue el Secretario de la Logia. Del 1933 al 1938 se desempeñó como Maestro de Ceremonias, funciones que también compartía con las de Ecónomo. En el año 1939 es elegido Adjunto al Secretario y también ocupa estas funciones en los años 1962 y 1963. En 1966, 1967 y 1971 ocupa las funciones de Representante a la Gran Logia.
Por su inmenso trabajo masónico y el amor fraternal que lo acompañó, fue designado Padre Espiritual de la Logia “Montecristi”. Su vida se apagó para sumirse en las tinieblas de la muerte el 19 de Julio del año 1980.
Efrén R. Toledo Valdés
Por Jesús Marcos García
El 31 de Diciembre del añ
o 1968, partió de su patria rumbo a México, pasando después a los Estados Unidos. En la patria de Lincoln primeramente residió en Chicago y años más tarde fijó su residencia definitivamente en el sureño estado de la Florida. De los sesenta años vividos por este hermano, una mitad transcurrió en su patria amada y la otra mitad ha transcurrido diasporanamente.
De todos los sentimientos humanos, albergados en un honrado corazón, ninguno es más natural y profundo que el amor que se siente por la familia y el pueblo en que vivimos los primeros años de nuestra existencia. El recuerdo de nuestro pueblo o barriada siempre está presente en la imaginación y despierta las emociones más profundas.
Sacar a un hombre de su terruño natal es imponerle el destierro de la verdadera patria sentida por el corazón. Popularmente se dice: “que el pueblo donde nacimos es la patria chica” y el país “es la patria grande”. Un profundo pensador establece: “que el terruño natal es la patria del corazón” y la nación es: “la patria civil”, digo: “la patria de la vida civil”.
Al terruno natal no se le ama por la mera formalidad de haber nadio en él, ya que el nacimiento es un hecho accidental. Se le ama porque en el lugar de nuestro nacimiento se reciben los primeros consejos, se forman las primeras amistades en el colegio y se sufren las inquietudes del primer amor. Allí se formó nuestra personalidad juvenil que deja hermosos recuerdos en el curso de la vida.
Según el criterio de los que han vivido largos años alejados de su lugar de origen, que es en la distancia donde se profundiza más ese sentimiento lugareño y en ciertas horas de meditación y recuerdo llega a convertirse en esa angustia indefinible que se llama “nostalgia”.
En algunas personas esos sentimientos se manifiestan más que en otros, todo depende de su sensibilidad humana. En Efrén están profundamente arraigados esos sentimientos.
En su corazón siempre ha estado presente el recuerdo a su pueblo y todo lo que ha formado parte del mismo: sus verbenas, sus bailes, el Club Hispano Cubano, la tertulia de Ramón Alonso, el puesto de frutas del Chino Ronco, las discusiones con Tomasito Fernández, los enamoramientos platónicos de Pilingo, las elecciones con Bugallo para alcalde (sus mitines políticos y Paciano Prier sonando el cañoncito en todas las esquinas), el King Kong de la Casa Pepe, los cuentos de Tavo Sordo, el mal carácter y reniegos del Millonario de la Colonia, las presidencias de Pao Cabrera, la personalidad de Alberto García, con sus inseparables leva y tabaco (siempre apagado y haciendo mil filigranas entre los dedos), las frases sarcásticas de Eulogia, Pablito Guasimilla y su peculiar estilo para picar un cigarro, los discursos y apetitos políticos de Pedro Ferro, el incendio de “El Encanto” y el Padre Claudio Ojea ordenando a una beata que botase la virgen, dejase de rezar y cogiera un cubo de agua, las aspiraciones a alcalde de Miguel Díaz Machó (si su tio Cuco Machó encontraba la botija), los certámenes de belleza y el paseo de una reina sin corona. Sus amigos y compañeros de trabajo, su Logia “Montecristi” y sus debates, la vieja Estación del Ferrocarril, lugar donde se desenvolvía laboralmente.
Cuando salió de su patria era relativamente joven y a pesar de los años transcurridos, aún se le recuerda. Comenzó su vida social de muy temprana edad. Su inteligencia y dotes de orador pronto se hicieron conocer a través de su elocuente e inflamado verbo.
Desde niño fue un apasionado lector y los clásicos de la literatura universal influyeron grandemente en él, obteniendo una profunda cultura histórica, social y política. Demócrata convencido, amante de la libertad por excelencia y defensor de todo lo que representa virtudes ciudadanas. Perteneció a esa clase de jóvenes imaginada y orientada por el filósofo y escritor argentino José Ingenieros.
Las calles de su pueblo conocían de su presencia noche tras noche. Se interesaba y se preocupaba por todo, y era común verlo enfrascado en una polémica sobre cualquier tema. Su forma de ser y lo encendido de su verbo en muchas oportunidades le ocasionaron enfrentamientos, cuyos enfrentamientos nunca eludió y siempre respondió.
Muy jovencito, con su amigo Orlando Gotera y otros jóvenes palaceños, fundó un periodiquito semanal, que consistía en una hoja suelta y se titulaba “El Relámpago”. En esta hoja suelta, conjuntamente con anuncios de comercios de la localidad, aparecían letras de canciones en boga, como “La Engañadora”, del Maestro Enrique Jorrín, además de chismecitos y enredos de enamoramientos juveniles y otros temas de interés para la juventud.
El sol se eclipsó cuando llegó la temporada de verano y se les ocurrió publicar el dibujo de una hermosa muchacha en traje de baño, dibujada por Luis Ramírez Cabañas. Esta hoja fue repartida entre las muchachas que asistían a la misa dominical, todas ansiosas de leerla y saber si algún joven tenía “un coco” con algunas de ellas, como solía escribirse. Este número llegó a manos del Padre Salvador, Cura Párroco de la Iglesia de Los Palacios, español de pura cepa y muy recordado por su forma despótica y soez, un émulo de Torquemada y muy diferente a los sacerdotes de hoy. El Señor Cura la emprendió contra los jóvenes editores de la publicación y desde el púlpito aconsejaba a las madres que no permitieran que sus hijas tuvieran relaciones con aquellos jóvenes desviados de las buenas costumbres.
En el año 1959 la Sociedad Civil de Los Palacios, invitó al Dr. Luis Conte Agüero, figura política en aquellos momentos y a quien se le llamaba “La Voz más Alta de Oriente”. El acto se efectuó en la sede de la Asociación de Colonos del Central “La Francia”, hoy el local del P.C.C., Municipal. Uno de los oradores escogidos fue el hermano Efrén Toledo, quien deleitó a todos con un elocuente discurso y hasta el propio Conte Agüero se vislumbró ante el contenido de la oratoria de aquel joven que apenas rebasaba los veinte años de edad.
Es muy lógico y natural que un joven de las virtudes y cualidades poseídas por Efrén, buscase el lugar apropiado para robustecer y canalizar estas virtudes y cualidades.Con fecha 20 de Febrero del año 1962 se dirigió a la Logia “Montecristi”, mediante una carta, en solicitud de ingreso, en cuya carta expresaba: “he tomado esta determinación desde hace ya cierto tiempo, porque como jóven, entiendo que la posición justa de un joven es la de estar unido a una institución en que la libertad, la justicia y la dignidad del hombre sean los pilares donde descanse el fundamento básico de la misma”. “Como creo, la masonería entre muchas nobles ideas abriga con singular interés las anteriormente citadas y siendo yo un convencido de la necesidad de hacer prevalecer en la sociedad las mismas y velar por su integridad, es natural mí interés en ser masón”.Recibió la iniciación masónica el día 9 de Mayo del año 1962. En los instantes de su iniciación tenía 24 años de edad, estaba soltero y trabajaba como Telegrafista Despachador de Trenes en los Ferrocarriles Nacionales de Cuba.
Desde el primer momento que traspasó los umbrales de “Montecristi” dió muestras de amor y abnegación por la masonería, que lo plasmado en su carta solicitud de iniciación era una realidad.
En su Madre Logia ocupó el cargo de Orador de 1963 a 1967. En el año 1968, último que estuvo en Cuba, se sentó en la Segunda Vigilancia. También representó a “Montecristi”, como Representante pro-témpore en la Alta Cámara.
En su juventud, como en su edad madura, siempre lo acompañó el optimismo para la vida y la voluntad creativa. No nació para estar inerte.
Durante su estadía en México trabajó masonería y mantuvo actividades sociales. En Chicago, conjuntamente con Osvaldo Gotera y otros, fundó la Asociación de Palaceños de Chicago, en el año 1972, realizando actividades de índole humanitarias, culturales y sociales. También fue miembro, en unión de Gotera, de la Resp. Logia “Gral. Antonio Maceo”, de los valles de Chicago, Illinois.
El mayor tiempo de su éxodo ha transcurrido en la Florida. En valles floridanos es donde ha desplegado un mayor cúmulo de actividades. Ha participado activamente en la organización y desenvolvimiento del Municipo de Los Palacios en el Exilio, la fundación de la Unión Ferroviaria en el Exilio y ha cooperado entusiásticamente con Gotera en la fundación y desenvolvimiento de la Asociación de Masones de “Montecristi” en el Exterior “El Grupo Montecristi”.
Descubrió muy tempranamente la belleza de la vida. Rodeó su juventud de entusiasmo, ideales y fe, que lo robustecieron espiritualmente y le garantizaron el camino hacia una madurez siempre optimista, serena y bondadosa.
Higinio Alvarez Valdés
Por Jesús Marcos García
Higinio Alvarez durante muchos años de su vida se destacó entre las principales fig
uras de la entonces Sociedad Palaceña. Incursionó, con éxito, dentro de las tres vertientes principales de una sociedad: lo económico, lo social y lo político.
En lo económico ganó grandes sumas de dinero por su agudeza y perspicacia en los negocios. Si no poseyó una gran fortuna fue debido a su vida algo bohemia y su ligereza en derrochar el dinero, en su afán insaciable de viajar por los confines del mundo.
En lo social era un hombre que estaba al alcance de todos. Su acogedor hogar lo mismo era frecuentado por un acaudalado y encumbrado hombre de negocios, que por un pobre infeliz y algún que otro menesteroso; por un político distinguido y hombres profesionales y de cultura, que por un ignorante e ingenuo campesino. Era un verdadero y legítimo hombre de pueblo.
En lo político también se destacó. Mantuvo estrechas relaciones con importantes figuras del acontecer político de la nación, tanto en lo nacional como en lo provincial. Llegó a ser Alcalde Municipal de Los Palacios.
También durante muchos años fue el Presidente de la Asociación Tabacalera de Los Palacios, utilizando los servicios de Miguel Díaz Machó, como su secretario. En su aspecto físico no tenía nada que agradecerle a la Madre Naturaleza. Hombre de mediana estatura, piernas cortas y delgaduchas, vientre bastante pronunciado, cara regordeta con labios gruesos, pelo muy rizado y el color de la piel denunciaba el mezclaje de razas.
Sin embargo, en lo espiritual e intelectual si tenía que estar muy agradecido de su Creador. Estaba dotado de una gran sensibilidad humana y una bondad infinita. Poseía una inteligencia natural que lo distinguía. Era considerado un filósofo popular. Muchos acudían a él en busca de sus sabios consejos, lo mismo para un negocio que para reparar un quebranto familiar.
Muchos palaceños han de recordar su espaciosa vivienda situada en la Calle Maceo, hoy 23 y principal calle del pueblo. Separada de la Oficina de Correos por un callejón que unía las calles Antonio Maceo y José Martí, (actuales Calles 23 y 21). Su casa, de corte colonial y que no contaba con excesos de lujo, tenía un largo portal y poseía los cuartos en el lateral este. La sala y el comedor eran de proporciones espaciosas. Estando dotado el comedor de una larga mesa con sus correspondientes taburetes, en atención a la gran cantidad de personas que diariamente almorzaban o comían en ese hogar. Al final de los cuartos estaba situada la cocina y allí siempre se encontraba su hermana Amparo, con su delantal, atendiendo una humeante cafetera, para obsequiar con aromático café las continuas visitas.
Habitaban la casa, conjuntamente con él cuando estaba en Los Palacios, sus hermanas Yoya, Rita y Amparo. Esta última, Amparo, estaba casada con el señor Luis Nardo. Esta casa fue una de las primeras en poseer televisión en Los Palacios y allí acudían imnumerables personas, representativas de las diferentes capas sociales, a ver este maravilloso invento, donde se combina imagen con sonido.
Cuando regresaba de una gira por países de Europa, Africa, Asia o América, en el amplio portal de su morada se mantenía una peremne tertulia, noche por noche, para escuchar sus interesantes relatos sobre los países visitados. Allí, él, en el centro vestido con una elegante guayabera, como solía hacer, y exhalando la fragancia de un delicado perfume, embelecía al auditorio, por su agradable, amena y locuaz conversación en relatar los usos y costumbres de los países incursionados.
La obra cumbre del laureado escritor colombiano Gabriel García Márquez, es sin lugar a dudas, “Cien Años de Soledad”. En esta novela, el Gabo, utilizando su maravillosa imaginación creativa, le da vida a un pueblo, “Macondo”. Siendo la principal fuente de ingresos de este pueblo el asentamiento de compañías extranjeras, sobre todo norteamericanas, que se dedicaban a la explotación de minerales y al cultivo del banano. También relata, magistralmente, las diferentes corrientes socio-políticas que gravitaban sobre el pueblo de “Macondo” y las luchas protagonizadas por los seguidores de las distintas ideas, para hacer prevalecer la suya. Envolviendo en esta pugna a católicos, liberales y conservadores, etc., etc.
Para este pueblo emigró la familia Buendía y en el seno de esta familia sobresalía, por sus inquietudes sociales y su participación en la vorágine de la política, Don Aureliano Buendía. Convirtiéndose Don Aureliano como especie de un cacique patriarca para la familia y el pueblo.
Poseía la familia Buendía en el pueblo de “Macondo” una solariega casona que era constantemente frecuentada por las clases vivas del pueblo y en busca de Don Aureliano, para platicar y discutir sobre los distintos temas creadores de inquietudes.
Las compañías extranjeras abandonaron “Macondo”, al agotarse las fuentes de riqueza y por los continuos disturbios políticos. El pueblo fue privado de su mayor fuente de ingresos, sumiéndose en la miseria.
La familia Buendía envejeció y fueron muriendo uno a uno. A Don Aureliano le tocó ser espectador del triste fin del pueblo y su familia. Viejo y achacoso permaneció en la casona, que se desvencijaba lentamente, atesorando los recuerdos de épocas de esplendor, para el pueblo, su familia y él personalmente.
Un implacable temporal se desató sobre “Macondo” arrasando con la que otrora fue centro y vida de desenvolvimientos y proyecciones sociales, políticas y económicas: la casona de la Familia Buendía. Si el afamado escritor Gabriel García Márquez hubiera visitado Los Palacios, podría decirse que se inspiró en Higinio Alvarez y su casa para escribir su inmortal novela “Cien Años de Soledad”. ¡Cuánta afinidad y cercanía hay entre ambos, y ambas, a la vez. Ambos fueron envueltos en una especie de situaciones sociales, políticas y económicas y presenciaron el derrumbe de una sociedad, a la que pertenecían y figuraban notablemente!
Después de la muerte de Higinio y sus hermanas. Amparo fue la última en morir. La casa fue habitada y frecuentada por personas inescrupulosas, alejados totalmente de éticas sociales y culturales. La que entonces fue centro de atención y albergó bajo su techo lo más selecto y destacado de la sociedad palaceña, comenzó a deteriorarse y a desplomarse por partes. El vicio y las malas costumbres se dieron cita entre sus derruídas paredes. El último morador de la casa, acosado ante un hecho abominable que había cometido, terminó ahorcándose de una viga de la ya casi destruída “Macondo Palaceña”.
Durante varios años quedó, como un mudo testigo, el solar donde se erguía. Hoy, en ese lugar se levanta el edificio del Tribunal de Los Palacios. Su recuerdo permanece entre los palaceños que peinan sus canas y algún joven que lea esta crónica.
La Logia “Montecristi” le abre sus puertas a Higinio el día 4 de Septiembre del año 1925, para concederle la iniciación masónica. En los momentos de su iniciación contaba con 32 años de edad, estaba soltero y era de profesión comerciante.
Sus múltiples giras al extranjero y los constantes ajetreos de su vida pública, no le permitieron desarrollar una labor fraternal intensa. No obstante, fue un excelente masón por los continuos servicios prestados a sus hermanos y a la logia. Así como, por su intachable conducta y humano proceder, que enaltecía y glorificaba la Institución Masónica.
Su vida se apagó el 12 de Diciembre del año 1961. Contaba al morir 67 años de edad.
Al recordar a este virtuoso palaceño, excelente caballero, acuden a mi mente conceptos de la filosofía platónica, en cuanto a la verdadera belleza y digo: “Que Hermoso Fuíste, Hermoso Feo”.
René Nardo Ipsán
Por Jesús Marcos García
René Nardo Ipsán se inicíó en la Logia “Montecristi”, el día 6 de Junio de 1945. En el momento de su iniciación tenía 27 años, estaba soltero y era de profesión mecánico. Desde el mismo instante de su iniciación, en su alma noble y bondadosa se arraiga un infinito amor por la masonería, convirtiéndose en un extraordinario y excelente masón. Sus primeros trabajos funcionales en la logia son como vocal de la Comisión de Beneficencia. Demostró tanta responsabilidad y fraternidad en su trabajo masónico, que en los años 1950 y 1951, es designado para guiar a los jóvenes Esperanzas de la Fraternidad; Instructor de los AJEF. En 1952 y 1953 la logia lo designa: Asesor de las Hijas de la Acacia.
En las Elecciones Generales del año 1959, forma parte con el Dr. Lucilo Díaz Fernández y José A. Ipsán Hernández, de la candidatura de oposición y que deseaban en “aquellos turbulentos momentos” que su logia se proyectase por los correctos caminos de los principios masónicos. La candidatura obtuvo un rotundo triunfo y el VH: René resultó electo Segundo Vigilante para el año 1960. En ese año supieron encauzar a su logia y alejarla de influencias ideológicas profanas.
Sus deseos de perfeccionamiento masónico lo hicieron incursionar en la Masonería Filosófica, obteniendo el Grado 18 “Soberano Príncipe Rosa Cruz, Caballero del Aguila y el Pelícano”, en el Soberano Capítulo “Jorge R. Costa No. 92” de los valles de San Cristóbal, Pinar del Rio, el día 16 de Marzo de 1964. Torre Filosófica que presidió en 1965.
Mantuvo estrechas relaciones con los grandes de la Masonería Cubana de aquella época. Fue amigo personal de Rodolfo Martínez Gómez, Cóndon Cestino, Roberto L. Ferrer Rodríguez, Aparicio Aparicio Paneque, Facundo P. Díaz Díaz, Avila Acosta, Romero Márquez, Guillermo García Ovies, Rivera Maldonado y muchos más cuyos nombres siempre se mantendrán vigentes en la Masonería Cubana.
En las Elecciones Generales celebradas por la Gran Logia de Cuba el día 26 de Marzo del año 1967 es elegido Gran Segundo Diácono de la Gran Logia de Cuba de AL y AM, cargo que ocupó hasta el 21 de Marzo del año 1969. Convirtiéndose en el primer hermano de la Logia “Montecristi” que ocupa un cargo en la Gran Logia.
Causa baja en su Madre Logia, por abandono del país, el 23 de Febrero del año 1972, aunque esta baja es simbólica, ya que parte de su corazón se quedó en su pueblo y en su logia.
Al abandonar Cuba lo hace vía España. Durante su estancia en la Madre Patria tiene que guardar silencio absoluto sobre su militancia masónica y verse impedido de desarrollar actividades en ese campo. En aquellos momentos estaba en el poder la Dictadura Franquista y la masonería era perseguida y salvajemente reprimida. Siendo España el único país que la condición de masón era contemplada como un delito, sancionado por el Código Penal.
René Nardo reside en valles floridanos, a los 93 años de edad, pero nunca ha olvidado su condición de masón y el amor que siente por su logia “Montecristi”. Es un entusiasta miembro de la Asociación de Masones de Montecristi en el Exterior (EL GRUPO MONTECRISTI) y apoya al VH. Osvaldo Gotera al frente de la misma.
Estamos seguros que al leer mensualmente el boletín “EL GRUPO MONTECRISTI” y enterarse de los logros y avances de su logia, se ha de sentir muy orgulloso y realizado, ya que él supo mantener la solidéz masónica de su logia y sentar pautas a seguir.
Gobernó a “Montecristi” y fue Gran Funcionario de la Gran Logia en los momentos más difíciles que le tocó vivir a la Masonería Cubana en el presente siglo; momentos en que solamente la hidalguía y el tesón de aquellos hombres, que como René estuvieron al frente, nos salvaron del derrumbe fatal. Su participación, al frente de sus tribunos, en las tenidas del Circuito Occidental, tan necesarias en aquellos tiempos y tan recordadas hoy.
Su recuerdo está presente y siempre estará en su Amada Montecristi. De mediana estatura, de caminar lento, de pelo y ojos que nos dicen de la presencia china en su familia y heredero del estoicismo que caracteriza a esa raza. De sonrisa fácil y trato afable.
José Antonio Ipsán Hernández
Por Jesús Marcos García Vásquez
El José Antonio Ipsán recibe la luz masónica en Montecristi, el día 12 de Septiembre del año 1951. Oriundo de una familia masónica, su padre y tíos fueron masones, y de inmediato después de recibir la condición de Maestro Masón se dedica a una intensa labor masónica, hasta el día de hoy. En el año 1960 es Primer Vigilante y en el siguiente año, 1961, ocupa el máximo sitial de una logia, el de Venerable Maestro. Ocupo muchos otros cargos en la Logia Montecristi. En los años posteriores a 1965 tiene que laborar como azucarero en un Central de los Valles de Güines, Provincia Habana y se ve imposibilitado de ocupar cargos en la logia, no obstante ocupa cargos de vocal en distintas comisiones de trabajo. Ya en posesión de su merecida jubilación, se intrega de lleno al trabajo masónico.
José Antonio jugó un papel muy valioso para la Logia “Montecristi”, en el año 1959 y posteriormente lo ha seguido jugando, siempre en defensa de los sagrados intereses de la masonería. Esta conjuntamente con Cayetano Guerrero, Dr. Lucilo Díaz Fernández, René Nardo Ipsán, Eleuterio León Medina, Matildo Mirabal, Nicolás Martín, José Menéndez Cardama, Osvaldo Gotera Perugorria, Efrén Toledo Valdés y otros más, enmarcado dentro de las figuras de su logia que en un momento dado, debido a su viril actitud, logran que no se conjuguen sentimientos y formas ajenas al dogma de la masonería, ni permitieron el triunfo de cabildeos coquetos.
El primer día del año 1959 nuestra patria experimenta el triunfo de una revolución armada y a partir de ese instante comienza a experimentarse una total y absoluta transformación socio, política y económica. Transformación que, como un cepillo gigante, toca todos los puntos vitales de la entonces Sociedad Cubana: política, económica, religión, costumbres, ideología, etc.
Esta transformación destruye las formas sociales hasta ese momento conocidas por el pueblo cubano. Nuestra nación empieza a conocer un sistema político-gobernante absolutamente nuevo en todos los campos. Esta transformación no puede ser ajena a la masonería. La masonería como integrante de la Sociedad Civil siempre ha estado nucleada en cada municipio por los elementos más liberales e inquietos en el pensamiento socio-político y debido a esta transformación todas las logias de Cuba, al igual que la mayoría de las familias cubanas, fueron sacudidas por esta nueva corriente ideológica.
“Montecristi” no fue una excepción y la dirección de ese año 1959, conjuntamente con un grupo de hermanos de columnas, trataron de vincular esta logia con la nueva corriente gobernante. Al pretender hacer eso, aquellos hermanos, talvez lo hacían con el sano propósito de pensar que estaban cumpliendo con un rol histórico y como aquellos marineros de la fábula, que en noches de tormenta se guiaban por los cantos de sirena, pensaron que ese era el verdadero camino de la masonería, aunque divorciaran esta milenaria institución con sus sagrados preceptos.
A estos intentos se opusieron un gran número de hermanos, aún dentro de ellos de pensamientos afines a la corriente gobernante, que querían que su logia se desenvolviese como está establecido en los Antiguos Límites de la Fraternidad Masónica; se organizaron, crearon candidatura y llevaron en la misma como Venerable Maestro al Dr. Lucilo Díaz Fernández, José Antonio Ipsán como Primer Vigilante y René Nardo Ipsán como Segundo Vigilante. La candidatura obtuvo un triunfo rotundo en las Elecciones Generales de 1959 y en el año 1960 esta nueva dirección solamente trabajó en mantener la logia dentro de los cánones masónicos. José Antonio Ipsán gobierna la logia, en su condición de Venerable Maestro, en 1961. En ese año solamente tenía una misión máxima a cumplir, y la cumplió a cabalidad: mantener la Logia “Montecristi” ajena de las impurezas profanas; fue un año en que no se podían proyectar los trabajos logiales a otros campos que no fuera la estabilización de la logia.
En su período de gobierno empezaron a llevarse a efecto aquellas famosas y recordadas tenidas del Circuito Occidental, tenidas que se prolongaron en los años venideros y que se interrumpieron por la detención de Aparicio Aparicio Paneque. A estas tenidas José Antonio Ipsán le prestó el mayor concurso y que hoy forman parte de nuestra historia masónica por ser muy necesarias para la masonería en aquellos tiempos, donde la Masonería Pinareña dio muestras de pujanza y fortalecimiento, poniendo muy en alto el Estandarte Masónico.
“Montecristi” con el verbo encendido de sus oradores, Efrén Toledo y de Radamés y Augusto Martínez, estuvo presente en todas. José Antonio ha sido y es una fuente inagotable de experiencia, mesura y delicadeza, donde en reiteradas oportunidades he bebido de esa fuente y siempre he tomado agua limpia de impurezas y fresca. Su trabajo amoroso, benéfico y fraternal en bien de la masonería lo sitúan dentro de la avanzada fraternal de esta logia y en este municipio todos lo clasifican como un símbolo masónico.