Regreso Póstumo
Por Julius González y Osvaldo Gotera
Atendiendo la entusiasta y bien recibida sugerencia del Señor Osvaldo Gotera, y con su valiosa colaboración, procederemos a dejar constancia en el presente trabajo, del acontecimiento más importante y que más impacto ha producido en nuestra vida y que tanto representa para nosotros. Pero primeramente, queremos expresar lo siguiente.
Uno de los resultados del exilio cubano que puede ser calificado de glorioso, es el de haber aumentado extraordinariamente su amor a Cuba. Después de tantos años, los cubanos no han olvidado a la patria y padecen de una nostalgia por todo lo que ella representa. Esta cubanía se ha apoderado de sus corazones.
El tiempo está detenido en el corazón criollo y lugareño. El cubano ha estado viviendo una fascinante experiencia. Tal parece que no han abandonado la tierra natal y siguen sufriendo sus infortunios y añorando sus rincones. Cuba está en el recuerdo cubano, que es una forma del amor, un amor que no entiende de distancia, ni de tiempos, ni de adversidades.
Siente nostalgia por el país, por los pueblos, por las calles, los lugares donde compartieron las actividades con familiares y amigos. Recuerdan la iglesia del pequeño pueblo y de la ciudad; el cine del barrio; los paseos por las calles principales; las fiestas parroquiales tradicionales; las actividades deportivas y de recreo; los primeros amores, las escuelas y sus maestros; los amigos íntimos.
En la historia de la humanidad el exilio cubano queda ya, como uno de los más grandes e intensos que se haya conocido. El tiempo y la distancia no han podido borrar el amor a Cuba. Este es un amor que no solamente sienten los cubanos nacidos en la isla, sino que también es sentido por los hijos que no nacieron en la patria y que se sienten tan cubanos como sus padres y abuelos. Es una gloriosa realidad de un relevo generacional que existe como un mandato en el destino de Cuba.
Por ello, ese amor a lo cubano, ese recuerdo eterno a lo entrañablemente cubano, se refleja en la permanente cercanía a la música, a la poesía, al deporte, a la pintura nativa, y tantos otros rostros que tiene la imagen nacional de un pueblo que no ha renunciado a sus raíces y que se siente orgulloso de ellas, aunque se encuentre lejos.
De verdad se ama a la patria, el recuerdo de ella está prendido, como una enredadera, al ser cubano. Cada uno de ellos, mantiene esa llamita de cubanía enraizada en sus pensamientos.
El pinareño, jamás podrá olvidar a su provincia, posiblemente la más bella de Cuba. (Vista con ojos pinareños. Con perdón de los cubanos no pinareños). Con su Cordillera de los Organos, que es una fiesta para los ojos de aquellos que tienen el privilegio de contemplarla. Aquel pequeño e incomparable paraíso de Soroa, donde se dan las más exhuberantes orquídeas como homenaje a la naturaleza. La majestuosidad maravillosa de su Valle de Viñales.
Aprendimos a conocer Los Palacios, pequeño pueblo en la Provincia de Pinar del Río, a través de nuestros padres y familiares y comenzamos a sentir una sensación de cariño por ese pueblito tan mencionado, tan querido y añorado por nuestros padres.
Algo más. Algo que cuando uno crece en una familia cubana no se pierde nunca. Por eso, aunque no estén viviendo en Cuba, crecen con Cuba, comen cubano, hablan cubano, sienten cubano, el corazón late cubano. Algo muy interesante. Sienten lo que es pertenecer a un lugar, tener raíces.
Mi nombre es Julius González Robaina. Nací en la ciudad de Belleville, en el Estado de New Jersey, en el año 1958. Mis padres son Pedro Manuel González Breijo y Eduarda Robaina Hernández, naturales de Los Palacios y del pueblo de Herradura, en la provincia más occidental de Cuba, respectivamente.
Mi padre, al que apodaban cariñosamente “El Gaito”, fue zapatero en Los Palacios, San Juan y Martínez y en El Cayuco, en la Provincia de Pinar del Rio. Vivía en la antigua Calle Iglesias No. 12, actualmente Calle 32 No. 2318, entre Calle Antonio Maceo y Calle Fé (actuales Calles 23 y 25), en el pueblo de Los Palacios, casa de Jaime Breijo Díaz, muy cerca de la Iglesia Católica. Se trasladó a la ciudad de La Habana, donde hubo de conocer a mi mamá, con la cual contrajo matrimonio en el año 1953.
En el año 1955 mis padres se trasladaron a los Estados Unidos, buscando mejores oportunidades, ubicándose en la ciudad de Nueva York. Mi nacimiento ocurrió en el mes de Abril y visitamos Cuba (yo por primera vez) en el año 1958. Estábamos en Cuba el primero de Enero del año 1959. Mi mamá no quería permanecer en Cuba y ella y yo salimos enseguida, ya que yo era ciudadano americano. Mi padre salió unos meses después.
Al tiempo que iba creciendo y mostrando interés por muchas cosas a mi alrededor, recuerdo que me gustaba mucho preguntales a mis padres de sus memorias de Cuba. Recuerdo que mi padre siempre me hablaba de El Tejar de Los Palacios y de su tío Jaime Breijo, que prácticamente lo crió, ya que mi abuela por parte de padre, murió cuando él tenía 4 o 5 años de edad. En la fotografía: Carretera de Los Palacios a Paso Quemado. El Tejar, al fondo izquierda. A la derecha se puede apreciar el puente sobre el Río Los Palacios. ARCHIVO (OGEPE).
Cuando le preguntaba a mi padre que es lo que él más quería ver en Cuba, siempre me decía que El Tejar. Siempre noté que esos fueron sus mejores tiempos, bañándose en el Río de Los Palacios, al lado de El Tejar en unión de sus amigos, entre ellos, Rafael Fernández. Señalaremos, a manera de historia, que en una ocasión existieron en Los Palacios, otros dos tejares: Uno en La Majagua y el otro frente al cementerio, en el Camino a Macurijes.
Mi padre falleció el día 8 del mes de Junio del año 1994, debido a padecer de enfisema. El prefirió ser cremado. Yo me quedé con sus cenizas. Teniendo en cuenta el cariño y recuerdos de mi padre en relación con el pueblo de Los Palacios y conociendo perfectamente que sus deseos hubieran sido poder regresar al lugar que tanto añoraba y quería, tomé la decisión de ir a Cuba para llevar las cenizas de mi padre y echarlas al Río de Los Palacios al lado de El Tejar. Por lo cual, con ése propósito fui a Cuba en el año 1998 por primera vez como adulto, acompañado por José Breijo “Pupy”.
Al llegar a Los Palacios hice contacto con Mario (el sastre) Cruz y con Joseíto Lugo, que según mi querida tía Juanita, fueron buenos amigos de mi padre. Con ellos fuimos al Río Los Palacios, en el lugar que pasa cerca de donde se encontraba El Tejar, cuyas instalaciones desaparecion por completo, y allí deposité las cenizas de mi padre, cogiendo un pedazo del barro de El Tejar, que coloqué dentro de la caja que tenía las cenizas. Todavía conservo ese pedazo de teja. Fue una experiencia muy emotiva para mí. De izq., a derecha: Mario Cruz, Julius, Joseíto Lugo y José "Puppy" Breijo, en terrenos donde se encontraba situado El Tejar, al lado del Río Los Palacios. ARCHIVO (OGEPE).
Deseo señalar, muy especialmente, que disfruté de mucha suerte al encontrar a Joseito y a Mario para acompañarme, a quienes estaré eternamente agradecido por su valiosa ayuda. En el último día de mi viaje visité a la media hermana de mi padre, Gina González, que vive en El Vedado, en la ciudad de La Habana. Ella me entregó una foto de mi padre cuando era niño, algo que nunca tuve. Me siento realmente dichoso al haber podido encontrar la fotografía de mi padre.
De izq., a derecha: José "Puppy" Breijo, Julius, Joseíto Lugo y Mario Cruz, alrededor de la única construcción que quedó de El Tejar. Al parecer, parte del horno. ARCHIVO (OGEPE).
Muchos cubanos han escogido esta forma de “descanso eterno” en su querida patria. Sus cenizas esparcidas por toda la isla de Cuba, se convertirán simbólicamente en la semillas que producirán la germinación gloriosa que contribuirá al renacimiento de Cuba. Teniendo en cuenta todo lo anterior, no consideramos correcto el dejar de tocar el tema de la emigración cubana, aunque sea brevemente.
El cubano jamás emigró en masa “como pueblo”, buscando mejoras en otros países. El éxodo cubano se debe a causas eminentemente políticas. Desde el primer cuarto del siglo XIX (1823) el educador y patriota cubano Félix Valera y Morales, condenado a muerte por Fernando VII, hubo de refugiarse en San Agustín, la primera ciudad fundada por los españoles en Norte América, desde donde abogó por la independencia de su patria.
A él le siguieron su más preclaro discípulo José Antonio Saco y otros más. En el ocaso del propio siglo, el Apóstol de Cuba José Martí, encuentra asilo en los Estados Unidos, donde permanece prácticamente la tercera parte de su corta vida, pues vivió en la tierra de Lincoln 14 años de los 42 que tenía cuando cayó en Dos Ríos.
Una de las causas por la que han emigrado muchos pueblos hacia los Estados Unidos, es la de índole económica. Anteriormente, el cubano jamás abandonó en forma masiva su suelo por el mismo motivo, teniendo en cuenta las condiciones económicas del país, en comparación con el resto de latinoamérica, según datos y estadísticas, lo cual nos llevaría confecionar un trabajo bastante extenso. Según el profesor Barry Chiswick, de la Universidad de Chicago, los inmigrantes cubanos comenzaron en un peldaño más bajo de la escalera económica que los europeos, pero entre 10 y 13 años después, sus salarios eran iguales o comenzaban a superar a los europeos”.
Cuando los cubanos llegaron a los Estados Unidos les fue difícil la adaptación dentro de sus profesiones, habilidades o destrezas. A todo esto, debemos agregar el deseo del pronto retorno a Cuba, lo que les estorbaba e impedia conseguir trabajos.
Según los destacados profesores Raul Monraz y Antonio Jorge, de la Universidad Internacional de la Florida, “los logros socio-económicos y por implicación, los educacionales, de aquellos que llegaron desde el inicio de los llamados “Vuelos de la Libertad”, eran inferiores a los de aquellos cubanos que arribaron con antelación, de igual manera que con el transcurso del tiempo se vería que los índices educacionales aumentarian relativamente, en comparación con otros segmentos de la población y por lo tanto sus oportunidades y facilidades educacionales serían más abundantes que las existentes en la sociedad de sus padres”.
A los profesonales les fue imposible la adaptación dentro de sus profesiones y tuvieron que enfrentarse a la necesidad de encontrar formas de subsistir. Los cubanos representan un grupo singular que ha mantenido por más de 40 años su preocupación por los asuntos de su Patria, lo que se ha visto fortalecido por la proximidad geográfica. El exilio cubano ha tenido identidad cultural que hace nada fácil su rápida asimilación, lo que acentúa una conciencia muy nacionalista.
“Ello ha moldeado a los exiliados cubanos en una nueva clase de emigrantes, la que nunca será capaz de volver la espalda al pasado. Un tipo individual romántico de exiliado que sigue soñando con el futuro de la Madre Patria”, según manifestaron los profesores Monraz y Jorge.
Refiriéndose a la ciudad de Miami, el profesor de sociología del Instituto Brooking, Roberto Bach, le llama al fenómeno cubano “la más rápida y de mayor alcance transformación de cualquier área urbana en la historia de los Estados Unidos”.
Extraordinaria cantidad de hijos de cubanos, nacidos fuera de la patria, se han convertido en profesionales en todas las ramas de la sociedad. Resulta imposible nombrar a todos los cubanos que han sobresalido en los diversos campos: económicos, culturales, políticos, deportivos, desarrollo y construción, negocios, actividades cívicas y en la música.
Con verdadero orgullo hemos señalado este “pequeñísimo extracto” del exilio cubano y de su trascendencia en la tierra de Lincoln.
¡Triste historia de un pueblo que nunca hubiera emigrado de su todavía añorada Patria!.
viernes, 19 de febrero de 2010
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