Combustibles para Cocinar
Por Jesús M. García Vázquez
Desde la fundación del pueblo de Los Palacios y hasta los años de 1950's, los dos combustibles utilizados para elaborar los alimentos en las cocinas palaceñas, eran: la legendaria leña y su descendiente el carbón vegetal. Aquellos fogones de leña existentes, sobre todo en el campo, consistían en una armazón de madera de forma rectangular, con cuatro o seis sostenes, de acuerdo al tamaño, lleno de tierra y ceniza apisonada. En la parte superior, dos barras de hierro se extendían encima de unos ladrillos o piedras y sobre las cuales se colocaban las ollas, cacerolas, sartenes, jarros, cafeteras y demás aperos utilizados en la cocina cubana.
El piso de estas criollas cocinas era de tierra y la ceniza procedente del fogón constantemente se estaba vertiendo sobre el mismo, que con el caminar de los moradores de la casa se ponía tan duro y compacto como el cemento. Los techos, sobre todo los de guano, adquirían una negrura comparable con el tizne de los calderos.
La leña fue por años el único combustile a utilizar en la elaboración de los alimentos del cubano, hasta que surgió el carbón vegetal, producto de la combustión incompleta de la leña. Dícese que fueron los isleños canarios quienes introdujeron esta novedad en la isla y enseñaron a los cubanos hacer el carbón mediante el conocido horno de leña colocada verticalmente, cubierta de paja y tierra y algunos agujeros para su oxigenación.
Primero fueron los hogares de las clases pudientes y medias quienes empezaron a utilizar el brillante, limpio e higiénico carbón en las labores de la cocina, sobre todo el de aroma o marabú. Con el correr de los años en casi todos lo hogares, por muy pobres que fueran, utilizaban el carbón vegetal para cocinar, por ser tan barato. La lata del mejor carbón, se vendía a cinco centavos y la enorme saca a $1.10. Tiempo después, un saquito costaba $30.00, aunque sea carbón de almácigo que tan rápido se gasta en la hornilla.
En Los Palacios el carbón vegetal se compraba en muchos lugares dedicados a la venta de este combustible casero, como en casa de Vicente San Jorge, vendido por su esposa Filomena o en casa de Hipólito González, Polo el carretonero, vendido por su señora madre y en otros sitios más, además de vendedores ambulantes. El más característico y estable de estos vendedores de carbón lo era el Señor Joseíto Guerra, padre de nuestro querido amigo y excelente palaceño Evaristo (Niño) Guerra.
Joseíto el Carbonero, con su sombrerito de hule negro, su camisa de kaki de manga larga y abrochada hasta el último botón, su mula o caballo y su largo y sucio carromato, que tenía la forma de los carros de aquellas caravanas que hemos visto en el cine, que conducían a los primeros colonizadores que se dirigían al oeste de los Estados Unidos para colonizarlo, transitaba, aunque estuviera lloviendo a cantaros, por casi todas las calles del pueblo haciendo sonar una campanita que anunciaba su presencia. En algunas casas en el traspatio existía una pequeña casita que se le llamaba carbonera y allí siempre se encontraban varios sacos de carbón y en otros una caja grande de madera donde se guardaba el carbón.
El maloliente kerosén fue el primero en enfrentarse al carbón y la leña para sacarlos de circulación, conocido este producto en Cuba con el nombre de Luz Brillante. En el año 1882 el industrial norteamericano John D. Rockefeller construyó en la misma desembocadura del Río Almendares, en la zona conocida por La Chorrera, una pequeña refinería para producir este líquido que solamente se utilizaba, en ese lejano entonces, para el alumbrado. Lo comercializó con el nombre de Luz Brillante, que usaba como distintivo de marca un elefante sosteniendo un quinqué con la trompa, primero, y después un oso polar con el mismo quinqué encendido sobre el lomo y expandiendo una luz clara y brillante. A partir de ese momento y mediante esa pequeña refinería se establecía en Cuba la "Esso Standard Oil", que llegó a convertirse en uno de los consorcios petroleros más poderosos de los Estados Unidos.
Concluida la Segunda Guerra Mundial de inmediato empezaron a llegar a Cuba aquellos quemadores de kerosén de fabricación sueca marca "Primus", de los que hace mención el antropólogo y explorador noruego Thor Heyerdahl, por llevar una pequeña cocinita dotados de ellos a bordo de su rústica embarcación Kon-Tiki en su travesía por el Oceáno Pacífico con el propósito de probar las corrientes migratorias existentes entre los aborígenes de América del Sur con los pobladores de las islas del Océano Pacífico. Estos quemadores funcionaban por presión de aire comprimido, además de un pre-calentamiento con alcohol para su gasificación.
En poco tiempo llegaron estos quemadores a Los Palacios y de inmediato en algunos talleres del pueblo se comenzaron a fabricar cómodos y baratos muebles de cocinas para dotarlos de estos quemadores y su sistema. Jesús Abed Martínez, conocido por Jesús el Morito, que trabajaba en la herrería de Chón, se especializó en esta función.
El día 3 de Julio del año 1844, el Ayuntamiento de La Habana le otorgó una concesión al Señor James Robb, de Nueva Orleans, Estados Unidos y al Señor Miguel de Silva, de La Habana, para construir y explotar una planta productora de gas procedente del carbón mineral y otros ingredientes químicos, instalar tuberías en las calles y distribuir el gas para el alumbrado público y para uso privado. Los señores Robb y Silva organizarón la Compañía Hispano Cubana de Gas de Alumbrado, construyeron la planta en la portuaria Tallapiedra y antes de un año las principales calles de La Habana, parques, edificios públicos y hogares de la entonces burguesía habanera eran alumbrados con este gas, bautizado por los habaneros con el nombre de gas manufacturado o gas de la calle. En el año 1877 el Señor Domingo Stable, de La Habana, recibió concesión, otorgada con las mismas características de la anterior, para construir otra fábrica de gas en la Estación de Rincón de Melones, en la orilla sur de la Ensenada de Atarés, en la Bahía de La Habana. El único uso que tenía este gas producido en Tallapiedra y en el Rincón de Melones era para el alumbrado.
En el año 1886 se instalaron las primeras lámparas eléctricas de arco en las Calles de Obispo y O'Reilly, en sustitución del alumbrado de gas. En el mes de Junio del año 1889 el Gobernador General de Cuba aprobó la instalación de lámparas eléctricas en la Plaza de Armas y un mes más tarde se sustituyeron 388 lámparas de gas en parques y paseos públicos por las nacientes eléctricas. Este fue el comienzo de la luz eléctrica en Cuba, que a partir de ese entonces aumentó rápidamente.
Con la aplicación del fluído eléctrico como medio para alumbrarse, tanto por el disfrute de un alumbrado más luminiscente y científicamente más cómodo y seguro, así como el poder accionar algunos aparatos eléctricos que ya habían hecho su aparición en el mercado, todos acogieron con gran entusiasmo la revolucionaria electricidad y las plantas productoras de gas manufacturado en La Habana se vieron en la amarga necesidad de cerrar sus puertas.
Durante algunos años la industria del gas se matuvo inactiva, hasta que se empezó a utilizar este producto como combustible para cocinar. Modernas y confortables cocinas que utilizaban el gas manufacturado o de la calle, fueron traídas de Europa y los Estados Unidos. Las plantas productoras de este gas acondicionaron sus instalaciones para responder a las exigencias y demandas de la naciente industria.
Varios hidrocarburos, como el propano, el butano y el pentano o mezclas de esos gases se licuan para emplearlos como combustibles. Estos gases suelen almacenarse en cilindros o tanques metálicos y gracias a este embotellamiento pueden ser utiliados como combustible para cocinar en localidades o lugares carentes de un suministro centralizado de gas. Estos gases embotellados se producen a partir del refinamiento del petróleo crudo.
El gas embotellado comenzó a comercializarse en Cuba bajo distintas marcas comerciales, siendo las mas importantes Trópigas, Mi-Gas y Shellane. A Los Palacios comenzaron a llegar estos pesados botellones a partir del año 1951. La primera marca en llegar fue Trópigas, representada por el Señor Rafael Brito. Posteriormente Mi-Gas, ostentando su representación el Señor Alberto Fontela y en el año 1958 el comerciante Antonio Hernández y su hermano Chicho asumieron en el municipio la gerencia del gas embotellado Shellane. Los cilindros de cien libras de gas se vendían a $11.00, incluyendo en este costo su acarreo al domicilio del cliente y su instalación. Una familia de cuatro personas consumían un cilindro cada tres meses, aproximadamente.
Con la intención de aumentar su clientela, los hermanos Hernández, por la cantidad de $25.00, instalaban una cocinita de tres hornillas con todo su aditamento y su correspondiente balón de cien libras.
También en los años 1950's las cocinas eléctricas llegaron a Los Palacios y los hogares que utilizaban electricidad para cocinar, que se convirtieron en grandes consumidores al poseer también otros equipos electrodomésticos, solicitban a la Compañía Eléctrica la tarifa económica y este fluido se le abarataba considerablemente. Existía un constante llamado al consumo de electricidad por parte de los productores y distribuidores, quienes mantenían en la prensa radial y escrita el siguiente slogan: "Viva Mejor, Consuma más Electricidad".
Al finalizar la década de los años cincuenta del siglo pasado, los distintos tipos de combustibles utilizados en el mundo para cocinar, eran conocidos y empleados en Cuba, así como en Los Palacios: la leña, el carbón vegetal, el kerosén, el alcohol, el gas licuado o embotellado y la electricidad.
BIBLIOGRAFÍA:
-Censo Nacional de la Repúblia de Cuba del año 1943.
-La Expedición de la Kon-Tiki (Thor Heyerdahl, Año 1948.
-Diario de la Marina (Año 1957, anuncios).
-Revista Bohema (anuncios).
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