jueves, 6 de diciembre de 2012



La Deforestación:
Un enemigo que visitó Los Palacios

Por: Licenciado Omar Rubio Alvarez
Secretario de la Comisión de Cultura de la
Fraternidad Palaceña.

 
Los bruscos y aterradores cambios climáticos que azotan a nuestro planeta, están a la mira escrutadora de gobiernos, universidades, instituciones científicas y hombres sabios de todas las latitudes. Sequías despiadadas enlutan a buena parte del continente africano. Inundaciones impensables cosechan destrucción y muerte. La salinización agrede la fertilidad de tierras labrantías. Las elevadas temperaturas comienzan a deshelar los polos; segura amenaza para muchos países bajos.
Ante semejantes caos, muchos temen este sea el principio del fin de la biodiversidad. Todos los análisis científicos y esquemas computarizados enfocan dos grandes causas; - “el colosal envenenamiento de la atmósfera y su respuesta de efecto invernadero... y la deforestación a escala mundial”.
En el caso concreto de nuestra isla, considerada un paraiso para los descubridores españoles del Siglo XV, la deforestación fue, en un pasado reciente, un escandaloso fenómeno generalizado. Sin tener en cuenta un proyecto de desarrollo agrícola sostenible, las “Brigadas de Desmonte y Construcción”, arrazaron con miles de hectáreas de bosques, palmares y arboledas frutales. Su climax devastador se enseñoreó durante los decenios 1960-1980; a la vista de un pueblo que sufría semejante desafuero.


Decenas de miles de palmas y árboles frutales embellecían y alimentaban a los palaceños en las paradisíacas fincas de Santa Mónica, Dayaniguas, Santa Bárbara, Arroyo Hondo, Macurijes, Santa Rosa, Guasimal, San Lorenzo, El Rincón, Corralitos... entre otras y hoy desérticas. Se llegó al absurdo de desmontar zonas aledañas a nuestras cosas, en tierras inadecuadas para el cultivo por su alto grado de salinización.
Si bien es justo decir que se llegaron a sembrar alrededor de mil caballerías de arroz, pero todo el mundo sabe, que con quinientas caballerías bien atendidas y con altos rendimientos, no era necesario abarcar tanta extensión. Lo mismo sucedió con el “Plan Viandas”. “Comarca sin árboles produce frutos violentos”, escribió José Martí, quien refiriéndose a las palmas las llamó “Novias que Esperan”. Desoyendo ese profético llamado, nuestro municipio fue practicamente deforestado. Hasta finales de los años sesenta del siglo pasado (1960), en Los Palacios, como en toda la isla, el mango, la guayaba, el mamoncillo, la calabaza, la yuca, el limón, la naranja, la toronja, el boniato, por citar algunas frutas y viandas, eran invendibles, habida cuenta de su sobreabundancia.
 
 

Es denigrante que actualmente (2002), una libra de guayabas cueste $1.70; cualquier manguito un peso; un aguacate, de 3 a 10 pesos; el boniato, que jamás campesino alguno vendió, a $0.80 centavos la libra; una calabacita, estimada siempre por su poco valor, 4 o 5 pesos. Sería interminable describir las frutas que en nuestra niñez se podrían en el suelo por su abundancia y que hoy el pueblo apenas puede comprar. Tanto más relevante como el sentido crítico de este artículo, es su mensaje futuro. Gracias a Dios desde hace algunos años se han creado fincas forestales, se siembran las márgenes calvas de los ríos y se exhorta el cuidado de la naturaleza; pero demorará muchos años rehacer lo destruído.
Finalizamos con una décima que refleja el aterrador panorama de nuestros palmares buldoceados y dinamitados estupidamente.
PALMAR
Altas mujeres cayendo
heridas sobre la tierra.
Susto de pencas. Aterra
ver esas palmas muriendo.
Cabelleras descendiendo
en astracto frenesí.
Va subiendo un colibrí.
Un angel negro se apea:
El Sol encienda una tea
desde el Cabo hasta Maisí.



 

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