viernes, 7 de diciembre de 2012



Esbozo Sobre el Estado del Comercio en
Paso Real de San Diego en el año 1959
 
Dedicatoria:
A mis compatriotas y a los casi 150,000 extranjeros residentes en Cuba, que ayudaron a ser posible, en 1959, que el peso cubano estuviera ligeramente por encima del dólar estadounidense.
 
Agradecimientos:
A Máximo Rubio Alvarez y al VH:. Jesús Marcos García por la valiosa, documentada y objetiva información que brindaron.
EXERGO:  Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes, de abismos que brotan por vegas y montes. Tierra en la cual no comerás el pan con escasez, no te faltará nada de ella. Deuteronimio 8, Vers. 7 y 9.
Por Omar Rubio Alvarez

INTRODUCCIÓN
Relata el cronista de la Conquista del Imperio Azteca, Don Bernal Díaz del Castillo, que al llegar a la ciudad de México en 1519, quedaron admirados de la multitud de gente y mercaderías que en su gran plaza había. Concluye su prolija exposición de géneros alimentarios, textiles y de orfebrería con estas palabras: “Entre nosotros hubo soldados que habían estado en muchas partes del mundo (...) y dijeron que plaza tan bien proporcionada y con tanto concierto y tamaño y llena de tanta gente no la habían visto”.

La clave para interpretar ese asombro es puramente económico; un comercio libre y sin trabas estatales que asciende vertiginosamente por si mismo porque su protagonista, el hombre creativo, era libre para hacerlo.
En su ameno libro de viajes “Paso por el Oriente”, el escritor cubano de la República Rodolfo Arango, expresa: “Lo cierto es que en sus recorridos se refiere a varios países asiáticos y del mundo árabe, no sólo la vista se recrea y se sorprende, como en un variado museo de artes y modas, sino que puede el viajero formarse una idea del desenvolvimiento comercial, pues en las actividades del comerciante hay un reflejo de los recursos propios del país, de su capacidad de importación, de sus posibilidades adquisitivas, en fin, del verdadero estado económico del pueblo y de la nación, en su aspecto más vital¨.

De nuevo, la abundancia y la solvencia monetaria hace que un escritor cubano, a cuatro siglos de Diaz del Castillo, y en un marco geográfico y racial diferentes, se llene de exaltación contemplativa.

La clave es similar: Un espacio democrático donde la oferta y la demanda se rigen por leyes ancestrales, que el propio hombre y su libre capacidad competitiva imponen, sin que el burocratismo estatal, los planes quinquenales o la economía centralizada, estorben su iniciativa.

El Mundo de Ayer es una famosa otra testimonial del escritor austriaco de origen judío Stefan Zweig. En uno de sus capítulos el autor describe una viaje realizado por él a la desaparecida Unión Soviética de los años treinta. Al cruzar la frontera, en la primera estación ferroviaria rusa, debió cambiar sus fuertes marcos alemanes por rublos desvalorizados, es decir, incapaces de hacer frente a una superinflación galopante de una pobreza generalizada.

La clave ahora es otra: Una economía masificada en gigantescas granjas del estado, irrentables, porque ya el individuo no es protagonista, sino actor de un papel secundario. Zweig, que alentaba un leve optimismo por aquel inmenso país y su sistema socio-económico, quedaría decepcionado para siempre.

DESARROLLO

Paso Real de San Diego, un pueblecito de la llanura sur occidental de Pinar del Río, en 1959, contaba con alrededor de 6,500 habitantes, si incluímos a Santa Mónica, su asentamiento rural más importante. Algunas zonas como Santa Bárbara y Marverde, actualmente consolareñas, integraban su geografía, así como Paso Quemado, asiento original de este pueblo que se fundó en 1820. La información analizada sólo abarca a Paso Real y Santa Mónica.
El 31 de Diciembre de 1958, en vísperas del nuevo año, decenas de parejas bailaban paradisíacamente al compás de cadenciosos boleros o rítmicos y alegres danzones. En ambas sociedades de recreo se desarrollaban animados bailes, cuya magnificencia y elegancia era notoria. Las eternas desigualdades sociales se diluían en aquellas festividades. Todos vestían pulcramente, unos con trajes, otros con sacos combinados o finas guayaberas de blanco impecable. Las mujeres con un sentido de la elegancia como nunca se volverían a ver; de trajes largos y coloridos, bien pintadas con penetrante olor a perfumería que saturaba el ambiente y tratando de dislumbrar con cuanto collar, aretes o lentejuelas que encontraban. Todo el mundo bailaba.

Yo me moría de envidia, tenía 8 años, ante aquel espectáculo indescriptible de música, cerveza, sidra, jaiboles, victrolas, enramadas y nocturno romanticismo.

Por la madrugada, al salir a la calle, —andaba con mis padres—, topamos con un tal Pablo García, un negro risueño y regordete que vendía unos enormes panes con lechón asado; rebosantes de masas, gordos y pellejitos crispeantes, con el mismo olor que debe haber en el paraíso, por 15 o 20 centavos. Cerca Joseíto el tamalero, un mulato de voz sonora, ofertaba unos suculentos tamales, humeantes, blanditos, rociados de kepchup con picantico al gusto, divididos en trozos, con sus correspondientes palillitos, también por unos centavos. De modo que el encumbrado y el de medio pelo, el pudiente comerciante y el anónimo jornalero compraban lo mismo, porque todo era muy barato.

Describir minuciosamente el enjambre de bares, bodegas, kioscos, tiendas, quincallas, fondas y vendedores ambulantes robaría un apreciado tiempo. Pero no puedo dejar de registrar aquellas preciosas victrolas, difusoras permanentes de la mejor música cubana, española y mexicana. Depositando en ellas una peseta se recibía el dorado privilegio de escuchar, entre muchas piezas musicales, nuestros más talentosos boleros, como “Nosotros”, “Dos Gardenias” y “Longina”, que hoy forman parte del patrimonio artístico de los más famosos boleristas del mundo. Con el exterminio absurdo de las victrolas se disparó un tiro a la nuca de la más natural, sencilla y expedita escuela para la apreciación del arte musical.
 
A pesar de la hora el bullicio era enorme, como si fuera una feria en una lujosa ciudad. Se decidió comer arroz con pollo a la chorrera en la fonda-bar-bodega y hospedaje de Julián Andarcio. Su costo, incluída una botella de vino español, $3.20.
 

Pasamos, ya rumbo a Santa Mónica, por el bar de Pedro Martín, porque querían tomar café express, colado en aquellas ciclópeas cafeteras Nacional. Por unos centavos te ofrecía una taza humeante, espumosa de puro néctar saborizado. En ese sitio había una sala de billar muy concurrida. El billar, un exquisito pasatiempo de origen inglés y perfeccionado por los franceses, que fue durante siglos privativo para la aristocracia europea, era degustado por nuestros jóvenes en permanente gozo y sosiego; alejándolos de vicios dañinos.

Resultó fácil llegar a Santa Mónica, simplemente contábamos con 28 autos de alquiler. Aunque muchos habían sido alquilados desde temprano hacia las sonadas fiestas bailables de Los Palacios, Fierro, Entronque de Herradura, Consolación del Sur y San Diego de los Baños.

Me excuso si se sienten abrumados por esta descripción que a los más jóvenes debe saberles a fábula, pero es imprescindible anotar que el desarrollo del comercio se abrumaba, de manera inusual, con el sistemático arribo de numerosos circos, algunos de prestigio internacional como el Santos y Artigas con su triple salto mortal aun vigente, lo de vigente se refiere al increible triple salto acrobático, no al circo, que como sabéis fue extinguido como los demás. El Nelson, cuyo baúl macabro y la enigmática metamorfosis que en su interior se operaba, continúa siendo un interesate enigma que sólo se ha repetido por la televisión. El Moreno y el Echazábal, con familias en esta comarca.

Otras formas de animación comercial lo constituían los caballitos, pequeños Disneylandias y paraíso de la niñez. El cine, toda una institución cultural, desbordado los fines de semana con permanentes estrenos de la filmografía norteamericana, argentina, mexicana y española, que eran los más apreciados, de acuerdo con nuestra idiosincracia.

Pero quien pudiera eternizar el supremo asombro que experimentaría el ilustre Bernal Díaz del Castillo, el cronista precitado, si nos fuera dable utilizar la máquina del tiempo, ficción creada por H. H. Wells (novelista inglés) y ubicándolo en 1959, se le pudiera mostrar la bodeguita de Máximo Rubio Martínez, (pudiera ser otra cualquiera), y decirle mencione usted un producto alimenticio u otro que sea menester en la vida diaria; ristras de salchichones de pura carne vacuna; rollizas jamonadas de 40 cts., la libra, superiores en calidad al jamón actual de cerdo ahumado que vale $30.00 la libra, es decir, más de 70 veces; mortadellas, chorizos en salsa riquísima, bacalaos enormes como yaguas de palma real; arenques ahumados (la delicia de los bebedores de cerveza); tasajo uruguayo; redes de longanizas colgadas del techo como telarañas; pingües tocinos, la cumbre del sabor para hacer potajes; sardinas navegando en el afrodisíaco aceite de oliva; el insuperable bonito enlatado; los variados quesos que semajaban ruedas de molino de maíz; los tipos de arroz a precios irrisorios; frijoles, garbanzos y chicharos para todos los paladares; cuatro marcas de cervezas nacionales; tres de maltas; más de 10 clases de refrescos y cigarros, a 5 y 10 centavos; panes, palitroques y galletas saladas y dulces; leche condensada y evaporada; variada dulcería; incontables latas de dulces en conserva; todo género de especias y sazones. Avituallamiento de ferretería, calzado y textil cuyos pormenores serían hasta fatigosos de designar.
 
Interrogado el Venerable Maestro de la “Resp. Logia “Montecristi” Hermano Jesús Marcos García, le preguntamos: ¿Consideras que en el ramo del comercio y la gastronomía, Cuba tenía que envidiarle a los Estados Unidos? Respuesta: Al contrario, cada día se desalojaba más a la industria foránea, por la enorme competencia y calidad de nuestros productos y sus bajos precios.
 

Por ejemplo, el puré de tomate “La Conchita” superó al famoso Del Monte y al Libby´s de procedencia yanki. El chorizo “El Miño” cubano, dejó atrás a los clásicos chorizos españoles. También quedaron relegados la jamonada, mortadella y salchichones. tradicionalmente hispanos, porque los nuestros eran más baratos y de una extraordinaria calidad. En 1959 contábamos con 362 fincas; excelentes colonias de caña, tabaco y ganado en las que laboraban cerca de 600 trabajadores. Una gran compañía arrocera y algodonera con alrededor de 250 empleados que alternaban sus jornales entre cosechas de arroz y caña. El salario medio era de $2.70, pero con un valor de compra por encima de 150.00 pesos actuales.

Voy a ilustrar lo antedicho con un ejemplo: Cinco libras de jamonada costaban $2.25; actualmente $150.00...y de calidad no vamos a hablar. Una libra de picadillo de res de primera 20 cts.; actualmente $3.50 dólares, es decir 80 pesos cubanos; 460 veces más. Alrededor de 200 personas ganaban su sustento en el comercio, el transporte y otros servicios.
 

En el extremo sur de nuestro pueblo, el Mar Caribe nos ofrendó la Playa Dayaniguas, donde desemboca el Río San Diego con sus saludables efluvios sulfurosos. Durante tres meses cobraba una inusitada vitalidad con el arribo de cientos de vacacionistas, palaceños en su mayoría, propietarios de medio centenar de embarcaciones, algunas muy veloces como las llamadas “yumas” con motor fuera de borda y que salían adonde se les antojaba a sus dueños, sin menester de permisos oficiales.

A 300 metros de la costa fondeaban los pintorescos barquitos de vela, atestados de biajaibas, pataos, pargos, camarones, langostas y cangrejos moros, vivitos y coleando todos, en sus viveros naturales diseñados en las barrigas de los barcos y, como un símbolo del cuerno de la abundancia, la Fonda de Albolay donde se freían, día y noche, en enormes sartenes las doradas y exhuberantes cuberas de la costa sur.

CONCLUSIONES:
 
En 1959, en Paso Real de San Diego y Santa Mónica ofrecían su excelente servicio: 21 bodegas (la mitad mixtas); 2 ferreterías; 2 farmacias; 6 kioscos; 5 bares con victrolas; 2 quincallas; 7 fondas; 2 servicentros o garajes; 1 panadería y dulcería; 3 hospedajes; 1 heladería; 1 cine; 3 tiendas de ropas; 5 carnicerías; 1 sastrería; 2 escogidas de tabaco; 2 peluquerías modernas; 1 guarapera; 2 sociedades de recreo y numerosos vendedores ambulantes, algunos de origen árabe.
 
En Arroyo Hondo, veguería distante a 3 Kms., de Los Palacios, un colono norteamericano nombrado Mr. Bravo, le dijo un día a su administrador Pelayo Valdés: “Pelayo, yo vivir en ciudad de la Florida muchos años, pero aquí no encontrar diferencia”. En consonancia telepática con esas palabras, Manuel de Jesús Novo, que fue Secretario de la Junta de Educación de Artemisa, nos dijo ante un grupo de palaceños: “Artemisa era una de las ciudades más encumbradas de occidente, a la par de la ciudad de Pinar del Río, pero al establecerme en Paso Real como telegrafista, ya no noté la diferencia”. ¿Qué les parece?.
Donde estaba ubicada la Farmacia Orizondo.
Calle 18, esquina a la Calle 19.


Un jefe tribal de la etnia maya, antiguos habitantes de zonas de México y Guatemala, al encontrarse con las primeras avanzadas de los conquistadores españoles, les preguntó: ¿Por qué vienen ustedes de tan lejos a estos remotos lugares? ¿Acaso sus tierras no producen alimentos en abundancia?.


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