sábado, 13 de marzo de 2010

Modas y Modos

Por Teresa Ramírez Alonso

Secretaria de la Comisión de
Cultura de la Fraternidad Palaceña

Toda publicación que sea para recordar nuestras costumbres no puede olvidar las modas; pues ésta, a través de cientos de años ha sido una página preferente para todos los gustos. Para no remontarnos demasiado lejos, hacemos un paréntesis en la década de los años 50' y vamos a rememorar a grosso modo qué hacíamos en este pequeño pueblecito de Los Palacios. ¿Estás a la moda?. ¿Qué no se podía?. ¿Por qué no?, si para ello circulaban las revistas: "Vanidades", Ellas", "Romances", etc., que nos ponían al tanto del buen vestir. ¿Qué esto era para personas ricas? ¡Qué va". En Los Palacios existían academias de corte y costura. Para enseñar a señoritas selectas, ahí estaba María "La Montañesa", que con el sistema de "Maria Teresa Bello", enseñaba hasta hacer sastrería a sus alumnas. Para otro grupo poblacional se encontraba Rosa María Castillo con el sistema "Roche", ambas señoras (ya fallecidas) enseñaban hasta bordar. También las habían que cosían de afición; las que cortaban por otra pieza de ropa, las que no poseían máquina de coser y lo hacían a mano.

Para adquirir las telas de última moda, podías acudir a las antiguas tiendas "El Paraíso", "La Casa Pepe", "La Ópera", "El Encanto", "La Retacera de Delio", entre otras. Qué no tenías el dinero y había que comprar a plazos, para eso no existían problemas. Cada sábado "Pepe el Moro" y con sólo 20 centavos de entrada lo mismo te daba un corte de tela de seda fría o de sombra de palma y que decir de "Monguito Solapeña" y el "As de Oro"; para comprar había lo que usted deseara, de todos los precios y todas las formas de pago. Hablando de modas. ¿Quién no recuerda a "Chuchu" Izquierdo?, que lo mismo hacía un vestido que un traje de baile. Si lo querías rápido y además barato a Valeria Román se lo llevabas por la mañana y por la noche podías ir de estreno a la fiesta.

¿Estrenarse un vestido y a donde ir? Lo más cotidiano, un paseo por la Calle Antonio Maceo (actual Calle 23), con sus dos cunetas a los lados y uno que otro huequito, con agua "si llovía", pero las muchachas ¡bellas!, desde la Calle Warren (actual Calle 20) hasta la Calle Serafín García (actual Calle 28), ida y vuelta varias veces. Los galanes ahí para admirar las bellezas de su pueblo.

Una señorita bien vestida, seguro llevaba zapatos de tacones altos al estilo Luis XV, medias largas, un lazo en el pelo,un collar largo, unos aretes grandes y un pasador o una rosa en el pecho. En la primera mitad de la década de los 50', los vestidos fueron al caer del cuerpo, drapiados y rebuscados, a estos los desplazó "La Paradera", que se componìa de una o varias sayuelas almidonadas que hacian lucir a las muchachas con cinturitas de avispas y las más delgadas no tenían problemas con las caderas, pues le quedaban los defectos tapados con el almidón y la engañadora. Las más pechungoncitas se vestían a lo Sarita Montiel. Las señoras muy elegantes, si pasaban de los 30 años, no se vestían sin mangas y si el cuello era alto, mucho mejor. Usaban los vestidos de dos piezas y con colores sobrios, porque los estampados sólo eran para la juventud.

Par ir a misa; "los vestidos con mangas" y preferiblemente largos. Sin medias ¡jamás!, y la cabeza cubierta con velo o mantilla. Para ir al antiguo Club Hispano Cubano (CHC), "'¡Bueno", eso si era para exhibir el último grito de la moda".



El Baile de la Guayabera, ya lo dice la palabra, era el día 24 del mes de Febrero (no importaba si hacía frío), los hombres en guayabera y aunque fuera la única para todos los bailes. Las muchachas con trajes de hijo al estilo cubano, de cuadritos o de bolitas, predominando los colores de la bandera: el blanco, el azul y el rojo.

El Sábado de Gloria; baile de disfraz, fantasmas, odaliscas, gitanos, gallegos; en fin, una gama impresionante de trajes, ¡qué originalidad". Para las verbenas, tres vestidos diferentes, uno para cada noche y a bailar en el andén del ferrocarril. Comenzó Mayo y con él la primavera, para esa época el color blanco fue predominante. Tampoo podemos olvidar el tradicional 25 de Diciembre, ¡Navidad!, ¡qué importaba el día de la semana y trabajar el día 26! y qué decir del Baile del día 31 de Diciembre para esperar el nuevo año, que seguro en la mañana te tocaban a la puerta y te amenizaban con un felicidades. Para esos días tradicionales no faltaba el suéter tejido con dos agujas, las chaquetas de astracán o una piel de zorro, aunque fuera imitación, y las estolas hechas en casa de diferente tejidos.

Y por qué no decir también que los jóvenes, además de la guayabera, vestían de traje o con camisas de mangas largas, que jamás iban por fuera del pantalón. Una corbata no faltaba ni en el ropero más pobre.

Si por casualidad ya peinas canas y viviste esa época preciosa, cierra los ojos y te verás listo a partir desde la Calle Warren (actual Calle 20), hasta la Calle Serafín García, (actual Calle 28), acompañando o esperando a una palaceña. ¡Recordar es volver a vivir!.
Los Piropos en el Paseo de Los Palacios

Por Daniel Márquez Arencibia

Dicen que "recordar es volver a vivir". Lástima que, a pesar de los recuerdos, nosotros no somos los mismos, pues la vida es efímera. Esto lo comprendemos cuando llegamos a cierta edad. aunque ahora, con el pelo encanecido, y con el rostro y la frente surcados por las primeras arrugas, pero cargando en nuestro intelecto un cúmulo mayor de experiencias, por los años vividos, que si sabemos transmitírselos a los más jóvenes, seremos verdaderos maestros.



Allá por los primeros años de la década de los años sesenta, la llamada "pro-digiosa" en la música pop-rock, la juventud palaceña los sábados y domingos, esto era religioso, nos dábamos cita en la espaciosa calle principal de nuestro querido pueblo, Calle 23 (antes Calle Antonio Maceo). Avenida con reluciente y hermoso paseo en el centro y ambas orillas, con su exquisito alumbrado por farolas colocadas a 30 o 40 metros una de la otra, abriendo sus alas y en cada estremos de éstas un potente foco de neón para romper las penumbras de la noche convirtiéndola en claridad artificial.

Extendiéndose este paseo desde la Esquina de Bárcenas, con el agradable y placentero bullicio musical de las victrolas existentes, hasta un poco más allá de la Iglesia Católica y la antigua bodega de Asunción Hernández. Fotografías de Luis J. Puentes (Pilingo), Angel González y ARCHIVO (OGEPE).

Los jóvenes se reunían en pequeños corrillos de acuerdo a su afinidad, desde frente a la antigua Farmacia Lamelas, pasando por frente a la antigua Casa Pepe, el antiguo Almacén, la antigua ferretería La Revoltosa, la antigua tienda El Paraíso y hasta la antigua tienda El NuevEncanto. En los portales de estos comercios, charlábamos y jaranéabamos mientras esperábamos ver pasar a la muchacha que nos hacia suspirar por su atractiva figura hermosa y bien formada.



Las jóvenes se dedicaban a pasear en pequeños grupos de dos o tres muchachas que iban desde el frente del antiguo cine Liceo, cuyo propietario era en ese entones el distinguido fígaro Ciriaco Ramírez, hasta donde se encontraba la antigua relojería Tatín o un poquito más allá. Llegaban hasta ahí y volvían a virar en ese ir y venir, siempre por la senda norte de la avenida. Al pasar las doncellas los muchachos se separaban de su grupo para acercarse a la elegida, como el torero que se acerca al toro para darle un vistoso pase. Así, el joven palaceño de aquella época dejaba salir de sus nerviosos labios un ensayado y elegante piropo:

***"Niña, -decía él- en tu casa no gastan luz eléctrica, ¿verdad?"

***¿Por qué, pregunta ella. A lo que el joven responde, -"porque tus ojos alumbran".

U OTRO COMO...

***Bienaventurada sea tu mamacita. ¿Por qué? -pregunta ella-. A lo que el mancebo responde:"Porque en su vientre se engendró tamaña hermosura".

TAMBIÉN ESTE OTRO...

***Reina: ¿Desea usted un paje que la acompañe?

Si la muchacha le decía que si, al joven no le quedaba otra alternativa que incorporarse al grupo de las féminas y acompañarlas en su ir y venir. Cómo es lógico este piropo, sólo lo utilizaban aquellos que eran muy conversadores, que sabían como mantener una animada charla con las jóvenes y así parecer más agradable a la pretendida. Ella, después de oído el piropo, seguía del brazo de sus amigas, sonriendo maliciosamente como sólo la mujer sabe hacerlo, porque es un don que Dios le dio para cautivar el alma y el corazón de los hombres.

Muchos de estos jóvenes, para prepararse y poder enfrentar a la muchacha amada, iban a la librería y otro establecimiento a comprar unos pequeños folletos, donde venían impresos diferentes tipos de piropos ¡Para escoger!. ¿Su muchacha era rubia, alta o bajita, trigueña o delgada?. No importaba. Ahí venían piropos para cualquier tipo de mujer. Sólo había que aprenderlos, prepararse y esperar a que llegara el fin de semana, salir para el pueblo y cuando la bella muchacha pasara a tu lado y luchando contra el nerviosismo...zas, allá va eso. Siempre con mucho respeto, como corresponde a un verdadero caballero, y es que en esa época los jóvenes lo eran, imitaban así a sus padres, hermanos mayores, tíos. ¡La sociedad así lo exigía!.

Ya estaba dado el primer paso, ahora faltaba el segundo. ¡La declaración amorosa!. Tremendo probleme decirle que te gusta, que la amas, que estás perdidamente enamorado de ella. ¡Ah! Para eso servía también el mismo folletico de piropos que habías comprado, porque éste, además traía escrito cartas amorosas de distintos tipos: para declararle nuestro amor a una jujer, para citarla a algún lugar, para felicitarla en el día de su cumpleaños, en fin para toda ocasión, incluso hasta para romper una relación amorosa de la forma más elegante posible. Para muchos estos pequeños libros eran "cursis", pero ¡como resolvieron en su momento a aquellas personas que tenían bajo nivel cultural o poco desarrollo de la expresión oral!. ¡Cómo resolvieron!. Muchos se aprendieron de memoria estas cartas y así hicieron su declaración amorosa y conquistaron a su prenda adorada, a la muchacha de sus sueños, en fin a la mujer que se convertiría en la compañera de su vida.

Hoy, lamentablmente, con cuanto dolor vemos que se ha ido perdiendo esa sana costumbre. Ya los muchachos y muchachas apenas salen a pasear por la calle principal de mi pueblo y lo que es peor; ese piropo lindo, caballeroso, ingenioso y galante ha sido sustituido por términos y palabras groseras, soeces y de mal gusto que no se corresponden en modo alguno con el nivel cultural que ellos poseen. ¡Cuánto podemos aprender del pasado, teniendo en cuenta las potencialidades del presente!. Potencialidad que es inherente al desarrollo cultural de la humanidad.

viernes, 12 de marzo de 2010

SAN DIEGO DE LOS BAÑOS
(Toponímia) =Odónimos=

El pueblo de San Diego de Los Baños, que pertenecía al T.M., de Consolación del Sur, fué agregado al T.M., de Los Palacios, después del año 1959.

Para hacer un estudio de las calles de San Diego de los Baños se consultaron algunos libros del Registro de Propiedad y Vivienda. Se utilizó como monografía histórica trabajos escritos de San Diego por el Dr. Viñals, que durante muchos años ejerció como médico del balneario. Se cotejaron planos elaborados por Tranquilino Sandalio de Noda en el año 1920, por el agrimensor y Subteniente de Caballería Cristóbal de Gallegos en el año 1844 y el de Mariano Carlos en el año 1849. En estos planos se puede observar que este pueblo fue proyectado urbanísticamente, como otras poblaciones de la Isla, y con el transcurso del tiempo recibió transformaciones.




La calle principal medía 16 varas y las restantes doce varas. En el año 1839 Cirilo Villaverde en su libro “Excursión a Vuelta Abajo”, hace una descripción del pueblo en la que expone: - “que no pasaba de ser una ranchería” -, y hace mención a una calle principal o calzada denominada del Monte, que consideramos que sea la Calle Real o actual Calle 29.



Don Diego de Zayas era el dueño del corral de Caiguanabo, que era como se llamaba también el río. Al descubrirse los baños y sus efectos medicinales le empiezan a llamar a este poblado “Baños de San Diego”. Después de la fundación en el año 1844, cuando Martín Pedroso da la autorización para la urbanización del pueblo y es trazado por el Subteniente de Caballería Don Cristóbal Gallegos, adopta el nombre de San Diego de los Baños.



Los primeros nombres para identificar sus calles, que aparecieron en los inicios de su fundación, denotan: buenas relaciones entre las personas, paz, tranquilidad, estado de ánimos y bienestar. Estos odónimos de sus calles son motivados a que el pueblo desde sus inicios era un lugar de descanso, de recuperación y reposo para las personas enfermas, asi como presentaban nombres como Reposo, Agrado, Filantropía, Retiro, Tranquilidad y otros. En la República se le pusieron a las calles nombres de patriotas, pero perduraron los primeros. Con el triunfo de la revolución los odónimos de San Diego de los Baños fueron sustituidos por nombres de mártires de la concluída lucha revolucionaria, los que no lograron desplazar a los anteriores. En el año 1962 la Juceplan Municipal reemplaza los nombres de las calles de San Diego por números cardinales, los que reciben una rápida identificación de los pobladores con este moderno y práctico sistema.

Por todo lo anterior expuesto podemos confirmar que, como en Los Palacios, en San Diego de los Baños los nombres de las calles empleados, antes del año 1962, tienen relación con la vida y las actividades de las personas. En San Diego el factor que más influyó fue la de los bañistas que acuden a sus baños sulfurosos en alivio y cura de sus males y el ambiente de tranquilidad que siempre ha caracterizado a este núcleo poblacional.

En este poblado las calles de números cardinales se extienden desde la 19 hasta la 37, aunque, curiosamente, al designar estos números omitieron el 27.

Calle 19: Sus odónimos más antiguos fueron Reposo y Retiro.

Calle 21: Su primer nombre fue Filantropía. En la República se le cambió el nombre por Carlos Manuel de Céspedes, en honor al Padre de la Patria y en la revolución recibió la designación de Marina Azcuy, en recuerdo a la patriota pinareña.

Calle 21-A: No tuvo otra designación anterior, surgió después del trazado original y está situada en la Reparto José Martí o Cantarranas.

Calle 23: Su primitivo odónimo fue Agrado. En la República se le sustituyó el nombre por Antonio Maceo y en la Revolución por Camilo Cienfuegos.

Calle 25: Desde épocas de la colonia se le denominaba Iglesia, por encontrarse entre la Plaza Isabel II y la Iglesia Católica. En la República no sufrió cambio de nombre. En la Revolución adoptó el nombre de Julio Díaz, mártir de la revolución.

Calle 29: El primer odónimo que la señalaba fue Calle Real o Calle San Diego y llevaba este nombre por considerarse, como en otros pueblos, la calle principal de la población, donde se encontraban los establecimientos y edificios públicos más importantes. En la República llevó el nombre de José Manuel Cortina, dueño de la Hacienda Cortina. En la Revolución adquirió el nombre de 1ro. de Mayo en recordación al Día Internacional de los Trabajadores.

Calle 31: Su primera designación fue Velic, no se pudo determinar su origen. Se considera que pertenezca al apellido de alguna persona de la población que vivió en el lugar. Con la República se llamó Independencia, nombre que mantuvo después del Triunfo de la Revolución.

Calle 33: Su nombre inicial fue Amistad. Con la República fue denominda Máximo Gómez en honor al Generalísimo y con la Revolución José Antonio Echevarría en recuerdo al destacado luchador revolucionario, presidente de la FEU y que murió en el Asalto al Palacio Presidencial el 13 de Marzo del año 1957.

Calle 35: Se le conoció en sus orígenes como Delicias. En la República pasó a llamarse Narciso López, general venezolano que luchó y murió por la Independencia de Cuba e izó por primera vez el pabellón nacional en Cárdenas en el año 1850. Con la Revolución se siguió llamando Delicias.

Las calles de San Diego se designan con números pares desde la 22 hasta la 42, incluyendo algunas que se designan por letras. Se desconoce porque se comienzan a numerar en la 22.

Calle 22: Su nombre antiguo fue Calle D y pertenece a una serie de calles que fueron señaladas por letras, desde la A hasta la D. Con la revolución se le señala el odónimo de Frank País, en recordación al mártir revolucionario.

Calle 24: Su primera designación fue Calle C. Despúes del triunfo revolucionario se le cambió el nombre por Dr. Isidro de Armas, en tributo a este mártir revolucionario que murió el 17 de Agosto del año 1958 en el Seboruco en combate con las fuerzas del ejército. Estaba alzado en armas y combatía dentro de las filas del Frente Guerrillero en la Cordillera de los Órganos.

Calle 26: Se llamó Calle B. Con la Revolución comenzó a llamarse Capitán Tomás, mártir de la revolución. Esta vía cuenta con dos sub-calles que son la 26-A y la 26-B.

Calle 28: Su nombre anterior fue Calle A. En la Revolución recibe el nombre de Marcelo Avila, natural de Arroyo Colorado y residía en el Seboruco. Se desconoce la causa de su muerte y se sospecha que lo haya asesinado el ejército en los días de la Revolución. Un día salió de su casa y no regresó nunca.

Calle 32: Se le conocía como Tranquilidad. En la República se le impuso como nombre Espíritu Santo. Con los cambios revlucionarios nuevamente se llamó Tranquilidad. Popularmente se le conoce como Calle del Stadium, por encontrarse el campo deportivo en esa calle.

Calle 30: Primeramente se le conoció como Recuerdo y este nombre lo mantuvo en la República. La Revolución le cambió el nombre por Luis Carmona.

Calle 34: Su odónimo inicial fue Simpatía. En la República se le cambió el nombre por el de Martín Pedroso, en recordación a este señor que fue el dueño del Hato San Pedro de las Galeras y en el año 1841 pide autorización el Capitán General de la Isla de Cuba para la urbanización del pueblo, concedido el permiso en el año 1844, imparte órdenes para el trabajo urbanístico del poblado. Con la revolución adquiere el nombre de Mártires de Girón.

Calle 36: Se le señalaba como Calle Concordia. La República la bautizó con el nombre de José Martí, en honor al Héroe Nacional. La Revolución le sustituye el nombre por el de Jesús Suárez Soca, mártir de la revolución.

Calle 38: En la Cuba Española se llamó Recreo. Los cambios en la República le sustituyeron el nombre por el de José M. Cabarrouy, hijo de Santiago Cabarrouy, quien en 1842 fundó el Hotel Cabarrouy y fue director del balneario. El proceso revolucionario le sustituye el nombre por el de Jesús Menéndez, en recordación al líder azucarero.

Call 40: Se conocía en épocas de la colonia con el nombre de Sinceridad. Durante la República mantuvo este nombre y los cambios revolucionarios la designan Calle Ceferino Fernández Viñas, mártir de la revolución. Popularmente se le conoce como Calle de la Secundaria, por encontrarse este plantel educacional en la referida calle.

Calle 42: En la Cuba Española se le conocía como Neptuno. (Dios de las Aguas, hijo de Saturno y hermano de Júpiter y Platón). Se supone que esta calle lleve este nombre por estar paralela y cercana al río. Este nombre se mantuvo en la República y la Revolución lo cambia por el de Miguel Cabañas Penejos, mártir revolucionario que vino en la expedición del Granma. Popularmente se le conoce como Calle de la Escogida, por encontrarse este centro elaborador de tabaco en la misma.

domingo, 7 de marzo de 2010


Recordando a Los Palacios
Por Osvaldo Gotera Perugorría

"No es oro todo lo que reluce, ni toda la gente errante anda perdida;
a las raíces profundas no llega la escarcha;
el viejo vigoroso no se marchita". J.R.R. Tolkien.




Transcurría el año 1569 cuando al fundador de la primera ciudad en los Estados Unidos de América, San Agustín, Pedro Menéndez de Avilés, quien era entonces gobernador general de la Isla de Cuba, le fue concedida una porción de tierra de esta región, así como a Juan Gutiérrez Manibalda, llamada entonces provincia Nueva Filipinas. A esa merced se le dió el nombre de Corral de Sabanas Nuevas y la del Hato de Dayaniguas.




Así se repartieron este territorio desde fines del siglo XVI hasta que a principios del XVII (1609), se le concedió a Fernando Sánchez el Corral de Taco-Taco. Fué mucho tiempo después (1760) que el pueblo de Los Palacios, se fundó en las heredades de Juan Sánchez, sobre el hato llamado El Ciego o Sabana del Ciego, las que le habían sido conferidas en 1590. Hay que destacar que al iniciarse la centuria del diecisiete, aún podían verse algunos indios siboneyes en estos predios.

 Cuando en el año 1817 se produjo el desestanco del tabaco, el progreso de Vueltabajo fue rápido y a lo largo del camino real que unía a la región con La Habana, comenzaron a desarrollarse los pequeños nucleos urbanos que originaron las poblaciones actuales. Las alternativas del crecimiento de la población, reflejan la inestabilidad de la economía tabacalera y la influencia de la industria azucarera en la subregión. En el período de 1907-1919, los términos tabacaleros sufrieron una disminución en población, mientras Los Palacios, logró un aumento de un 57 %.

Con un área de 755 kilómetros cuadrados, y con una población (Censo de 1953) de 20,576 pob. abs., el Término Municipal de Los Palacios, limita por el Norte con los Términos Municipales de Consolación del Norte y Cabañas; por el Este con el Término Municipal de San Cristóbal; por el Sur, con el Mar de Las Antillas, y por el Oeste con el Término Municipal de Consolación del Sur.

Forma parte del Partido Judicial de San Cristóbal, que comprende los (3) Términos Municipales de San Cristóbal, Candelaria y Los Palacios. El Término Municipal de Los Palacios, con una población rural de 64.4 % (1953), se compone de siete (7) barrios: Limones, (Rancho Mundito, etc.); Macurijes, (Central La Francia, fundado en el año 1916); Paso Real, (Paso Real de San Diego, Paso Quemado); Santa Mónica, (Playa Dayaniguas); Santo Domingo, (Bacunagua); Sierra, (Entronque de Los Palacios, situado a unos seis kilómetros del pueblo de Los Palacios, cerca del kilómetro 122 de la Carretera Central Habana-Pinar del Rio); Urbano, (Pueblo de Los Palacios, situado a unos 62 kilómetros de distancia de la ciudad de Pinar del Rio y unido por ferrocarril a La Habana y a toda la Isla. Población: 5,250 habitantes, (1953), 10,000 a fines de la década de los años 60's.
Excluyendo los datos estadísticos correspondientes, señalados al comienzo, el contenido del presente trabajo, en relación con el pueblo de Los Palacios, que nunca olvidaremos, pues forma parte muy especial de nuestra vida, comienza en los primeros años de la década de los cuarenta, cuando llegamos a Los Palacios, procedentes del pequeño poblado de Santa Cruz de Los Pinos, en el Municipio de San Cristóbal. Es muy posible que la memoria nos traicione y se omitan algunos datos y detalles concernientes al pueblo, pero trataremos de recordar lo más posible. Los datos no necesariamente aparecerán en forma cronológica.
Recordamos las calles principales: Ave. Warren (entrada al pueblo desde el Entronque de Los Palacios, en la carretera central; Calle Antonio Maceo y Calle José Martí. El rio de Los Palacios, que se encuentra con la carretera que une al pueblo con el poblado de Paso Quemado y por ende al pueblo de Paso Real de San Diego. Los Repartos Nueva Era y Norton, situados a la izquierda entrando al pueblo por la Avenida Warren; Reparto Betancourt, hacia la derecha.


Recordamos a nuestra maestra Señorita Aurorita Más (Señorita Aurorita); los seis colegios; al Padre Cura Claudio Ojea y el incendio que destruyó la Tienda de Ropas El Encanto, en la calle Maceo; a nuestra profesora de Inglés, Mecanografía y Taquigrafía, Isabel Inclán (La querida Chabela). Recordamos a los integrantes del equipo de pelota que Los Palacios tenía en aquella época: Orlando Núñez, Pedrito Ferro, excelente jardinero central; Bijol, que nunca supimos su nombre original; Antonio Herrera, Armando Fernández, etc., etc. Recordamos también los esfuerzos que hacíamos para que nuestro padre nos consiguiera el poder ser el cargabates del equipo local.
El local situado en las calles Luis A. Fernández y Froilán Nuñez, donde se producían conservas de piña, y donde trabajamos por algún tiempo.

Recordamos a Tata y Amparo, los choferes de "las guaguas" de Los Palacios al Entronque; a Pablo González y Manolo Piñeiro, choferes y a Pepe Dorta y Carabelas, conductores de los Omnibus de Los Palacios a La Habana (El Directo). Recordamos al Juzgado Municipal, con el Juez Doctor Jacinto J. Carluch, a su Secretario Genarito Valdés y no olvidamos a Dimas Ortega, el Conserje, que llamaba a los participantes en los juicios que se celebraban. A Pedro Mezo, Secretario de la Junta Electoral; al buen amigo Alfonso Robert, que era un experto tomando huellas digitales y al Niño con sus fotografías en la Junta Electoral.

Todavía nos parece saborear los deliciosos merengues que hacia Merlín, en la calle Céspedes. Recordamos al puesto de frutas del gallego Roque, en la esquina de las calles Céspedes y José Martí, lugar donde se reunían muchas personas para escuchar los episodios de Los Tres Villalobos, a las doce del día.


El trasbordador de caña y el esfuerzo de los muchachos por quitarle algunas cañas a los camiones que la transportaban, cuando éstos tenían que aminorar la velocidad al paso del crucero del ferrocarril o en algún otro lugar.
Recordamos la Estación del Ferrocarril, con su Administrador Tomás Núñez, lugar donde se daban citas muchos de los enamorados para esperar el tren de las nueve que procedía de La Habana, después de una breve caminata por el Paseo, el cual muchas veces cambio de aspecto.





El CUCHI del ferrocarril que transportaba a los trabajadores al Central La Francia, (de Ciprián Cruz y Padilla). Fotografía: Nelson Fernández. Recordamos a Epifania Alonso, cariñosamente conocida por “La Mocha”. Al querido amigo Agustín Gato. A la querida Robustiana y su café. A la popular Pandonga.




Reunión con el querido amigo Agustín Gato, en mi
visita a Los Palacios, en el mes de Marzo del año 1979.


Muy especialmente recordamos la celebración de las fiestas patronales, con su Verbena los dias 1, 2 y 3 del mes de Mayo, (algunas veces hasta el dia 4), de cada año. La llegada de los palaceños que se encontraban en otros lugares de la Isla, para participar en las fiestas y así compartir con sus familiares y amistades en ésos dias especiales. Recordamos la procesión del Santo Patrono Jesús de Nazareno.

También recordamos en la Calle Antonio Maceo, la “cuartería” de Aquilinito y el kiosko del "Chino Ronco" y asocio igualmente a Yiyo Cuala y su septeto musical. Bastante cerca, la Farmacia Lamelas, que al igual que la farmacia de los hermanos Calderón y la Ferretería de Alberto Fontela, exhibían en los portales, el Dia de Reyes, los juguetes y regalos, (esto según el querido amigo y palaceño de corazón Andrés López, quizás fué de donde copiaron los americanos, para hacer sus "ventas de las aceras").

Entre los carniceros, recordamos al popular Tite Díaz, Perico Rubiera, Bolón, el Niño, Pedrito, Nanao, Martín Venereo, el Che, Felipe y en la Ceibita, Armandito Diaz. ¡Ah, entre las sastrerías: la de Oscar Ipsán, EsquiloTorres, Gabo Suárez; a Nicanor, Benito y Mario Cruz.

El jardin y kiosco de Tomás Blanco, y la bodega de Publio Labrador. Situados en la calle José Martí y Calle Sol, respectivamente.

La bodega de Luis Lam, en la calle del cementerio (Serafín Garcia), y también la bodega de Eduardo López. Eduardo paseando en su nuevo chevrolet, por todo el pueblo, muy despacito.

Siguiendo con los "establecimientos de víveres y otras cosas", mencionaremos, la bodega de Santiago Lam, en la esquina de las Calles Antonio Maceo y José Palacios; el kiosco de Titico Fiallo en la Calle Antonio Maceo y el de Mongo Lugo, en la Calle Ramón Cruz.
Entre las panaderías se me olvidaba la de Cabrera en la calle Antonio Maceo y la de Polo. En mi barrio, el Centro Telefónico.

Entre las figuras populares: Fosforito, Reyes, José Verde, Gallo Fino, Cuco Facundo. El popular "Salón de los Viñas", donde se celebraban los bailes que eran muy renombrados. Bello, "el periodísta", que repartía El País.

Recordamos al Dr. Lucilo de la Peña Hueca (Lucho) y a su filarmónica. El despertar al compás de la música, (todos los dias primero de Enero de cada año) interpretada por los improvisados conjuntos musicales palaceños, compuestos de cinco, cuatro y hasta de un solo miembro, esperando la cooperación económica correspondiente, después de desearnos felicidades en el año que comenzaba.

Recordamos el puesto de frutas del Guajiro Julio, en la esquina de las calles José Martí y la Calle Ajuria, frente a la tienda de ropas de Miguel Abay y a la Ferreteria Abay. Las bodegas de víveres de Juanita Medel y de Manuel Fernández (cariñosamente conocido como Manuel-Chiquito), en la esquina de las calles José Martí y Piñera. El cine del Americano en la propia calle Piñera, donde había un solo proyector y habia que esperar al final de cada rollo de película, un tiempo apropiado para que el operador de turno, instalara el siguiente rollo. Igualmente recordamos al Teatro Liceo, después el Cine de Ciriaco.

No olvidamos al querido amigo y hermano masón, Buenaventura Calderón, al cual desdichadamente hicimos la primera guardia de honor como miembro de la masonería, cuando falleció.

Recordamos a los Alcaldes del pueblo: Doctor Lucilo Diaz Fernández y Francisco Bugallo Blanco. A los Doctores de Medicina: Valverde, Lucilo Diaz, Pedro Morales Escobar, Nicolás Morales Suteras, Félix Fernández Rodríguez, Fragoso, Cambeiro. A los Dentistas, Alfonso Cañal y Emilito Fúster. Al querido hermano Luis Fúster y sus visitas a domicilio, prestando sus servicios a todo el pueblo, a cualquier hora de la noche. Muy especialmente recordamos a la Doctora Roselia González. La querida DOCTA.

A Pancho Bolo, figura muy popular entre los dueños de automóviles y camiones, para resolverles el asunto relacionado con las gomas. A Rafael Brito, al cual acudíamos para cualquier problema con la electricidad local.

Recordamos los comercios de la Calle Antonio Maceo: Almacén de Víveres de Maximino Cerro; La Revoltosa de Ramón Alonso; La Bomba, de Diéguez; La Revolución, de la Familia López; las bodegas de Emilio Díaz, Vicente Lam, Felipe Fuentes, Cuso Viñas. La Bodega de Pulito. La de Asunción Fernández.

Tiendas de Ropa: La Casa Pepe, El Paraíso, El Encanto, (después del incendio con el nombre de El Nuevo Encanto), Las Novedades. La tienda de Delio Cabrera. La Opera.

Los Hoteles de Pastor Fúster, después de Ramón Barroso; Soberón, después del querido hermano Nicolás Martín, (Colás) y después Hotel Casanueva.
La Imprenta y Ferretería de Alberto Fontela.

Recordamos igualmente los Bares: La India de Eusebito Viñas, después de Víctor Díaz; Bar La Plata, de Santos Fernández; el Bar de Bárcenas. Los servicios fotográficos de Andrés López.

Las Farmacias del Dr. Lucilo Díaz, Santa Rita de Serrapiñana, de Emilio Puentes y después de Calderón. La Casa de Socorros y el Ayuntamiento. Recordamos el cementerio y el Dia de los Fieles Difuntos.

Recordamos muy especialmente la Barbería de Ciriaco, pués fué la primera que visité y la barbería, donde por primera vez llevé a mi hijo cuando era un niño; las Barberías de Vicente y de Jesús Romero; la de Piche, al lado de la Junta Municipal Electoral. A Ramón Barroso y su clínica. El Laboratorio de Leza.

Recordamos a Tito el músico y a Ramón Noriega y su local donde arreglaba zapatos, lugar donde ensayaba su conjunto musical.

En la Calle José Martí, donde vivíamos frente al Juzgado Municipal, recordamos los comercios: La Ferretería de Emilio Gómez, La Farmacia de Menéndez, la Bodega de Víveres de la Familia Martínez, en la esquina de las Calles José Martí y Serafín Garcia. La Iglesia Bautista, lugar donde primeramente existía la bodega de Amparo Casanueva y después la del Teniente del Ejército Retirado Fernández, (de la Cachimba), lugar donde trabajé.

Las Funerarias de Morejón, en la Calle Antonio Maceo y la Funeraria de Perico, en la Calle Luis A. Fernández.
El Bar de Polo, en la esquina de las Calles Warren y Antonio Maceo. Las fondas de los hermanos masones: Lencho, en la Calle Warren; Remigio, en la Calle Céspedes y José María, frente a la Estación del Ferrocarril, lugares que resultaban muy visitados por los carreros y viajantes.

En la calle de entrada al pueblo, desde El Entronque, (Warren), recordamos los siguientes comercios: Tienda de Víveres y Carnicería de Juan Fernández; Bodega del Chino Mulato y la de Fuentes; Kiosco de José María Lam. La renombrada Siempreviva, de Felipe Garcia; la estación de gasolina de Joseíto Abay; la bodega del Toro Abay.

Recordamos la Panaderia de Tavo Sordo, en la Calle Antonio Maceo, lugar donde en muchas ocasiones esperábamos, en unión de varios amigos, el primer pan que saliera del horno, alrededor de la una de la mañana, para comerlo caliente, antes de ir a dormir. Las relojerías de Tatín y Barbeíto.

A las maestras y los maestros: Ulpiano Rodríguez, Julio Garriga, Petrona Capote (Tonita), Clarita Rodríguez, Ana María Valdés, Amparo Martínez Valle, (la delgada), Amparo Martínez Rodríguez, (la gruesa), Angelina Franchi. La Academia de la Señora Mercedes, en la Calle José Martí, donde estudiaron mis hermanos Ostelinda y Orlando; la Academia José de la Luz y Caballero, o Academia de Las Guerras, de las hermanas Hilda y Maria Guerra. A Rosalia Valverde y Petra Castro, en el Kindergarten.

Los representantes o distribuidores de las cervezas: El Tio Hano, de La Polar; Higinio Hevia de La Cristal y Tropical. Las Talabarterías de Oscar Figueroa y Javier Ipsán, así como la Zapatería de Marcelino Diaz. También a Constante el zapatero.
Recordamos la Iglesia Católica, en la Calle Antonio Maceo, donde se efectuó nuestro matrimonio, un dia 29 de Agosto, bastante caluroso. Y con inmensa satisfacción recordamos el nacimiento de nuestro hijo Osvaldo Lázaro; la celebración en la Jefatura de Salubridad, con los amigos Esquilo Torres, Lalo, Adolfito Quevedo, a los que se unieron el buen amigo Cristóbal Solano (Popa) y Téofilo Reinoso. Fotografía: Ángel González.

Recordamos nuestro regocijo y orgullo de padre, por el constante progreso de nuestro hijo en los estudios: primero en la Escuela Primaria, después en la Secundaria Básica y por último en el Instituto de Pinar del Rio. Su entusiasmo por los deportes, etc.

Y también recuerdo cuando la situación política y por ende, económica, no se encontraba muy a nuestro favor y al perder nuestro trabajos, Hilda y yo, tuvimos que buscar otros medios de subsistencia, procedía nuestro hijo, al reparto de los productos que hacíamos, para distintas fondas del pueblo, así como la venta en la escuela pública, en su bicicleta.

Igualmente recordamos al Club Hispano Cubano, donde practicábamos varios deportes, entre ellos el boxeo y donde, con la ayuda de valiosos miembros, logramos la creación de un equipo de pelota, (Martí y Maceo), integrado en su mayoría por peloteros de color. Fotografía: Archivo (OGEPE).
También recordamos la Sociedad Nueva Era y el Centro Social Chino, en la Calle José Martí. Equipo de pelota "Martí y Maceo".

Muy fija en mi memoria está la iniciación en la Logia Masónica Montecristi, entonces situada en las Calles José Martí y José Palacios (Calle Valverde), después trasladada para su propio templo, en la Calle Warren, donde efectuamos intensa labor masónica, acompañado de los hermanos, René Nardo, Efrén Toledo, René González y los viejos pilares de la masonería palaceña, Cayetano Guerrero, Agustín Calderón, Eladio Pérez, el Popular Lencho, Julián Diaz, Juan Pérez, Avelino Rodríguez, Eleuterio León Medina y otros muchos. Fotografía: Archivo (OGEPE).






También recordamos las Logias de Caballeros de la Luz y de la Orden de Oddfellows, así como la de los Caballeros de la Luz en la República de Cuba y Oddfellows Unidos, y las distintas ramas femeninas de las mencionadas instituciones fraternales.



Recordamos al Molino Arrocero, donde trabajamos por largo tiempo; el Almacén de Víveres de Amadeo Garcia, en la Calle Céspedes; la Valla de Gallos, en las Calles José Martí y Floirán Nuñez, frente a la herrería del hermano masón Avelino Rodríguez; las peleas de boxeo que efectuabamos en la gallería de Guillermo Suárez. Fotografía: Archivo (OGEPE).





Nuestro esfuerzo en el mantenimiento del equipo de pelota, a través de los años, con la valiosa y desinteresada cooperación y ayuda de entre otros, los amigos Delio Cabrera, Félix Pestana, Adalberto Pérez y otros. A los integrantes de los distintos equipos, de los cuales fuímos miembros y hubimos de dirigir, entre ellos: Enrique Pestana, Mario Andarsio (Mayonga), Berto Andarsio, Antonio (Prieto) Linares, Desiderio (Yeyo) Ferro, Amancio Ferro, Reinaldo Amaro, el popular Piringue con sus chistes en el banco de los peloteros y otros miembros de nuestro equipo Deportivo Los Palacios.


A los integrantes del equipo juvenil de pelota, que bajo mi dirección hubo de ganar el campeonato provincial, muchos de los cuales pasaron a formar parte de nuestro equipo municipal: Wilfredo Hano, Pucho Cabrera, (hijo de Pablo Cabrera), el Niño Pérez, los Hermanos Prier, entre otros muchos.


Recordamos cuando el rio Los Palacios crecía y salía de su cause normal, en la temporada ciclónica o de lluvias. Y recordamos con tristeza, cuando uno de nuestros amigos del barrio, Feliciano Alonso, hubo de perder su vida, al ahogarse en una de las crecidas del rio.

Al querido hermano Eleuterio León Medina, (El Barbero) y sus servicios prestados en el arreglo de pasaportes, etc.

Jamás se borrará de nuestra memoria el dia que abandonamos Los Palacios, en nuestro viaje hacia Madrid, España. Visitamos la casa de nuestros padres, el dia anterior a nuestra partida. Hablamos al respecto con nuestra madre, la cual comenzó a llorar, cuando comprendió que había llegado el momento de mi partida.

No tuvimos valor para despedirnos de nuestro padre. Tan sólo pasamos a su lado, (se encontraba frente al televisor) y lo miré pensando que podía ser por última vez, lo cual resultó cierto, pués tan sólo casi dos años después falleció.

Recordamos, no con muchos detalles, pues cierta confusión prevalecía en nuestra mente, cuando caminamos en fila india, en unión de mi hijo Osvaldo Lázaro y mi sobrino Juan Carlos, así como con Cristina Hidalgo y su hijo el querido Chino, rumbó al avión que nos alejaría de nuestros seres queridos y de nuestra patria, que aunque se nos había advertido por las autoridades en el aeropuerto, no mirar a nuestro alrededor, no podíamos resistir la tentación de fijar nuestra vista en algunos miembros de nuestra familia, (Hilda mi esposa, mi hermano Orlando), recostados éstos contra los cristales del aeropuerto.
Recordaremos nuestro querido LOS PALACIOS, hasta el dia de nuestra muerte.