jueves, 4 de marzo de 2010

Barrios, Esquinas, etc...2da. Parte





Barrios, Esquinas y Lugares
Populares de Los Palacios

Segunda Parte (2)
"La tradición te recuerda de dónde vienes y adonde vas" (Anónimo).

Por Jesús M. García Vázquez

Aunque todas las calles del pueblo estén identificadas con números cardinales y en igual sentido las viviendas que les señalan su posición en la vía donde se encuentran enclavadas, impresa esta numeración en una placa metálica situada en una parte visible del portal o fachada, la población utiliza nombres y términos, creados por los propios pobladores, para identificar determinados sitios del pueblo. En estos señalamientos populares, en que se busca una más fácil localización de un lugar, intervienen calles, esquinas, barrios y otros parajes.

Siempre en la formación de los sustantivos para designarlos se utiliza el de un establecimiento o comercio, nombres y apellidos de prominentes y populares personas, un plantel educacional, templo religioso y una fábrica o industria. Asi como actos o sucesos que conmovieron al pueblo o fueron objeto de comentarios, por su naturaleza trágica, violenta y de cualquier hecho fuera de lo normal.

Así, por ejemplo, es más fácil y de rápida comprensión el decir: - “la esquina de Bárcenas”- , que no decir: - El lugar donde hace esquina la Calle 20 con la Calle 23”, - (antes la Calle Warren con la antes Calle Antonio Maceo). Algunos residentes en el pueblo pueden que no conozcan el número de las calles del mismo, pero si todos conocen la popular “Esquina de Bárcenas”, como la “Calle del Chino Mulato”, la “Esquina de Mongo Lugo” y el “Barrio de la Iglesia”.

BARRIOS EN EL CASCO URBANO DE LOS PALACIOS
BARRIO GUANO. Este barrio surgió en los años 1920's, al sur de la actual Calle 29 (antes Calle Jovellar) y entre las actuales Calle 20 (antes Calle Warren) y Calle 28 (antes Calle Serafín García). Desde sus inicios fue bautizado con el nombre Barrio Guano por la gran cantidad de casas con techo de guano existentes en el lugar. Este nombre popular en la actualidad no es mencionado por una gran parte de la población, que lo desconocen. Solamente es mencionado por algunas personas de avanzada edad.

BARRIO INDAYA. Se extiende, por más de un kilómetro, desde la Calle 31 (antes Calle Lens), hacia el oeste. En sus inicios se consideraba un barrio marginal por la mala presencia que mostraban sus edificaciones. Su nombre lo toma de un programa de aventuras que se televisaba por el Canal Cuba-Visión a las 7:30 p.m., y donde existía, en esas aventuras, un pueblecito marginal y de mala catadura llamado Indaya. Sus primeros asentamientos fueron en el año 1985 y en tiene calles interiores y en el mismo se han construido muy buenas y confortables viviendas. Está electrificado y posee agua del acueducto. su nombre está oficializado y aparece en registros públicos. Es mencionado por su apelativo original por toda la población. En este lugar existió una finca propiedad del Señor Tomás Guerra, donde según aparece en el Libro Jesús Nazarero de Los Palacios, 250 años de Historia, del P. Joaquín Gaiga, el Señor Luis Fernández construyó una perrera donde mantenía y cuidaba durante todo el año, los perros que utilizaba para cazar en la Finca Santa Rosa. Estos perros estaban al cuidado y responsabilidad de los palaceños, Cuchú, mejor conocido por Managua y Tosca.

BARRIO DEL CEMENTERIO. A ambos lados de la calle que comunica el pueblo con el cementerio local y a la vez el camino que conduce a Río Hondo y Macurijes, se han construído infinidad de viviendas y en su gran mayoría confortables y decorosas. Este asentamiento poblacional, con calles interiores, electricidad y agua del acueducto, y que llega hasta los mismos límites del camposanto, ha sido denominado por la población “Barrio del Cementerio” y toda la población asi lo llama.

REPARTOS NORTON Y NUEVA ERA. Estos repartos corresponden al ensanchamiento del pueblo, hacia el este y después de la actual Calle 16. El Reparto Norton, en la parte norte, debe su nombre al apellido de dos hermanos norteamericanos, Edward y Gerald, que fueron los propietarios de los terrenos que sirvieron de asentamiento a los pobladores de este reparto. El Reparto Nueva Era fue una caballería de terreno que compraron Higinio Alvarez y Segundo Díaz, posteriormente parceladas por ellos y vendidas, en gran parte, como solares para la construcción de viviendas. Los propios dueños le pusieron Nueva Era y se encuentra al este de la Calle 16, (antes Calle Franchi), al sur del Reparto Norton. Por muchos años los vecinos del pueblo le llamaban por sus nombres, que eran oficiales. En la actualidad la población utiliza un sólo apelativo que envuelve a los dos: “Los Repartos”. Aunque en este apelativo hay más referencia para El Reparto Norton, que para el Reparto Nueva Era. Todos en la población utilizan el señalamiento de “Los Repartos”.

REPARTO BETANCOURT.  Este reparto se formó al oeste de la Calle 20 (antes Calle Warren) y al norte de la Calle 15. Adquirió como nombre el apellido de su propietario Alfredo Betancourt. Este señor, además, era propietario de una fábrica de hielo que estaba situada en la Calle 19, (antes Calle Ramón Cruz, esquina a la antes Calle Warren), lugar donde funcionó la Academia “José de la Luz y Caballero”, de las hermanas Hilda y Maria Guerra. No es mencionado por la población actualmente. Fotografía: Luis J. Puentes (Pilingo).


ESQUINAS DE LOS PALACIOS
ESQUINA DE LOS MOROS. Es la esquina que hace la Calle 21 (antes Calle José Martí), con la Calle 22, (antes Calle Ajuria) y recibió este nombre porque en ella tenían sus viviendas y comercios dos hermanos de origen árabe, Miguel y Germán Abay. Actualmente este apelativo no es mencionado por la población. Fotografía: Luis J. Puentes (Pilingo).

ESQUINA DE LA SOMBRA MISTERIOSA. Donde hace esquina la Calle 20, (antes Calle Warren), con la Calle 29, (antes Calle Jovellar), se encuentra una cuartería en forma de L. En la propia esquina estaba establecido en el año 1929 con un comercio en víveres (bodega) un inmigrante chino, el que fue brutalmente asesinado para robarlo. Años más tarde el lugar fue adquirido por un cubano llamado José García, quien restauró toda la edificación y operó una bodega, en el mismo espacio ocupado por el desafortunado chino. El Señor García tenía la costumbre de enamorarse muy continuamente, pero no le manifestaba a las mujeres sus sentimientos amorosos. El medio que utilizaba para hacer sentir sus apetitos sexuales era el de perseguir y acosar hasta la saciedad a las representantes del sexo opuesto, convirtiéndose en una “sombra” para las féminas que le atraían su atención. Las propias mujeres, que fueron objeto de su persecuión, lo distinguieron con el sobrenombre de la “Sombra Misteriosa” y de ahí la estancia donde residía fue bautizada con el nombre de “La Esquina de la Sombra Misteriosa”. En la actualidad este nombre popular es mencionado por la población.

ESQUINA DE HIERRO VIEJO. En la afluencia de la Calle 19. (antes Calle Ramón Cruz), con la Calle 18, (antes Calle Froilán Núñez), residía el señor Arcadio Torres. Este simpático criollo se inició en el mundo del comercio con la compra y reventa de hierro viejo. Por su ocupación y popularidad recibió el nombre de la mercancia que negociaba, cuyo mote adquirió la esquina. Muchos aún le mantienen este nombre.

ESQUINA DE MONGO LUGO. En el lugar en que se une la Calle 19, (antes Calle Ramón Cruz), con la Calle 16, hacia el Reparto Nueva Era, residía y tenía una bodeguita un mulato siempre risueño, regordete y bonachón que se llamó Ramón (Mongo) Lugo. Sus vecinos y clientes lo estimaban mucho por su nobleza y actos de bondad y la esquina recibe la nominación de "Esquina de Mongo Lugo”. Este nombre es aún pronunciado por parte de la población, sobre todo los residentes en los repartos, para designar aquel sitio.

ESQUINA DE LA LOGIA O MANOLO NOVO. Del año 1925 al año 1956 estuvo la Logia “Montecristi” en la esquina que forman las Calles 21 y 30 (antes Calles José Martí y José Palacios) y todos le llamaban “Esquina de la Logia”. En el año 1960 se mudó a residir en el lugar el señor Manolo Novo y su familia, y a partir de ese momento una gran parte de la población comenzó a llamarle la “Esquina de Manolo Novo”. Ninguno de esos nombres se menciona en la actualidad. Fotografía: Archivo (OGEPE).



ESQUINA DEL CHINO MULATO. Por muchos años vivió y tenía un comercio en la esquina que forman la Calle 13 y la Calle 20, un mulato de rasgos achinados que recibió el sobrenombre de Chino Mulato y de ahí el nombre de esa esquina. Este apelativo se mantiene actualmente y lo mencionan muchos pobladores, sobre todo los que habitan en el Reparton Norton.

ESQUINA DE JUANITA MEDEL. En la porción noroeste de la esquina creada por las Calles 21, (antes Calle José Martí) y Calle 26, (antes Calle Piñera), se encontraba una bodega de víveres que trabajaban la señora Juanita Medel y su hijo Aníbal Fernández, además de otros empleados como Héctor Díaz, el esposo de Beba la hermana de la profesora Isabel Inclán (Chavela), Manolo Paredes y después el Cuso Viñas. Este sitio fue mencionado por muchos años como la “Esquina de Juanita Medel”. Los palaceños de hoy no hacen mención a ese apelativo.


SITIOS POPULARES EN LOS PALACIOS

EL QUÍQUERE. Este célebre lugar, tan mencionado por la población, es la casa vivienda donde residió el Señor Rolando Cruz Puga con su familia. Situado a un kilómetro aproximadamente de Paso Quemado en la carretera que conduce de Los Palacios a ese poblado. Al emigrar el Señor Cruz Puga a los Estados Unidos, su propiedad, confiscada, se le entregó a la Empresa Arrocera de Los Palacios en el año 1972, para su uso. Esta entidad estatal comenzó a realizarle a la instalación ampliaciones y mejoras, así como dotarla de un comedor y albergue para ser utilizada como casa de visita. En más de una oportunidad no se cumplió con la fecha prevista para su puesta en funcionamiento, por atrasos en los trabajos de reparación y acondicionamiento. Cada vez que en las continuas y burocráticas asambleas celebradas por esa empresa, le inquirían al que estaba a cargo de las funciones de remodelación, contestaba con un conocido criollismo: “Ese quíquere ya casi está matado” -. Se usó tantas veces el término “quíquere” que el mismo pasó a ser el nombre para señalar el sitio. Este apelativo es conocido y mencionado por toda la población y se encuentra en los registros oficiales.

LOS HIGUILLOS DEL PARADERO. ¿Quién de los palaceños que sobrepasen los cuarenta años habrán podido olvidar los Higuillos del Paradero?. Que como colosos mitológicos se levantaban a ambos lados de la pequeña vía que une la estación de trenes con la Calle 23, (antes Calle Antonio Maceo), por espacio de varias decenas de metros. Formaban dos hileras, una paralela con la otra, y comenzaban en el propio frente de la instalación ferroviaria. Fotografía: Archivo (OGEPE).



Algunos aseguran que estos frondosos y enormes árboles fueron sembrados con la nueva construcción de la estación de trenes. La primitiva estación fue convertida en cenizas por la tea incendiaria de las huestes mambisas en la Guerra de Independencia del año 1895.

Varias han sido las generaciones de palaceños que sentados bajo sus verdes ramas y protegidos de los inclementes rayos solares en los meses de nuestro caluroso verano, disfrutaban de su fresca sombra. También fue un lugar romántico por excelencia y fueron mudos testigos de infinidad de parejitas enamoradas que, recostadas a sus robustos troncos, recibián el beneplácito de Cúpido.

En los tiempos en que la Macorina andaba fotuteando por las calles de La Habana al volante de su fotingo tres patá, jovencitas palaceñas iban a la estación a esperar el tren de las nueve de la noche. Mientras estaban en esa espera, para combatir el tedio, se paseaban alegres y despreocupadas por entre la hilera de higuillos.

¡Cuántas veces escuchamos ante un malentendido o querella, un joven decirle a otro: - “vamos para los Higuillos del Paradero a resolver este asunto!. Bajo su cobija se dilucidaron cuestiones y diferencias surgidas. Eran como especie de un Campo de Honor.
¡Cuántas narices rotas y cuántos ojos magullados, y hasta alguna pedrada que lastimaba un tobillo o un leñazo prodigado con un guayabo, no presenciaron estos higuillos! Muchos palaceños aún recuerdan la famosa bronca de Herminio Sánchez Díaz (Mino Madruga) con un enano trapecista del Circo Montalvo y donde el valiente palaceño pensaba ceñirse el lauro de la victoria, por ser su contrincante de menor estatura que él (solamente unas pocos pulgadas), pero todo resultó un revés al hacer gala el enanito de su pericia circense. Resultando bastante lastimado el popular palaceño.

El paso de los años ha dejado su despiadada huella entre estos gitantes. Los vientos huracanados que se sintieron en Los Palacios, del último ciclón que pasó por la parte más occidental de la provincia, el Lili, derribó de cuajo a uno de los cuatro que se mantenían desafiantes a los años. En la actualidad estos higuillos no son mencionados por la población y el espacio que ocupaban muy poco frecuentado, otrora muy animado por el constante ir y venir de los viajeros del tren y los que los despedían y esperaban.

LA CEIBITA. La recia y frondosa ceiba que existe en la Calle 23 (antes Calle Antonio Maceo), la calle principal del pueblo, y casi llegando a la Calle 20 (antes Calle Warren) y frente a la antigua Farmacia “Lamelas”, le ha prodigado fresca sombra a muchos palaceños y durante casi un siglo. Fueron diversos los comercios que protegidos de su cobija bienhechora funcionaron en aquel sitio. Muy popular y recordada la fonda de Norberta, la señora madre de Amado y Juanillo Díaz, por la excelencia y buen sazón de su cocina. Así como aquellas magistrales completas que ofertaba a un módico precio de $0.25 cts., rebozantes de arroz, potaje, picadillo o carne guisada y una que otra vianda o ensalada. Había que tener muy buen apetito y un estómago de amplias dimensiones, como los de Pilingo y Juan Pillo, para poder darle entrada a aquellos buques de comida. En los primeros años de la revolución allí funcionó la piquera del Anchar (choferes de alquiler).

Sobre esta especie de arbol siempre ha existido un respeto superticioso por la población cubana y se mantiene el criterio, muy generalizado, que si derribas una ceiba serás víctima de desastres y calamidades. En el año 1948 vino a residir para el Reparto Norton, procedente de las lomas, un señor alto y robusto con facciones y color de la piel que lo señalaban como un legítimo descendiente de los aborígenes cubanos. Este señor, de apellido Cordero, era Testigo de Jehová y fue conocido popularmente por “El Jehová”. En fidelidad al dogma de la secta religiosa que practicaba, no aceptaba el mito superticioso atribuído a la ceiba y siempre estaba dispuesto a talarlas con su afilada hacha. Fueron muchas las ceibas en el pueblo que resultaron víctimas de su depredadora herramienta de corte. Sin embargo “La Ceibita” resultó ilesa de este maratón de cortar ceibas, surgido del fanatismo sectarista de Cordero y el consentimiento del materialismo marxista.

LA CUARTERÍA DE AQUILINITO. En Los Palacios han ido desapareciendo poco a poco, a impulso de la renovación y bajo la piqueta demoledora de los años, muchas cosas típicas y aunque desaparecieron hace años han de recoger estas crónicas para que entretenga a quienes las lean y hagan recordar a los que las conocieron con amor y algo de melancolía. La Cuartería de Aquilinito estaba situada en la esquina que forman la Calle 23 (antes Calle Antonio Maceo) y la Calle 22 (antes Calle Ajuria) y se extendía hasta tocar con la farmacia de Emilio Puentes, después de Chuco y Antonio Calderón. Fotografía: Luis J. Puentes (Pilingo).

Era una cuartería construída a finales del Siglo XIX. Las paredes eran de tablas, el techo de tejas criollas y el piso de ladrillos. Por muchos años fue como especie de un centro comercial, por la cantidad y diversidad de establecimientos existentes en sus recintos. Allí funcionaron fondas, barbería, salones de juego, relojería, kioscos y puestos de frutas, etc. De los que hoy sobrepasan los cincuenta años, ¿Quién no recuerda en la misma esquina de la Calle Ajuria al Chinito Ronco con su kiosquito y aquellos riquísimos dulces y platanitos maduros que vendía?. Amenazando desplome, ya se encontraba desalojada, fue derribada en el año 1960 y los miembros de una logia oddfélica, recién fundada, acondicionaron el espacioso solar y celebraron en el año 1961 una verbena en busca de recolectar fondos para la construcción de la logia. En el año 1965 el inteligente y capacitado palaceño Gustavo Izquierdo Alvarez proyectó y dirigió en el lugar, la construcción de un parque de recreo. Instalación recreativa que actualmente es muy poco frecuentada en las horas nocturnas por la oscuridad existente, las personas de conducta nada sociable que asisten a dicho lugar y los actos inmorales que se suscitan.
El General Francisco Peraza
y su muerte en Loma del Toro

Por Jesús Marcos García Vázquez

El año 1931 comenzó con funestos presagios de los momentos difíciles que le esperaba al pueblo de Cuba por la agobiante y desesperada situación que vivía todo el país, motivado por la férrea dictadura imperante y que cada día se tornaba más cruel y despiadada. La oposición al régimen de Machado crecía ampliamente de punta a punta de la isla, las manifestaciones callejeras en La Habana y otras ciudades se hacían sentir y se gestaban conspiraciones y sublevaciones. Dentro de los más furibundos contrarios a Machado se encontraba el General Mario García Menocal, líder del oposicionista Partido Conservador.


Figuras representativas de la sociedad de entonces, dentro de ellos el Coronel Dr. Horacio Ferrer y el General Alberto Herrera, Jefe del Estado Mayor del Ejército, amigos desde los días gloriosos de la Guerra del año 1895, trataron de mediar en busca de una solución pacífica a la situación política y que le devolviera la tranquilidad a Cuba, y para ello urdieron el plan de una reunión entre el presidente Machado y el líder de la oposición Mario García Menocal. En horas de la tarde del 3 del mes de Enero del año 1931 los militares Ferrer y Herrera se reúnen con el viejo caudillo García Menocal y el Dr. José Clemente Vivanco, Secretario de Gobernación y quien representaba a Machado en esta ocasión. Después de ser informado el presidente sobre lo tratado y lo que se buscaba, éste aceptó reunirse con Menocal y se fijó el encuentro para las tres de la tarde del día 7 del mes de Enero en la apartada Finca “El Dique”, situada en el Km. 21 de la Carretera Central.

En los momentos de este cabildeo político, aunque ya había ocurrido la muerte trágica del estudiante Rafael Trejo y se habían cometido algunos crímenes políticos, todavía la dictadura no había realizado los horrendos asesinatos con los que quiso ahogar en sangre a la oposición y todo anhelo de libertad. Era el comienzo y los hechos se limitaban a tánganas estudiantiles, huelgas obreras, manifestaciones de las mujeres y ataques de la prensa que se manifestaba cada día más airada contra los abusos de la oligarquía imperante, pero aun no habían entrado en juego las escopetas recortadas, las ametralladoras de mano, los paquetes bombas y los crímenes de la odiosa porra machadista a plena luz del día; había aun para el presidente Machado un determinado respeto y reconocimiento por su brillante ejecutoria anterior al frente del Poder Ejecutivo de la Nación (1925-1929).

El presidente Machado no aceptó nada de lo tratado en la reunión de “El Dique” y resolvió no reunirse más. Así terminó aquel esfuerzo por encontrar una solución pacífica, basada en un entendimiento entre el gobierno y la oposición. En entrevista concedida al periódico “El País” el Coronel Ferrer expresó: “Entristecido por mi fracaso me retiré de la escena política, convencido que la terquedad de Machado y la ambición sin limites de sus secuaces nos llevarán al más terrible desastre. En el silencio de mi retiro me parece escuchar el galopar de los caballos de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis que avanzan sobre Cuba”.

Todo estaba dispuesto para la inauguración del Capitolio y la Carretera Central el día 24 del mes de Febrero de ese año 1931, cuando en la noche del día 23 una bomba de dinamita estalló en el Palacio Presidencial. El artefacto explosivo había sido colocado en un bajante de la azotea, con el propósito de que detonara en la habitación donde el presidente dormía, pero fue detenida por un codo de la tubería y estalló antes de llegar a su destino. Este acontecimiento no impidió que el día 24 se celebrara con gran pompa la inauguración de la Carretera Central y el Capitolio.

La oposición se agita sin descanso; las manifestaciones y paros laborales cada día se suceden, rompiendo los manifestantes las vidrieras de los establecimientos y los faroles públicos; la Porra apaleaba, mataba e imponía torturas impunemente. Aquella célebre partida de la Porra se había formado con delincuentes de la más baja calaña, muchos de ellos indultados precisamente para este fin. Ante el incremento de la actividad de la oposición, el régimen responde y sus sicarios cometen todo tipo de atropellos y asesinatos. Las figuras siniestras de: Antonio Jiménez y Leopoldo Fernández Ros al frente de los porristas; Octavio Zubizarreta en la Secretaría de Gobernación, el Capitán Crespo en el Castillo de Atarés y el Comandante Arsenio Ortiz en Santiago de Cuba, se convirtieron en personajes odiados y maldecidos por el pueblo, por las constantes torturas y asesinatos que se cometían ordenados, y a veces realizados personalmente, por estos matones.

Al fracasar los intentos de buscarle una solución pacífica al descontento popular y de beligerancia social existente, una ola de inquietudes se apoderó de cada cubano y estremecía a toda la nación: el fantasma de una revolución asomaba por el horizonte.

Los distintos partidos políticos existentes en Cuba, opuestos a Machado, formaron coalición entre ellos para enfrentarse con más unidad al régimen dictatorial. Entre estas agrupaciones políticas se encontraba el Partido Unión Nacionalista, del cual formaba parte en su alta dirección el General Francisco Peraza Delgado.

Abandonada por la oposición toda fórmula pacífica y conciliadora que sacara al dictador Machado del poder y le devolviera al pueblo cubano la tranquilidad y el bienestar tan necesitados, solo se pensaba en la lucha armada, mediante una revolución, para obtener esas reivindicaciones sociales y políticas.

El General de Brigada del Ejército Libertador Francisco Peraza Delgado, héroe de las tres guerras de independencia, en el año 1929 hizo la patriótica y valiente declaración: “Juro por la memoria del General Antonio, combatir hasta el fin de mis días al enemigo de nuestras libertades”. El anciano general, que con 76 años de edad todavía se consideraba útil para luchar por la libertad de su patria, se comprometió con el General García Menocal de secundarlo en sus planes revolucionarios. Peraza conocía perfectamente la geografía del municipio de Los Palacios y muy especialmente su topografía montañosa por sus continuas incursiones en el territorio y su activa participación en la mayoría de los combates y encuentros que se protagonizaron en la zona contra las fuerzas españolas en la Guerra de 1895, además de contar con amplias amistades en el municipio y sus alrededores, así como oficiales en las filas del ejército que fueron subordinados suyos en la contienda libertadora del año 1895.

El viejo mambí convirtió a Los Palacios en centro de sus operaciones; realizando constantes visitas a la zona, creando células secretas y participando de actividades políticas, como la reunión celebrada entre el día 8 y el día 9 del mes de Junio del año 1930 en la plazoleta ubicada frente a la Estación del Ferrocarril. A esta actividad política, además de Peraza, asistió el siempre patriota Juan Gualberto Gómez, acompañado de Carlos Mendieta y Aurelio Álvarez. Este mitin fue reprimido y disuelto brutalmente por la fuerza pública.

En los primeros días del mes de Agosto del año 1931 la revolución para derribar a Machado estaba en marcha y obedecía a un desventurado plan, que fue conocido dos semanas después por los acontecimientos. El día 9 el General Mario García Menocal, el coronel Mendieta y su plana mayor debían embarcar en el yate “Havana Yacht Club” donde serían recogidos, mar adentro, por el “Baire”, fragata de la Marina de Guerra, que los llevaría a Puerto Padre, donde les esperaban partidas armadas para incorporárseles y posiblemente algunos elementos del ejército. En la Habana el prestigioso Dr. Miguel Mariano Gómez, alcalde saliente de esa ciudad e inmaculado en su labor administrativa, se sublevaría con parte del Cuerpo de Policía. Distintos jefes de células se levantarían en grupos a todo lo largo y ancho de la isla para secundar el movimiento, y un barco fletado con armas y municiones y con figuras importantes de la política, mandado por Aurelio Álvarez y el coronel retirado Rosendo Collazo, saldría de las costas de la Florida, Estados Unidos, y llegaría conjuntamente con el levantamiento a Gibara.

La fragata “Baire” faltó a la cita y el plan se derrumbó estrepitosamente. El caudillo Menocal, Mendieta y sus amigos se vieron obligados a embarcar en el pequeño yate de recreo “Coral” y sabedores que con esta embarcación no podrían llegar a Oriente, se dirigieron a las costas occidentales y cuatro días después fueron apresados en Río Verde, P. del Río y conducidos a la fortaleza de La Cabaña. El Dr. Gómez al conocer el fracaso inicial, no se atrevió a pronunciarse en La Habana, donde el único que lo hizo fue el capitán del Ejército Libertador Arturo Pino, que cercado en una casa en Luyanó, con un solo compañero se batió contra más de cien atacantes, sucumbiendo heroicamente con su amigo y seguidor Felipe Cabezas, acribillados a balazos, sin que ninguno de los comprometidos intentara secundarlos.

En el barco Ilse Volmaner, conduciendo el cargamento de pertrechos y lideres del movimiento desde las costas de La Florida, no pudieron llegar más que treinta y siete expedicionarios, de los doscientos que esperaban, pues el resto y los jefes fueron detenidos por las autoridades americanas. Desembarcaron en Gibara, siendo inmediatamente atacados por numerosas fuerzas del gobierno, después de tenaz y valiente resistencia, fueron apresados o muertos todos los integrantes de la expedición.

El valiente General de Brigada del Ejército Libertador Francisco Peraza y Delgado, de setenta y seis años de edad, fue sorprendido, el día 11 en la zona conocida por Hoyo del Majagual, Loma del Toro, zona montañosa del municipio de Los Palacios y asesinado con algunos de sus compañeros por la Guardia Rural, mandada por un antiguo subalterno suyo en la Guerra de Independencia, del que esperaba se le incorporara.

El revolucionario Mario Lago, sobreviviente de aquella acción, muchos años más tarde, manifestó el siguiente testimonio sobre el ataque sorpresivo y muerte del General Peraza.

“(...)” a las 12 del día 11 del mes de Agosto arribamos al Hoyo del Majagual. En ese lugar hicimos un alto para descansar, el cansancio nos vencía, de pronto irrumpieron los guardias en el campamento. El General se encontraba hablando con Miguel de Miguel y conmigo. En el sorpresivo ataque, Peraza recibió un tiro en la frente, muere Miguel de Miguel y un disparo de Springfield me atraviesa el pulmón derecho y sale por el omóplato, mueren también Chacho Hidalgo, Lorenzo Duarte (palaceño) los hermanos Arebejo, César Azpeitía y otros más que no recuerdo.

Los cuerpos sin vida de Peraza y sus infortunados compañeros, fueron conducidos en una carreta tirada por bueyes al antiguo Cuartel de la Guardia Rural de Los Palacios, para su reconocimiento y trámites legales de rigor. Ante las pretensiones de darles sepultura en una fosa común, desposeídos de ataúd, sectores de las clases vivas palaceñas se movilizaron y lograron disponer de los féretros necesarios para el enterramiento de los revolucionarios caídos. Una hija del General Peraza se personó en el cuartel en reclamo del cadáver de su padre, para el traslado a la bóveda familiar.

Los que lograron salvar la vida de este traicionero ataque, fueron condenados a años de prisión. En el resto de la provincia y de la Isla los grupos rebeldes resultaron perseguidos sin tregua, algunos revolucionarios se acogieron a los indultos decretados por el gobierno y enviados a la cárcel y otros resultaron muertos en la persecución. El gobierno tomó medidas extraordinarias de seguridad y represión, que ni aún en la época tiránica de Valeriano Weyler se habían conocido.

El General Peraza, natural de Quemado de Güines antigua provincia de Las Villas, era miembro de una familia de estirpe patriota. Familiares de él ofrendaron sus vidas en conquista de la ansiada independencia.

Residió durante muchos años en los Estados Unidos, donde se graduó de Ingeniero Civil. Hablaba perfectamente el Ingles. Durante la primera intervención norteamericana, ayudó a la fundación y organización de los ayuntamientos (Poder Legislativo) en la provincia de Pinar del Río y en la Habana. Fue miembro de la Cámara de Representantes de la República de Cuba.

Actualmente, a este patriota de talla colosal, veterano de las tres Guerras de Independencia y qué con setenta y seis años de edad todavía tiene bríos para ofrendar su vida luchando contra un régimen tiránico, no se le recuerda como merece. No existe una estatua o busto para perpetuar su memoria, como ninguna institución o centro que lleve su nombre, ni se le recuerda históricamente. Solamente sus hermanos masones de Rancho Boyeros en la Habana, han perpetuado su memoria al imponerle a su logia el distinguido nombre de “General Peraza”.

Bibliografía:

-Con el Rifle al Hombro. Coronel Horacio Ferrer.
-Revista “Bohemia”
-Lic. Milagro Fernández Vera. Investigadora PCC Prov.
-Lic. Luis Martínez Zamora. Historiador de L/Palacios.
-Versiones Orales de: Tomás Cabrera y Orlando Núñez.



Playa DayaniguasPor Jesús Marcos García Vázquez
Somos palaceños, de Los Palacios,
Pinar del Río, Cuba,
de café negro, de tabaco.
Caña y arroz, de música y ron.
De Bailes en los Círculos Sociales.
De la procesión del Santo Patrono,
de las Verbenas del mes de Mayo,
de la Playa Dayaniguas.
Osvaldo Gotera.
Hemos considerado iniciar este escrito sobre la pintoresca y cenagosa playa “Dayaniguas”, enclavada en el sur de Los Palacios y bañada por las cálidas aguas del Caribe, con una cita poética y henchida de recuerdo al terruño patrio que nos regala el palaceño Osvaldo Gotera en su ensayo literario “Soy Palaceño".
Dayaniguas es la ensenada donde el Río San Diego desemboca sus aguas. Ya Velázquez había señalado las virtudes saludables de los fangos allí depositados por la corriente del propio río. Si en el año 1574 el Corral Anegadizo de Dayaniguas había sido entregado a Juan Gutierrez Maribardo, más tarde fue propiedad de los Condes Fernandina, dedicándolo en aquel entonces a la cría de ganado.
Posteriormente fue adquirido por el estadounidense Sr. Hedger, dotándolo dicho señor de todas los adelantos disponibles para la agricultura, obteniéndose grandes cosechas de algodón. Allí también cultivaban cientos de caballerías de arroz, dando portunidad de trabajo a muchos hombres para lograr su sustento.
A merced del desarrollo alcanzado durante los Siglos XVIII y XIX por los territorios de la región, así como la merecida fama beneficiosa de los baños termo-medicinales de San Diego de los Baños, influyeron para que la Ensenada de Dayaniguas y el Embarcadero Hernán Cortés, se convirtieran en lugares frecuentados por la navegación de cabotaje.
Los bañistas que desembarcaban en Dayaniguas, y que proseguían su viaje hacia San Diego, llegaban en la madrugada. Emprendían el resto del viaje en carruajes y volantas, desayunaban en el antiguo Paso Real donde se realizaba también el cambio de los caballos y, antes de las doce del mismo día ya estaban en San Diego.
Muy venturosos resultaban algunos de estos viajes, y los de tiempos sucesivos para transportar a la playa o desde la misma a enteras familias de la zona que, con todo lo necesario, iban a transcurrir sus vacaciones en las casas que a tal fin habían construido allí.
Por estos dos puntos marítimos entraban las diversas mercaderías necesitadas en la zona y los aquejados de dolencias reumáticas que venían a recibir los beneficios curativos de las aguas termales de San Diego. En el año 1841 barcos pertenecientes a la Compañía Naviera del Sur, integrada por el consorcio Bustamante y Cajigal, comenzaron a ofrecer los servicios de navegación desde Batabanó hasta el costero punto de enlace. A partir de esa época se construyen las primeras casas en la playa y se conoce que infinidad de embarcaciones, de distintos tipos y tonelaje, traficaban por el área. En el año 1859 existían en el lugar alrededor de una veintena de chozas de techo de guano y piso de tierra, una fonda, una posada y una casa para el cobro de rentas. El ferrocarril, con su llegada a la comarca a partir del mes de Agosto del año 1876, puso punto final al auge comercial y tráfico de pasajeros existente a través de Dayaniguas.
¿Quién de nosotros no recuerda con nostalgia y orgullo a la playa palaceña de aquellas casitas de techo de guano, con piso de tierra y con una letrina o excusado en el patio. Todas en línea y frente a los rústicos muelles?.
Sin alumbrado, ni agua potable. Atacada por oleadas de enjambres de mosquitos y jejenes y a la que había que llegar tras de penoso viaje por caminos intransitables, que en épocas de lluvia ni las carretas tiradas por bueyes podían transitar. Desde finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX el lugar empezó a convertirse en centro veraniego y de descanso de los moradores de la zona, que acudían a ella en busca de las propiedades curativas de su fango negrusco y de olor nauseabundo y profundo, además de la abundante pesca y caza que proporcionan sus aguas y costas. Las familias más pudientes de la comarca comenzaron a construir allí sus humildes casas veraniegas. Contándose dentro de los primeros en construir sus casas de veraneo en Dayaniguas a Fernando Álvarez, Yeyo Arrastía, Panchito Arango, Higinio Álvarez, Justo y William Leal, Máximo Rubio y otras familias.
Alrededor del año 1920 el historiador italiano Dollero visitó el lugar y escribió: “Los baños de la Playa Dayaniguas, que según nos cuentan, no han mejorado mucho, quedando abiertos unos tres meses al año. En su totalidad eran casas muy humildes”. Durante esos tres meses a que se refiere el escritor italiano, la cenagosa playa era frecuentada por cientos de vacacionistas, palaceños en su gran mayoría. La verdadera época de temporada era de tres meses, comenzando a finales del mes de Febrero, hasta el día 15 del mes de Mayo aproximadamente. Los días de la Semana Santa eran los más concurridos en la playa palaceña.
A principios de los años treinta se estableció con una fonda en el costero lugar el pescador Jerónimo Albolay de León con su esposa Julia Rosa, quien se dedicaba también a la pesca. Hombre muy conocedor de los continuos cambios del mar y los fenómenos atmosféricos.
Albolay se convirtió en toda una institución en el veraniego lugar. Todos lo recuerdan sentado en un desvencijado taburete en el portal de su humilde casita, con su pierna cruzada, fumando de un criollo tabaquito torcido por él mismo, vestido con un viejo y gastado pantalón, sin camisa, los pies desnudos y con la mirada fija en el anchuroso mar, como tratando de descubrirle sus inquietantes próximos movimientos. En Dayaniguas, Albolay poseía embarcaciones y otros medios de pesca. El mayor auge alcanzado por esta playa fue en la década de los años 1950's.
Los vacacionistas, además de construirse casas ya más modernas y confortables, también poseían embarcaciones ligeras, la mayoría muy rápidas con motores fuera de borda, que se dirigían a pescar a lugares muy distantes. Eran muchos los palaceños y pasorrealeños que adoraban a Dayaniguas y en la misma se sentían muy felices y contentos, considerándola una playa de unidad familiar y donde se fraguaron grandes amistades.
Jóvenes palaceños fundaron clubes y construyeron sus sedes sociales en su suelo. El que más tiempo perduró fue el denominado “Los Marcianos”, integrado por Vicente, Goyo, Yune y el Cao (los hijos del cocinero Marino Cruz), Oscar y Quique Díaz Machó, Pedro y Mino Madruga, los hermanos René y Mario Cruz y otros más. ¡Con cuanta alegríay algarabía irrumpían estos jóvenes en la playa!.
La Playa Dayaniguas contaba con un patronato presidido por el dinámico palaceño Tomás Cabrera Bustillo (Pao), que mucho se preocupaban por la playa y obtuvieron buenos y merecidos beneficios para la misma. Llegó a disfrutar de una ruta de guaguas que desde Paso Real y Los Palacios entraban atestadas de bañistas en varios viajes al día.
El Dr. Emilito Fúster Sosa y apasionado vacacionista de Dayaniguas, hoy residente en Miami, le confesó a José Arango, el conocido “Cheo el cabo” de visita en Miami, que parte de lo que poseía lo daba muy gustoso por una de aquellas felices temporadas que pasó en Dayaniguas.
FOTOGRAFÍAS DEL DAYANIGUAS DEL AYER
Grupo de jóvenes palaceños, disfrutando de una de las temporadas de playa en Dayaniguas. De izq., a derecha: "Nené" Santos, Oscar Díaz Machó, Mario Cruz, Ovidio López, Armando Cruz, Leonel Álvarez "Nicanor" y Eladio Acosta "Yayito".

























Fotografías: Andrés López.






FOTOGRAFÍAS DEL DAYANIGUAS DE HOY







Ingeniero Enrique Cerro, en los momentos
de la electrificación de la Playa Dayaniguas,
el día 14 del mes de Enero, en la década de los años 80'-