jueves, 4 de marzo de 2010



Playa DayaniguasPor Jesús Marcos García Vázquez
Somos palaceños, de Los Palacios,
Pinar del Río, Cuba,
de café negro, de tabaco.
Caña y arroz, de música y ron.
De Bailes en los Círculos Sociales.
De la procesión del Santo Patrono,
de las Verbenas del mes de Mayo,
de la Playa Dayaniguas.
Osvaldo Gotera.
Hemos considerado iniciar este escrito sobre la pintoresca y cenagosa playa “Dayaniguas”, enclavada en el sur de Los Palacios y bañada por las cálidas aguas del Caribe, con una cita poética y henchida de recuerdo al terruño patrio que nos regala el palaceño Osvaldo Gotera en su ensayo literario “Soy Palaceño".
Dayaniguas es la ensenada donde el Río San Diego desemboca sus aguas. Ya Velázquez había señalado las virtudes saludables de los fangos allí depositados por la corriente del propio río. Si en el año 1574 el Corral Anegadizo de Dayaniguas había sido entregado a Juan Gutierrez Maribardo, más tarde fue propiedad de los Condes Fernandina, dedicándolo en aquel entonces a la cría de ganado.
Posteriormente fue adquirido por el estadounidense Sr. Hedger, dotándolo dicho señor de todas los adelantos disponibles para la agricultura, obteniéndose grandes cosechas de algodón. Allí también cultivaban cientos de caballerías de arroz, dando portunidad de trabajo a muchos hombres para lograr su sustento.
A merced del desarrollo alcanzado durante los Siglos XVIII y XIX por los territorios de la región, así como la merecida fama beneficiosa de los baños termo-medicinales de San Diego de los Baños, influyeron para que la Ensenada de Dayaniguas y el Embarcadero Hernán Cortés, se convirtieran en lugares frecuentados por la navegación de cabotaje.
Los bañistas que desembarcaban en Dayaniguas, y que proseguían su viaje hacia San Diego, llegaban en la madrugada. Emprendían el resto del viaje en carruajes y volantas, desayunaban en el antiguo Paso Real donde se realizaba también el cambio de los caballos y, antes de las doce del mismo día ya estaban en San Diego.
Muy venturosos resultaban algunos de estos viajes, y los de tiempos sucesivos para transportar a la playa o desde la misma a enteras familias de la zona que, con todo lo necesario, iban a transcurrir sus vacaciones en las casas que a tal fin habían construido allí.
Por estos dos puntos marítimos entraban las diversas mercaderías necesitadas en la zona y los aquejados de dolencias reumáticas que venían a recibir los beneficios curativos de las aguas termales de San Diego. En el año 1841 barcos pertenecientes a la Compañía Naviera del Sur, integrada por el consorcio Bustamante y Cajigal, comenzaron a ofrecer los servicios de navegación desde Batabanó hasta el costero punto de enlace. A partir de esa época se construyen las primeras casas en la playa y se conoce que infinidad de embarcaciones, de distintos tipos y tonelaje, traficaban por el área. En el año 1859 existían en el lugar alrededor de una veintena de chozas de techo de guano y piso de tierra, una fonda, una posada y una casa para el cobro de rentas. El ferrocarril, con su llegada a la comarca a partir del mes de Agosto del año 1876, puso punto final al auge comercial y tráfico de pasajeros existente a través de Dayaniguas.
¿Quién de nosotros no recuerda con nostalgia y orgullo a la playa palaceña de aquellas casitas de techo de guano, con piso de tierra y con una letrina o excusado en el patio. Todas en línea y frente a los rústicos muelles?.
Sin alumbrado, ni agua potable. Atacada por oleadas de enjambres de mosquitos y jejenes y a la que había que llegar tras de penoso viaje por caminos intransitables, que en épocas de lluvia ni las carretas tiradas por bueyes podían transitar. Desde finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX el lugar empezó a convertirse en centro veraniego y de descanso de los moradores de la zona, que acudían a ella en busca de las propiedades curativas de su fango negrusco y de olor nauseabundo y profundo, además de la abundante pesca y caza que proporcionan sus aguas y costas. Las familias más pudientes de la comarca comenzaron a construir allí sus humildes casas veraniegas. Contándose dentro de los primeros en construir sus casas de veraneo en Dayaniguas a Fernando Álvarez, Yeyo Arrastía, Panchito Arango, Higinio Álvarez, Justo y William Leal, Máximo Rubio y otras familias.
Alrededor del año 1920 el historiador italiano Dollero visitó el lugar y escribió: “Los baños de la Playa Dayaniguas, que según nos cuentan, no han mejorado mucho, quedando abiertos unos tres meses al año. En su totalidad eran casas muy humildes”. Durante esos tres meses a que se refiere el escritor italiano, la cenagosa playa era frecuentada por cientos de vacacionistas, palaceños en su gran mayoría. La verdadera época de temporada era de tres meses, comenzando a finales del mes de Febrero, hasta el día 15 del mes de Mayo aproximadamente. Los días de la Semana Santa eran los más concurridos en la playa palaceña.
A principios de los años treinta se estableció con una fonda en el costero lugar el pescador Jerónimo Albolay de León con su esposa Julia Rosa, quien se dedicaba también a la pesca. Hombre muy conocedor de los continuos cambios del mar y los fenómenos atmosféricos.
Albolay se convirtió en toda una institución en el veraniego lugar. Todos lo recuerdan sentado en un desvencijado taburete en el portal de su humilde casita, con su pierna cruzada, fumando de un criollo tabaquito torcido por él mismo, vestido con un viejo y gastado pantalón, sin camisa, los pies desnudos y con la mirada fija en el anchuroso mar, como tratando de descubrirle sus inquietantes próximos movimientos. En Dayaniguas, Albolay poseía embarcaciones y otros medios de pesca. El mayor auge alcanzado por esta playa fue en la década de los años 1950's.
Los vacacionistas, además de construirse casas ya más modernas y confortables, también poseían embarcaciones ligeras, la mayoría muy rápidas con motores fuera de borda, que se dirigían a pescar a lugares muy distantes. Eran muchos los palaceños y pasorrealeños que adoraban a Dayaniguas y en la misma se sentían muy felices y contentos, considerándola una playa de unidad familiar y donde se fraguaron grandes amistades.
Jóvenes palaceños fundaron clubes y construyeron sus sedes sociales en su suelo. El que más tiempo perduró fue el denominado “Los Marcianos”, integrado por Vicente, Goyo, Yune y el Cao (los hijos del cocinero Marino Cruz), Oscar y Quique Díaz Machó, Pedro y Mino Madruga, los hermanos René y Mario Cruz y otros más. ¡Con cuanta alegríay algarabía irrumpían estos jóvenes en la playa!.
La Playa Dayaniguas contaba con un patronato presidido por el dinámico palaceño Tomás Cabrera Bustillo (Pao), que mucho se preocupaban por la playa y obtuvieron buenos y merecidos beneficios para la misma. Llegó a disfrutar de una ruta de guaguas que desde Paso Real y Los Palacios entraban atestadas de bañistas en varios viajes al día.
El Dr. Emilito Fúster Sosa y apasionado vacacionista de Dayaniguas, hoy residente en Miami, le confesó a José Arango, el conocido “Cheo el cabo” de visita en Miami, que parte de lo que poseía lo daba muy gustoso por una de aquellas felices temporadas que pasó en Dayaniguas.
FOTOGRAFÍAS DEL DAYANIGUAS DEL AYER
Grupo de jóvenes palaceños, disfrutando de una de las temporadas de playa en Dayaniguas. De izq., a derecha: "Nené" Santos, Oscar Díaz Machó, Mario Cruz, Ovidio López, Armando Cruz, Leonel Álvarez "Nicanor" y Eladio Acosta "Yayito".

























Fotografías: Andrés López.






FOTOGRAFÍAS DEL DAYANIGUAS DE HOY







Ingeniero Enrique Cerro, en los momentos
de la electrificación de la Playa Dayaniguas,
el día 14 del mes de Enero, en la década de los años 80'-












































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